Iván E. Reyes 07 de mayo de 2021
@IvanEReyes
Este
especial de Distintas Latitudes pone la lupa sobre la migración en la región,
los motivos, los destinos, las posibilidades y las imposibilidades. Cuenta cómo
la xenofobia nos separa, pero también como la solidaridad promueve la
adaptación, la recepción. Expone los obstáculos, pero también cómo nos
sobreponemos, cómo nos ayudamos. Es una mirada a los dos últimos años de
migraciones en nuestro continente, dos años de los miles que tenemos
desplazándonos por el mundo.
La
pandemia ha supuesto una dificultad más a la ya complicada travesía migratoria
que los venezolanos y las venezolanas emprendieron en 2015. El cierre
generalizado de fronteras en toda América Latina y los cambios repentinos en
las políticas migratorias de los Estados vecinos han limitado sus posibilidades
de entrada a otros países. Sin embargo, ellos no han hecho que el
desplazamiento se detenga.
“Tenía
que salir de Venezuela, con pandemia o sin pandemia”, sentencia Pausides López
desde Calama, una región minera al norte de Chile. Con 59 años a sus espaldas,
este profesor universitario de Letras, ya jubilado, emprendió un largo camino
por tierra desde la llanura venezolana de Barinas hasta Bogotá, la capital de
Colombia, para, una vez allí atravesar media Sudamérica y llegar a su destino:
Chile.
Durante
casi una semana, Pausides viajó en autobús y taxi por carretera y caminos de
tierra. Atravesó trochas, saltó alambradas y rodó por ríos secos. Pagó coimas a
policías para que le permitieran cruzar la frontera de Ecuador a Perú. Se subió
a carros de desconocidos procurando no hacer preguntas y, con su maleta a cuestas,
cruzó en menos de tres horas el trecho de desierto que separa a Tacna, en Perú,
de Arica, en Chile.
Pausides
llegó a Calama a mediados de diciembre de 2020, pero la decisión de migrar la
tomó unos meses antes, cuando, después de varios meses de cuarentena impuesta
por el gobierno venezolano, pudo visitar a su madre de 85 años en Duaca, su
ciudad natal. Allí vio todas las dificultades que pasaban ella y sus hermanos
para alimentarse.
Su
plan original era muy diferente del que terminó siguiendo. “Cuando salí de
Venezuela agarré la maleta, porque yo lo que pensaba era tomar un avión con mi
visa democrática y llegar legalmente a Chile como una persona que migra de
manera normal, no estar brincando de un país a otro”, subraya.
La
pandemia de covid-19 supuso una dificultad más a la ya complicada travesía
migratoria que emprendieron los venezolanos masivamente en 2015 y que no ha
cesado desde entonces. Además del cierre generalizado de fronteras en toda
América Latina, migrantes como Pausides se encontraron en 2020 con cambios
repentinos en las políticas de los Estados vecinos, que limitaron las
posibilidades de entrada a la población proveniente de Venezuela.
Tal
fue el caso de Chile, que pese a reabrir sus fronteras aéreas para extranjeros,
decidió suspender en noviembre pasado la tramitación de visas de
responsabilidad democrática (VRD) para personas provenientes de
Venezuela.
Estas
limitantes han frenado el flujo de los migrantes venezolanos, un flujo “basado
en la sobrevivencia”, como señala el experto en migración y visiting
fellow del Instituto de Políticas Migratorias (MPI), Diego
Chaves-González.
Sin
embargo, ni la pandemia ni los obstáculos puestos por los países vecinos han
podido detener del todo el curso de quienes, como Pausides, están determinados
a llegar a sus destinos aún en medio de las condiciones más adversas.
Cuarentenas
y retornos: sobrevivir en medio de la pandemia
El
inédito cierre de fronteras para frenar el avance de la covid-19 afectó la
movilidad de los migrantes en toda América Latina, pero también desencadenó un
fenómeno nuevo: el retorno de muchos de ellos a sus países de origen, en este
caso hacia Venezuela.
Según
Juan Pablo Terminiello, oficial legal principal para las Américas de la Agencia
de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), entre marzo y octubre de
2020 “se verificó un movimiento de retorno de venezolanos” de aproximadamente
150 mil personas, sobre todo desde Colombia, país que hasta el momento ha
acogido a más migrantes de esa nacionalidad.
Según datos publicados por el Ministerio de Relaciones Exteriores de
Colombia, en febrero de 2020 residían allí 1 millón 825 mil 687
venezolanos. Sin embargo, en septiembre, cuando el virus ya se había diseminado
por la región, el número descendió a 1 millón 715 mil 831 (casi 110 mil menos),
para una caída de casi el 3% en comparación con 2019.
