Luis Ugalde S.J. 06 de marzo de 2021
La Iglesia promueve el ayuno y la abstinencia en
Cuaresma como especial de preparación espiritual para celebrar en Semana Santa
la muerte y resurrección de Jesucristo. Ayunar significa repudiar y corregir
las conductas que matan al Justo y al hermano. Tiempo para la vida y
corregirla, hacer penitencia y volver a Dios por el camino de vida, amor y
esperanza. Pero en Venezuela, gracias a los disparates del régimen, la mayoría
está obligada al permanente ayuno y abstinencia sin carne ni pescado a su
alcance.
El ayuno que Dios rechaza
Isaías, uno de los grandes profetas de Israel, hace
unos 2.750 años habló a su pueblo que sufría el exilio obligado y la violenta
ocupación de su tierra por el imperio asirio. Muchos en aquella tragedia se
sentían abandonados por su Dios y le reclamaban: “¿Para qué ayunar, si tu no
haces caso, mortificarnos, si tú no te fijas?”. Isaías recoge ese reclamo del
pueblo y responde en nombre de Yahvé: “Es que el día en que ustedes ayunan
encuentran la forma de hacer negocios y oprimen a sus trabajadores; ayunan
entre peleas y disputas dando puñetazos sin piedad” (Isaías 58,3-4). Dios
rechaza esos ayunos y penitencias rituales mientras se maltrata al prójimo:
“Harto estoy de holocaustos de carneros, de grasa de animales cebados, la
sangre de novillos, corderos y chivos no me agrada” (Is. 1, 11). “No me traigan
más ofrendas sin valor, el humo del incienso es detestable”; “cuando extienden
las manos, cierro los ojos; aunque multipliquen las plegarías, no los
escucharé. Sus manos están llenas de sangre”. “Cesen de obrar el mal, aprendan
a obrar el bien; busquen el derecho, socorran al oprimido, defiendan al
huérfano, protejan a la viuda” (Is. 1 11-17). Décadas después el pastor profeta
Amós vuelve a repudiar en nombre de Yahvé la religiosidad sin prójimo: “Yo
aborrezco y desprecio sus fiestas, me repugnan sus reuniones litúrgicas; por
muchos holocaustos y ofrendas que me traigan, no aceptaré ni miraré sus
víctimas cebadas. Retiren de mi presencia el ruido de los cantos, no quiero oír
la música de la cítara; que corra como el agua el derecho y la justicia como
arroyo inagotable (Amós 5, 21-24).
“El ayuno que Dios quiere y Venezuela necesita”
“El ayuno que yo quiero, dice el Señor, es que rompas
las cadenas injustas y levantes los yugos opresores; que liberes a los
oprimidos y rompas todos los yugos; que compartas tu pan con el hambriento y
abras tu casa al pobre sin techo; que vistas al desnudo y no des la espalda a
tu propio hermano” (Is. 58,6-7).
Hoy más que nunca Venezuela necesita este ayuno. Hay
que parar la máquina de fabricar miseria y opresión en lo que se ha convertido
la “revolución”. Indigna el cinismo de quienes luego de saquear, arruinar el
país y ostentar lujos y cuentas bancarias, tratan de lavarse las manos echando
la culpa al imperio y a la injerencia europea. Este año más que nunca el ayuno
que Dios bendice es cambiar este sistema opresor y liberar a Venezuela de las
cadenas, devolver las fortunas robadas y las empresas secuestradas, liberar a
los presos perseguidos, devolver la dignidad a los pobres y partidos a quienes
les pertenecen… dotar a los hospitales de vida, abrir las escuelas y
universidades arruinadas… restablecer los salarios envilecidos… Este régimen ni
quiere ni puede hacer nada de esto.
El pueblo entero como soberano necesita restablecer la
Constitución y la democracia con todos los derechos humanos: En lugar de
insultar a los países democráticos y romper con ellos, necesitamos recuperar su
amistad y su alianza activa, porque solos no podemos. No basta que quiten las
sanciones provocadas por el régimen, sino que nos hace falta una fuerte y
sostenida colaboración para reconstruir tras esta guerra insensata que ha
arrasado al país. Necesitamos de ellos para juntos ser productores de una nueva
Venezuela democrática libre y justa.
No te agradan los sacrificios rituales de quienes
defienden o toleran un sistema de opresión. “El sacrificio que te agrada es un
espíritu quebrantado, un corazón arrepentido y humillado, oh, Dios, no lo
desprecies (Salmo 51,18-19).
Jesús reforzó esta voz de los profetas y maldijo a los
hambreadores: “apártense de mi malditos, porque tuve hambre y no me dieron de
comer, tuve sed y no me dieron de beber, era emigrante y no me recibieron,
estaba desnudo y no me vistieron, estaba enfermo y encarcelado y no me visitaron
(Mateo 25, 41-43). El papa Francisco en su mensaje de Cuaresma nos exhorta:
“Vivir una Cuaresma de caridad quiere decir cuidar a quienes se encuentran en
condiciones de sufrimiento, abandono o angustia a causa de la pandemia de
COVID-19”. Quienes buscamos la bendición de Dios no podemos promover ni
defender el sistema que produce hambre, enfermedad, persecución y exilio.
Trabajar para cambiarlo es lo que Dios nos pide en esta Cuaresma. Lo contrario
es crucificar a Jesús y al pueblo.
Luis
Ugalde S.J.
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