Ismael Pérez Vigil 15 de mayo de 2021
En
Venezuela, en materia política −y en otras áreas también− las posiciones están
tomadas; son fijas, inamovibles, encallecidas, mineralizadas, por algo hablamos
de polarización. Y la polarización es justamente eso, dos polos que divergen y
que −como los de un imán− se repelen y sí es imposible que coincidan, menos
aún, unirlos.
Lo
grave es que la polarización no solo lo impregna todo, sino que genera
conductas agresivas, que omiten argumentos y razones y rápidamente afloran los
insultos y las descalificaciones, que incrementan la división opositora y el
regocijo del régimen. Por eso hay que cuestionarse si vale la pena discutir y
si no será mejor seguir de largo y olvidar la discusión. Total, no vamos a
convencer a nadie y nadie nos va a convencer. Sin embargo, hay demasiado en
juego como para abandonarla.
Las
razones en cuanto a las condiciones ilegitimas y abusivas con las que se eligió
al Presidente de la Republica en 2018, la Asamblea Nacional en 2020 y antes de
eso, la forma en que se designó al TSJ, al Fiscal General, al CNE anterior y,
naturalmente, incluyen al actual y dicen que no es un árbitro y además esta
deslegitimado; este es el núcleo del argumento que lleva −a quienes proponen no
participar− a la inevitable conclusión, absolutamente de lógica formal, de que
no hay condiciones para hacerlo.
Además
de esa razón de fondo, quienes platean no acudir al proceso y abstenerse, dan
algunas razones adicionales, describiendo de manera detallada y clara lo que va
a pasar si participamos en el proceso electoral y que se puede resumir de esta
manera:
- Aunque el régimen libere presos políticos,
mantendrá algunos y eventualmente llevará a la cárcel a otros políticos o
dirigentes opositores −para mantener su “inventario de negociación” − y si
accede a habilitar a algunos dirigentes opositores, solo lo hará después
de que esté seguro que la oposición democrática no concurrirá a las
elecciones.
- El gobierno ganará esas elecciones y para
ello se valdrá de todo tipo de trampas para restar votos a la oposición −incluida
la intimidación de votantes y testigos− y no dudará en las gobernaciones y
alcaldías críticas, en alterar los resultados, como ocurrió en el Estado
Bolívar en 2017.
- Aunque haya una mayor participación
electoral, debido a la oposición “alacrana” y la falsa oposición que ahora
llama a participar, si eventualmente se mantiene el número de cargos que
ahora tienen y aunque el régimen les ceda algunos más, de nada servirá
pues, como ya hemos visto, el régimen les nombrará “protectores”, les
quitará funciones y presupuesto, para anularlos completamente y los
concejos municipales chavo/maduristas improbarán las memorias y cuentas de
los alcaldes opositores que serán destituidos.
- Por lo tanto, aunque se incremente la
participación electoral, solo servirá para que el régimen se legitime, se
atornille más en el poder, gane tiempo y alardee sobre su “flexibilidad”
ante la comunidad internacional y eso ayudará en su objetivo de levantar
las sanciones internacionales y continuar el proceso lento, pero
sostenido, de desgaste del apoyo a Juan Guaidó y la Asamblea Nacional de
2015.
Reitero,
no es lo que yo pienso, esto es lo que dicen que pasara −quienes están en
contra de la participación y en pro de la abstención−, si participamos en el
proceso electoral del 21 de noviembre próximo. Creo que está bastante completo
el resumen y no hace falta abundar más.
Pero,
¿Qué pasará si no concurrimos al proceso electoral? ¿Qué pasará si nos
abstenemos? Eso no nos lo dice nadie y vale la pena reflexionar al respecto;
déjenme decirles lo que yo creo que pasará.
Si nos
abstenemos, ocurrirá lo mismo que ha ocurrido las otras veces que nos hemos
abstenido: nada. Y de todas formas ocurrirán algunas de las cosas que dicen los
abstencionistas: En efecto el gobierno ganará, con trampas, claro, y a lo mejor
sin fraude electrónico, pues no lo necesitará. No tendrá importancia la
cantidad de cargos que obtenga la oposición, pues de obtener algunos
seguramente les nombrarán los consabidos “protectores” y les quitarán funciones
y presupuesto. Pero no tendrá tampoco ninguna importancia el porcentaje de
abstención, ni el número de votos que saque la oposición democrática que
concurra −la “alacrana” ni siquiera se tomará en cuenta−, pues hace tiempo el
poder del régimen no se sustenta en legitimidad alguna, ni en el número de
votos, ni en el apoyo popular, sino en las FFAA, los colectivos armados y los
grupos violentos, en la frontera y en las ciudades.
Todo
lo anterior puede ocurrir si no acudimos, pero además de lo anterior, tendremos
el agravante, de que:
- Habrá una mayor división en la oposición,
por las recriminaciones mutuas, el pase de facturas unos a otros, por la
derrota sufrida y por no haber salido del régimen
- Habrá una mayor frustración y
desmoralización de la gente al darse cuenta que nada ocurre, a pesar de la
masiva abstención, y se alejará aún más la posibilidad de una salida de
este oprobio, y
- Veremos, cuando cese la pandemia y sea
posible desplazarse, un mayor éxodo de venezolanos al exterior
Hoy en
día, en la situación en que nos encontramos en la oposición, parece claro que
participar o abstenerse no es el problema. ¿Qué hacer? ¿Cuáles son las
alternativas?; ese sí es el problema. Y no es un problema jurídico o legal, es
un problema político.
En mi
opinión, participar, con candidatos únicos, no hará que salgamos del régimen,
menos en unas elecciones regionales; pero, al menos nos permite salir del
inmovilismo en que nos encontramos, nos permite organizar a la gente de una
manera bastante segura, para recorrer el país, pueblo por pueblo, con un
mensaje alternativo al marasmo en el que vivimos, nos permitirá ganar en
organización y niveles de conciencia acerca de la situación que vivimos. Y si
además ganamos algunas gobernaciones, alcaldías, concejos municipales y
asambleas legislativas, eso ayudará a los partidos y organizaciones políticas a
nivel local y regional en su relación con la gente.
Insisto
en lo dicho otras veces, lamento que nadie diga qué hacer en vez de no
participar, aparte de abstenerse pasivamente. Nadie espera que se den detalles
al respecto −en la prensa o redes sociales−, pero, al menos esperaríamos ver
acción en alguna parte, y es lo que no hemos visto y no vemos.
El
“qué hacer” es el tema a seguir discutiendo, porque si no lo hacemos, habrá que
concluir con la enigmática parte final del título de mi artículo de la semana
pasada, en el que comenté acerca de la designación del CNE, estaremos…
atrapados sin salida.
Ismael
Pérez Vigil
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico