Iñaki Anasagasti 06 de marzo de 2021
@ianasagasti
La tiranía bolivariana de Nicolás
Maduro ha comenzado las hostilidades diplomáticas contra la Unión
Europea.
La caída de Donald Trump creó un espejismo
voluntarista en la cabeza de Rodríguez Zapatero. El ex presidente español, que
nunca ha entendido los EE.UU., pensó que era la gran ocasión para provocar el
giro internacional respecto del régimen de Caracas.
La farsa de las últimas elecciones fraudulentas en
Venezuela, en diciembre de 2020, dieron el pistoletazo de salida y José Borrell
comenzó a mover los hilos comunitarios con la finalidad de flexibilizar la
postura de la U.E. y sus estados miembros frente a la dictadura venezolana.
Borrell empezó por retirar a Juan Guaidó el
reconocimiento diplomático de Presidente Interino de Venezuela, e intentó forzar declaraciones de los estados
miembros de la U.E. en ese mismo sentido. Se trataba con ello de debilitar
y dividir a la oposición venezolana y jugar la baza que Rodríguez Zapatero habría
planteado a Pedro Sánchez y al propio Borrell:
Sin Trump en la Casa Blanca, había que intentar un acercamiento
a Maduro para negociar otra convocatoria electoral, levantar
las sanciones económicas norteamericanas, paralizar las listas de
«sancionados» por la U.E. e iniciar una apariencia de apertura del régimen. El
Alto Comisionado le pediría a Maduro la convocatoria de unas elecciones
presidenciales, y el tirano ofrecería en su lugar la
convocatoria de unas elecciones regionales a cambio de
garantizarse la permanencia en el poder hasta 2025. A partir
de ese momento, escenificarían los siguientes pasos, con Zapatero como gran
muñidor del cambio.
Al parecer, según fuentes de la oposición al
régimen, Nicolás Maduro habría garantizado a José Luis Rodríguez
Zapatero, a cambio de ese nueva posición de España y de la U.E., que los más de
10.000 millones de dólares que Venezuela adeuda a importantes compañías
españolas serían priorizados frente a los pagos a las demás compañías
multinacionales, y comenzarían a desbloquearse desde el mismo momento en que se
levantaran las sanciones.
Rodríguez Zapatero habría obtenido el visto
bueno de Pedro Sánchez para promover ante Borrell dicha operación. Si
las grandes del IBEX lograban cobrar, el apoyo de las grandes compañías
españolas al actual gobierno de Pedro Sánchez estaba garantizado.
José Borrell comenzó entonces a moverse en las
cancillerías. El Reino Unido, que detectó la operación, se
adelantó a los movimientos del Alto Representante y Boris Johnson
declaró públicamente su incondicional apoyo a Juan Guaidó como
Presidente Interino.
La estrategia diseñada por Maduro y
Zapatero consistía en encontrar a través de la U.E. una tercera vía
que fuera conduciendo a la nueva Administración Biden hacia un cambio de
posición respecto de Venezuela.
En el tablero de juego había otra operación: sustituir
a Juan Guaidó por Henrique Capriles, que tendría sus propios intereses
económicos y estaría dispuesto a dividir a la oposición y a encabezar una opción
«colaboracionista», como en la Francia de 1940.
Tras el Reino Unido salió, ya en el seno de la
U.E., Ángela Merkel para neutralizar la maniobra. Con cara de
pocos amigos, hizo equilibrios para defender a Juan Guaidó y no desautorizar a
Borrell, pero el malestar en las cancillerías europeas ya era
evidente. Borrell había ido demasiado lejos. También Macron tuvo
que salir a recordar la ilegitimidad democrática del régimen bolivariano, y
respaldó claramente a la oposición reunida en torno a Guaidó. Poco a poco los
demás estados miembros siguieron esa misma línea y la estrategia
Zapatero-Borrell se fue cayendo como un castillo de naipes.
Luego, el fiasco del propio Borrell con su viaje
a Rusia y los desplantes de Putin dejaron a ex ministro español y Alto
Representante al pie de los caballos en el U.E. Nadie confiaba ya en sus
capacidades.
Simultáneamente, la Administración
norteamericana dejaba claro que su posición con respecto de las sanciones al régimen
era poco menos que inalterable.
Las botaratadas del régimen venezolano no se hicieron
esperar: La diputada chavista Iris Varela, extremadamente cercana a Maduro,
irrumpió de pronto en los medios con unas esposas en la mano: «Yo soy
autoridad de esta República, éstas esposas son para ponérselas a Guaidó».
De manera inmediata, la Administración norteamericana
reiteró su reconocimiento de Juan Guaidó como Presidente Encargado de Venezuela, frente a la tibia posición de Borrell.
La imagen de la furiosa chavista con las esposas en la
mano anunciando la detención de Juan Guaidó terminó por inclinar las voluntades
dudosas de algunas democracias occidentales. EE.UU, salió públicamente
a proteger al Presidente Guidó frente a las amenazas de Maduro, y el
resto de la comunidad internacional comenzó a salir en defensa de la oposición
democrática: Alemania, Francia, Italia, el Reino de Marruecos.
Alguien filtró a la prensa internacional que el
chavismo había gastado desde 2015 nada menos de 70 millones de
dólares en lobbies demócratas para presionar a la Administración
norteamericana. La filtración, que dejaba al descubierto las turbias
maniobras y relaciones de la tiranía chavista con un sector del partido
demócrata, imposibilitó cualquier cambio de posición por parte de Joe
Biden.