Otros
países de América Latina también registraron descensos en sus poblaciones
venezolanas durante 2020, aunque en menor proporción que Colombia. En Costa
Rica, por ejemplo, esta disminuyó un 2% con respecto a 2019. En Brasil y
Panamá, según datos de la plataforma R4V de ACNUR y la Organización
Internacional para las Migraciones (OIM), la reducción fue de 1% durante el
mismo período.
Pese a
tratarse de porcentajes relativamente bajos, para Terminiello estos descensos
pueden estar asociados a “las dificultades que la covid-19 supuso para los
migrantes y refugiados venezolanos en sus países de destino”.
Dichas
dificultades no fueron ajenas para Oriana Escalona y su esposo. Ambos emigraron
a Colombia en 2018, luego de que ella quedara embarazada. Ahora viven en
Medellín junto a su bebé. Según ella, la pandemia llegó a dificultar todo justo
cuando empezaban a tener cierta estabilidad. “Mi esposo perdió el trabajo y yo
no podía [hacer nada] porque nuestra bebé estaba pequeña y no teníamos con
quien dejarla”, cuenta.
Como
bien señala Chaves-González, las cuarentenas rígidas que se impusieron en buena
parte de América Latina provocaron que “muchos migrantes perdieran sus fuentes
y sustentos de vida”, sobre todo los que dependían del trabajo informal. Esto
afectó particularmente a los venezolanos, como el esposo de Oriana, quien
conducía un Uber.
“Más
del 80% de ellos se desempeñaban en el mercado irregular de trabajo, en
trabajos eventuales o en venta ambulante, actividades que se vieron ampliamente
impactadas por las restricciones”, añade Terminiello.
Aunque
dicha situación provocó un flujo de retorno hacia Venezuela, los bajos
porcentajes vistos antes dicen que este movimiento no se dio a gran escala y
que, en cambio, la tendencia general fue de resistir y esperar. Como la de
Oriana, muchas familias venezolanas decidieron quedarse en los países que los
acogieron a pesar de las dificultades.
“Nuestro
plan es quedarnos aquí en Colombia”, afirma Oriana, quien recientemente
consiguió un contrato de trabajo indefinido con seguro y todas las prestaciones
sociales incluidas. Su esposo, mientras tanto, logró emplearse en una tienda.
“Nos sentimos muy bien y poco a poco estamos intentando lograr una
estabilidad”.
Refugio
y redes de apoyo
Aunque
los índices de migración se han visto frenados por la pandemia en el último
año, en casi todos los países de América Latina, España y Estados Unidos
la población venezolana aumentó en 2020 en relación al año anterior. Esta
creció significativamente en México (+45%), España (+37%), Paraguay (+29%) y,
sobre todo, en Bolivia, que pasó de registrar unas 5 mil personas procedentes
de Venezuela en 2019 a casi 10 mil en 2020.
En
realidad es difícil atribuir a una sola causa el aumento de la población
venezolana en estos países. En cambio, Juan Pablo Terminiello sostiene que
debemos tomar en cuenta la multicausalidad de factores regionales.
Por
ejemplo: aunque México y Bolivia son dos de los pocos destinos hacia los cuales
el gobierno de Nicolás Maduro autorizó viajes en avión al comienzo de la
pandemia, no se puede asegurar que esto esté directamente relacionado con el
crecimiento de la población venezolana allí durante 2020.
En
Paraguay, en cambio, este incremento sí puede estar relacionado con el alto
porcentaje de solicitudes de asilo que resultan favorables para las personas de
Venezuela: casi un 51%, aunque esa proporción representa apenas una cifra total
de 752 personas.
Un
caso similar es el de España. Allí, desde 2019, el Estado concede una residencia de un año por razones humanitarias a
los solicitantes venezolanos de asilo. Gracias a esta medida, desde entonces un
total de 84 mil 625 personas procedentes de la nación suramericana han
encontrado protección y refugio en el país ibérico.
No
obstante, Terminiello insiste en que el asilo no es la única causa que ha
propiciado el crecimiento de esta población fuera de sus fronteras. Tanto él
como Chaves-Gonzáles consideran que en el caso de España (cuya comunidad
venezolana ascendía a 189 mil 110 personas en 2020), también inciden otros factores,
como la presencia de “redes de contención familiares o comunitarias”.
