Por Fabricio Pereira
En tiempos de incredulidad en Brasil, de
secuestro de nuestros símbolos nacionales por parte de la extrema derecha más
violenta y reaccionaria, puede ser una buena estrategia revisitar un pasado en
el que teníamos futuro. Darcy Ribeiro merece ser leído y releído. Fue más que
el inventor de la Universidad de Brasilia, del Museo del Indio, del Sambódromo
de Río de Janeiro, del Memorial de América Latina, de la Ley de Directrices y
Bases de la Educación Brasileña. Fue uno de los pensadores más creativos de América
Latina. La lectura de Darcy rescata la fe en que Brasil y la región pueden ser
viables y que podemos tener un lugar en el futuro.
Recordemos a Darcy
Ribeiro (1922-1997),
cuyo centenario de nacimiento se celebrará ampliamente el próximo año. Se ha
previsto desde un Seminario
Internacional (titulado «100 años de Darcy Ribeiro: intelectualidad y
pensamiento crítico latinoamericano») hasta reediciones de su obra y
presentaciones de libros que reflexionarán sobre su legado creativo.
Un brasileño que se
descubrió a sí mismo como latinoamericano
Darcy Ribeiro fue uno de los primeros
brasileños en asumir una identidad latinoamericana, rompiendo con la tradición
brasileña de aislamiento en la región. Esto comenzó con su exilio en varios
países de la región entre 1964 y 1976, en Uruguay, Chile, Venezuela y Perú.
Ministro de Educación y Jefe de la Casa Civil de João Goulart, se exilió
inmediatamente después del golpe militar de 1964. A partir de ahí desarrolló su
identidad latinoamericana, compatible con la brasileña.
Para Darcy, lo que garantizaba la unidad
latinoamericana era la herencia ibérica de la colonización, que nos había
legado un papel subordinado en el mundo. Pero algo positivo dejó la herencia
ibérica, además de la unidad entre tantos pueblos, entre tanta gente en
territorios tan extensos, fruto del mismo proceso civilizador ibérico: el
mestizaje.
Este mestizaje, que se produjo sobre la base
de la violencia y el racismo, dio lugar a pueblos mestizos que, por lo tanto,
estarían bien posicionados para el futuro. Habiendo recibido lo mejor de las
herencias blanca, negra e indígena, América Latina podría salvar a Occidente,
gestando aquí una nueva civilización más solidaria, más abierta y más amorosa.
Somos pobres, pero estamos empezando. Mejor una «pobreza inaugural» que una
«opulencia terminal». «Tenemos todo un mundo que rehacer», afirmó Darcy.
No es que este futuro fantástico proyectado por Darcy fuera el proyecto original de los colonizadores portugueses y españoles. Su intención era explotar y exterminar las tierras y los pueblos que aquí se encontraban. Los pueblos mestizos derivados no nacieron de ninguna bondad o gentileza de los portugueses y españoles. Darcy consideró que nuestras élites eran y son canallas, etnocidas y genocidas. El brillante futuro que tendríamos sería entonces una consecuencia no intencional de la colonización.
El último gran
intérprete de Brasil
Su mayor obra, O Povo
Brasileiro (1995), fue también su testamento. Llevaba
escribiendo, reescribiendo y desechando pasajes de este libro desde los años
50. Cuando se dio cuenta de que padecía un cáncer terminal, escapó del hospital
saltando por una ventana para terminar el libro. Allí Darcy es anticolonial,
anticipando a veces el pensamiento decolonial. Produce una decisiva denuncia
del colonialismo y del eurocentrismo, que siguen vigentes a través de una vieja
e ignorante élite brasileña que sólo busca copiar el pensamiento de los demás.
Para entender la formación de Brasil según
Darcy, es fundamental comprender que los encuentros (consentidos o no) entre
portugueses y nativos formaron ese primer «hombre nada». Los hijos de estos
encuentros no podían identificarse como los indios que despreciaban, ni como
los portugueses que los despreciaban.
Esta «nadiedad» que es el «brasilindio»
recibió después la contribución de otra «nadiedad»: los descendientes de los
negros esclavizados. Desafricanizados por la esclavitud, «o eran brasileños o
no eran nada, ya que la identificación con el indio, el africano o el
brasileño-indio era imposible».
Así, se estaba formando una nueva identidad:
la brasileña. Un nuevo pueblo que no compartiera el pasado europeo, que no
tuviera en su presente una repetición retardada del pasado europeo, y que de
este modo sólo pudiera tener un nuevo futuro. Darcy entendió la historia a
partir de múltiples desarrollos. Uno de ellos era exactamente la civilización
brasileña en formación, parte de una civilización latinoamericana también en
formación.
Toda la violencia de la historia brasileña
forjó para Darcy algo hermoso, pero atravesado por contradicciones. Darcy nos
recordó que somos hijos de la violencia, descendientes de esclavos y amos de
esclavos, «carne de la carne de aquellos negros e indios torturados» y al mismo
tiempo «la mano poseída que los torturó». «La dulzura más tierna y la crueldad
más atroz se combinaron aquí para hacer de nosotros la gente sentida y sufrida
que somos y la gente insensible y brutal que somos».
Sin embargo, tanta violencia podría ser
superada en el proceso de construcción de la «Nueva Roma Tropical» que sería
Brasil y América Latina, esa «nueva civilización mestiza y tropical, orgullosa
de sí misma». Más alegre, porque más sufrida. Mejor, porque incorpora en sí
mismo más humanidades. Más generosa, porque está abierta a la convivencia con
todas las razas y culturas, y porque está asentada en la provincia más bella y
luminosa de la Tierra”.
Darcy murió considerándose derrotado: «Intenté
alfabetizar a los niños brasileños, pero no lo logré. Intenté salvar a los
indios, pero no lo conseguí. Intenté hacer una universidad seria, y fracasé.
Intenté que Brasil se desarrollara de forma autónoma y fracasé». Pero añadió:
«los fracasos son mis victorias. No me gustaría estar en el lugar de los que me
vencieron». Si estuviera vivo hoy, se sentiría aún más derrotado en el Brasil
actual, e incluso más feliz por no estar en el lugar de los que le vencieron.
Aunque algunos de sus usos de nociones como
mestizaje y civilización puedan ser criticados (y lo son), la visión de Darcy
Ribeiro sobre Brasil y nuestra región nos permite proyectar un futuro que es
nuestro. Que el rescate de la utopía de Darcy sea una de las bases para la
reanudación de nuestra esperanza en días mejores, y que su centenario en 2022
se celebre como un recordatorio de que este país y esta región aún pueden soñar
con un futuro brillante.
Profesor
de Ciencia Política en la Universidad Federal del Estado de Río de Janeiro
(UNIRIO). Postdoctorado en el Instituto de Estudios Avanzados de la Univ. de
Santiago de Chile. Vicedirector de Wirapuru, Revista Latinoamericana de
Estudios de las Ideas.
www.latinoamerica21.com, un medio plural comprometido con la
divulgación de información crítica y veraz sobre América Latina. Síguenos en @Latinoamerica21
23-10-21
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