Mientras, los informes sobre las violaciones
de derechos humanos en el país seguían produciéndose en un régimen
incapaz de salir de la espiral de la tiranía. Desde Amnistía Internacional a
Human Watch Rights o a la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida, todos los
observadores no gubernamentales internacionales han denunciado crímenes atroces
que hacen insostenible cualquier acuerdo con Nicolás Maduro. Aún resuenan los
ecos del escalofriante informe que Michelle Bachelet elevó a las Naciones
Unidas, o el Informe de la O.EA. Venezuela es en este momento el país más pobre
del continente americano y el segundo más desigual (por detrás está solo
Haiti). Crisis humanitaria, crisis migratoria, crisis de subsistencia, crisis
de gran corrupción, crisis de presos políticos, de desapariciones, de torturas
y de violaciones de derechos humanos.
Con motivo de la visita de Borrell a Moscú,
The Economist llegó a tildar de «hipocresía europea» tenerle como Alto
Representante de la U.E. Evidentemente, el papelón de Borrell en Rusia
fue la guinda de todos sus desaguisados, entre los que el caso de Venezuela
ocupa un lugar muy especial. Leopoldo López habló de una «equidistancia
repugnante».
En ese contexto, el embajador de los EE.UU. en
Colombia -un país considerado por los norteamericanos como crítico y
capital para la resolución del desastre venezolano- se refirió a la cúpula
chavista como «narcoterroristas».
El pasado 23 de febrero el Diario Oficial de
la U.E. publicó un Reglamento de Ejecución con una lista de 19
personas o entidades afines al régimen y a los que se aplican sanciones y
«restricciones» por su complicidad con la vulneración de derechos
humanos y contra la democracia.
La lista, que se une a la ya publicada en 2017, implicaba
un nuevo cambio de posición de Borrell o, si se quiere, una rectificación,
presionado, sin duda, por los estados miembros y los propios norteamericanos.
En concreto, las sanciones implican la congelación
de activos y la prohibición de viaje para los alcanzados. Afecta entre
otros al comandante de policía Remigio Ceballos; al gobernador del estado de
Zulia, Omar José Prieto; la presidenta del Consejo Nacional Electoral, Indira
Alfonzo, y dos diputados de la Asamblea Nacional. Con esto, asciende a
55 el número de venezolanos que son objeto de sanciones de la UE.La lista
incluye a la vicepresidenta Delcy Rodríguez y a Diosdado Cabello,
número dos del dictador Maduro.
El documento publicado por el Diario oficial de la
U.E. hace referencia además al carácter antidemocrático de las falsarias
elecciones de diciembre de 2020, celebradas sin las mínimas garantías
Lo importante del documento es además lo que no dice,
porque omite la referencia con la que Borrell llegó a retirar
la consideración política y diplomática de Presidente Encargado a Juan Guaidó.
Dicha publicación, que además se realizaba a
instancias del mismísimo Borrell, fue interpretada como un nuevo cambio de
posición del amigo de Zapatero. Si los EE.UU, el Reino Unido, Francia, Italia,
Alemania y otros importantes estados europeos habían salido en defensa de
Guaidó mientras los bolivarianos hacían pública una «cacería con esposas»
contra él, al Alto Representante no le quedaba más opción que, como dice el
refrán español, «donde dije digo, digo Diego» y volver a la ortodoxia
internacional.
El Departamento de Estado de los EE.UU.,
que habría instado la rectificación de Borrell, dio de inmediato la bienvenida
oficial a dichas sanciones. Ned Price, su portavoz escribió en su cuenta de
Twitter: «Damos la bienvenida a las sanciones anunciadas en el día de
hoy por la U.E. a los miembros del régimen de Maduro involucrados en ataques a
la democracia o a la violación de derechos humanos. Es un mensaje claro,
poderoso y concreto de que el mundo está unido en la llamada a Venezuela a
retornar a la democracia».
El miércoles 24 de febrero Maduro ve fracasar
su plan y da, fuera de sí, una respuesta desproporcionada contra
dichas sanciones. Expulsa a la embajadora de la U.E. en Venezuela,
Isabel Brilhante y le da 72 horas para abandonar el país. Con la expulsión,
comienza una escalada.
El jueves 25, el Consejo de la U.E. declara persona
non grata a la embajadora de Maduro ante la U.E., Claudia Salerno. Nuevamente, la Administración norteamericana
salió a respaldar a Juan Guaidó a través de la subsecretaria adjunta para
asuntos del Hemisferio Oeste del Departamento de Estado norteamericano. “El
régimen de Maduro ha removido a una persona que ha defendido la democracia y
los derechos humanos del pueblo venezlano. Esta acción sólo aísla más al
régimen”.
James Story , embajador para la Oficina Externa de
Estados Unidos en Venezuela, declaró: «Lamentamos que la embajadora de la UE se
encuentre entre las 6 millones de personas expulsadas de Venezuela por el
régimen. Las decisiones soberanas de no
hacer negocios con quienes cometen abusos contra los derechos humanos o socavan
las instituciones democráticas, siguen siendo una herramienta importante para
restaurar la democracia».
El portavoz del Departamento de estado de los EE.UU.,
Ned Price, ha vuelto a ratificar el compromiso del gobierno norteamericano de
para ejercer toda la presión para que Maduro salga del poder: «Es un
dictador, un corrupto responsable del sufrimiento de su pueblo».
Ahora, España, a la desesperada, envía a la
ministra González Laya a visitar la frontera de Venezuela con Colombia para
interesarse por el drama humanitario que padece parte la diáspora venezolana,
que cruzó la frontera huyendo de la persecución, el terror y la hambruna
chavistas. Son solo parte de los 6 millones de venezolanos en el exilio.
Los turbios enredos de Zapatero han vuelto a
fracasar, pero esta vez han metido a la U.E. en un auténtico lío y han
dejado a España a los pies de los caballos. De Borrell ya nadie habla
bien en el concierto internacional.
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