Ese
fue el caso de Santiago Ortiz, quien con 19 años decidió emigrar a Cataluña
para cursar una carrera universitaria. “Visto el panorama de la educación en
Venezuela, no me dieron muchas ganas de hacer una carrera allá”, dice Ortiz,
quien tuvo la suerte de contar no solo con los recursos económicos para
hacerlo, sino también con el apoyo de su familia materna, que reside en ese
país desde hace casi 20 años.
Aún
así, la cantidad total de migrantes venezolanos que llegan a México, Bolivia,
Paraguay y España es mucho menor que la que se desplaza a los países
geográficamente vecinos, más accesibles para aquellos a quienes se les
dificulta costear un boleto aéreo hasta Europa o Norteamérica.
A
frontera cerrada, camino de trochas
Según
Juan Pablo Terminiello, hay tres países vecinos que concentran más del 60% de
las llegadas de refugiados y migrantes venezolanos: Colombia, Perú y
Ecuador.
En el
caso de Perú, la población venezolana pasó de 862 mil personas en 2019 a
1 millón 43 mil 460 en 2020. Es decir, creció un 21% pese al cierre fronterizo
impuesto en marzo de 2020 por la pandemia.
Respecto
a Ecuador, aunque las fronteras terrestres permanecen cerradas desde hace casi
un año, la población venezolana aumentó allí un 17% en 2020 respecto a
2019.
Pese a
ser considerables, los flujos hacia Perú y Ecuador siguen siendo mucho menores
que el que se da en dirección a Colombia. Aunque en los primeros meses de 2020
la población venezolana disminuyó allí, a partir de octubre comenzó a mostrar
un nuevo repunte. De tal manera que en diciembre ya había llegado a 1 millón
729 mil 537 personas, 14 mil más que en septiembre.
“A
finales de 2020 y principios de 2021, lo que yo he encontrado es que cada vez
se están viendo más cruces irregulares de Venezuela a Colombia”, explica
Chaves-González. Subraya, no obstante, que es imposible saber si esa población
se asienta allá o si termina desplazándose luego a otros países vecinos,
como Ecuador, Perú o incluso Chile.
“Yo
hubiese llegado a Chile por avión, con una visa de turista, pero la misma
pandemia y el cierre de fronteras, con las restricciones de vuelos, lo hizo
imposible”, recuerda Pausides, quien justamente pasó de manera ilegal por
Colombia antes de seguir camino al sur.
Como
él, muchos otros se vieron obligados en 2020 a salir ilegalmente de Venezuela,
algunos a través de puntos ciegos y otros de las llamadas “trochas”, como se
conoce a los pasos irregulares de tierra o ríos secos que se han convertido en
rutas alternas para quienes intentan burlar los controles fronterizos.
No
obstante, si bien es cierto que los flujos de migración irregular crecieron en
2020 conforme avanzaba la pandemia, Chaves-González explica que, en general, el
cierre de fronteras disminuyó el incentivo de muchos para migrar, al menos en
comparación con los volúmenes documentados en 2019.
Ello
concuerda con lo dicho por Terminiello, para quien los desplazamientos por
pasos irregulares en 2020 fueron significativamente bajos en comparación con
los registrados el año anterior.
¿Qué
esperar del 2021?
Parece
evidente que una vez que los gobiernos de Latinoamérica reabran sus fronteras
terrestres, nuevos migrantes venezolanos retomarán las travesías. Después de
todo, la pandemia no solo ha retrasado su salida: también ha empeorado la
calidad de vida en el país. “No sé si aumente, pero sí al menos recuperará las
condiciones que tenía antes de la pandemia”, asegura Terminiello sobre este
flujo.
“Si
las condiciones de precariedad en Venezuela van a seguir constantes, [y] si,
además de eso, los hospitales, como dicen algunos estudios, tienen tantas
deficiencias estructurales para una población de 20 o 25 millones de personas,
esto puede generar nuevas oleadas migratorias”, añade Chaves-González.
Lo que
parece claro es que la migración venezolana, casi equiparable a la de Siria en
su dimensión, ya no es una “crisis”, sino un movimiento migratorio estable
desde 2015 que en 2020 se vio ligeramente frenado por el curso de la pandemia.
Sin embargo, se espera que a partir de este año vuelva a reforzarse.
Esto
exigirá a los países latinoamericanos un esfuerzo no solo para permitir una
migración segura a través de sus fronteras, sino también para “encontrar o
buscar alternativas para la regularización de las poblaciones que ya se
encuentran en sus territorios”. Como bien apunta Terminiello, más del 60% de
los venezolanos desplazados en la región tenía estatus irregular antes de la
pandemia.
Mecanismos
de regularización para venezolanos según los países receptores
País
de tránsito/ destino de caravanas migrante |
¿Permite
ingresar con pasaporte vencido? |
¿Requiere
visa para ingresar? |
Mecanismos
de regularización |
Colombia |
Sí,
hasta dos años de vencido |
No |
Permiso
Especial de Permanencia (PEP)Permiso Especial de Permanencia para el Fomento
de la Formalización (PEPFF) |
Perú |
Sí,
hasta cinco años de vencido |
Si |
Carnet
de permiso temporal de permanencia (CPP) |
Chile |
Sí.
Los venezolanos podrán entrar, transitar y salir de Chile con pasaporte o
cédula vencida |
Si |
Visa
de ResponsabilidadVisas de residencia temporal |
Ecuador |
Sí,
hasta cinco años de vencido |
Si |
Agilización
de trámites de visa y plan integral de acción |
Estados
Unidos |
Sí,
hasta cinco años de vencido |
Si |
Salida
Forzosa DiferidaAsilo regular |
Brasil |
Sí,
hasta cinco años de vencido |
No |
Permiso
de Residencia TemporalOperación Acogida |
España* |
No,
solo para trámites internos |
No |
Residencia
temporal por razones humanitarias para las personas que recibieron respuesta
negativa a su solicitud de asilo |
Argentina |
Sí,
hasta dos años de vencido |
No |
Programa
de Asistencia a Migrantes Venezolanos, creado a través de la Disposición
520/2019 de la Dirección Nacional de Migraciones |
Panamá |
Sí,
hasta tres años de vencido |
Si |
Pago
de más de $1000 por un carnet para la Permanencia Definitiva |
México |
No
hay información |
No |
No
hay suficiente información |
Costa
Rica |
Permite
el ingreso de personas cuyos pasaportes tengan hasta un día de vigencia /
Permite hacer trámites internos con pasaportes vencidos |
No |
Categoría
Especial de Protección Temporal Complementaria. Permite residir y trabajar en
Costa Rica en calidad de refugiado. Válido también para ciudadanos de
Nicaragua y Cuba que no recibieron asilo |
Trinidad
y Tobago |
No |
Si |
Permisos
renovables de trabajoRegistros para regularizar migración legal e ilegalDeportaciones |
Uruguay |
No
hay información |
No |
Residencia
temporal para nacionales de países que integran el Mercosur |
Bolivia |
Sí,
reconoce pasaportes vencidos desde 2018 |
No |
Facilidades
para regularizar el derecho a la identidad de migrantes menores de 18Permiso
de residencia transitoriaExención de multa por ingreso ilegal al país |
Paraguay |
Sí |
No |
Residencia
temporal renovable por períodos de un año |
Algunos países ya dieron el primer paso
en este sentido. A principios de febrero, el Gobierno de Colombia anunció la
puesta en marcha de un Estatuto Temporal de Protección para Migrantes Venezolanos
(ETPV) que les dará protección por un período de 10 años. Los
principales beneficiarios serán aquellas personas que cuentan ahora mismo con
un Permiso Especial de Permanencia (PEP) de dos años, como Oriana y su familia,
aunque también los más de 966 mil 714 venezolanos que residen de forma
irregular en el país hasta la fecha.
Según
Chaves-González, el objetivo de esta política es “desincentivar la migración
irregular y crear mecanismos de atracción de nuevas oleadas de migración
regular”. Sin embargo, la efectividad de la medida no será palpable hasta que
Colombia reabra sus fronteras terrestres —principal vía de paso entre ambos
países—, pues el estatuto se otorgará únicamente a quienes ingresen de forma
regular en los próximos dos años.
No
obstante, para el resto de los Estados no ha sido tarea fácil lograr el
equilibrio necesario entre mantener la seguridad de sus fronteras y garantizar
el derecho humano a migrar. Algunos, como Chile, han tenido que lidiar
con una opinión pública cada vez más reacia a la llegada
de migrantes. Una consecuencia de esto fue la reciente decisión del Gobierno
de deportar a un centenar de venezolanos que habían
entrado al país de forma irregular a principios de febrero, bajo la excusa de
“ordenar el flujo migratorio” en sus fronteras.
Pausides,
quien reside en Chile de forma irregular a la espera de la resolución de su
expediente, comenta que le preocupan estos discursos por parte de las
autoridades chilenas. Aún así, no pierde la esperanza de quedarse en el país y
volver a ejercer como profesor universitario.
“Yo lo
que sí te digo es que para Venezuela no me voy”, dice. “Si a mí me deportan, yo
para Venezuela no me voy”.
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