Por Marta de la Vega
A Emilio
Nouel, in memoriam.
Venezuela es un país
sin Estado, entendido en sentido estricto como institución política, o también
un Estado fallido, convertido en mafia criminal cuyo territorio está
fragmentado y repartido entre grupos de poder ilegales y delincuenciales que
controlan vastas regiones. No se trata solo de grupos criminales nacionales del
hampa común, actores del crimen violento organizado que azotan la seguridad
ciudadana, como los integrantes de la banda del “Tren de Aragua” o los
delincuentes liderados por alias “El Koki” en Caracas.
Son, asimismo, de la
camarilla militar y civil que domina las instituciones públicas venezolanas y
cuyos miembros actúan mediante coacción, extorsión, amenazas o “vacunas” contra
los ciudadanos, para asegurarse el control de las actividades de contrabando,
otros negocios ilícitos y las rutas del narcotráfico.
No es por preciosismo
que el régimen actual venezolano ha sido definido como una cleptocracia:
gobierno de ladrones, que es a la vez kakistokrática, es decir, conformada por
los peores gobernantes: (kakistós, el superlativo de malo, kakós en
griego).
Igualmente, con la
complacencia y complicidad de quienes han ocupado el máximo poder de gobierno
en los últimos 20 años, parte del territorio nacional ha sido penetrado y está
tomado por grupos delictivos terroristas internacionales. No son solo los
grupos irregulares narcocriminales de Colombia, con el ELN y las FARC, en sus
facciones disidentes, que imponen su ley a las poblaciones sometidas a su
mandato, sino milicias sirias e iraníes de la guardia revolucionaria e
integrantes de grupos fundamentalistas islámicos de Hezbollah y Hamas.
Estos mantienen nexos
estrechos con integrantes de la cúpula ilegítima que hoy usurpa el poder, así
como vínculos directos con comunidades inmigrantes árabes del medio Oriente en
varias zonas del país, que reciben remesas del extranjero, o trafican con
narcóticos o minerales estratégicos mediante los cuales financian sus
actuaciones ilegales.
Son lo que ha llamado
J. Humire una “amenaza transregional” en época de globalización, guerra
asimétrica y constitución de redes. La retórica anti-imperialista y la
instigación mediante el financiamiento de agitadores para activar protestas
violentas y vandálicas como las ocurridas en Colombia o Chile a fin de
desestabilizar las democracias en esos países, no son sino instrumentos para
potenciar el circuito comercial de la droga y el narcotráfico en especial hacia
Estados Unidos y Europa.
Los acuerdos presidenciales formalizados entre la República Islámica de Irán y la República Bolivariana de Venezuela desde cuando Chávez era el primer mandatario en ejercicio, permitieron a través de Pdvsa firmar contratos para construcción de viviendas e infraestructura, que han servido como fachada para cometer violaciones reiteradas a la justicia y a la ley, al forjar empresas fantasmas para lavado de dinero, que movieron inmensos recursos económicos mediante mecanismos ilegales para evadir las sanciones de los Estados Unidos y de la Unión Europea en contra de Irán y de Venezuela.
No habrá posibilidad de
estrategia eficaz para superar la tragedia nacional mientras no se asuma la
naturaleza criminal del régimen, que está conectado al crimen organizado
transnacional y cuyos tentáculos hacen peligrar la seguridad hemisférica de
Occidente por su capacidad de acción a escala planetaria.
Así lo han puesto de
relieve las recientes detenciones de Alex Saab, “enviado especial” de Maduro
para Irán, o las declaraciones del “Pollo” Carvajal o de la antigua enfermera
de Chávez, vuelta tesorera de la república, Claudia Díaz, ambos en proceso
inminente de extradición por solicitud del Departamento de Justicia
estadounidense.
Venezuela, por el
abandono del Estado de sus obligaciones constitucionales, es un país ocupado
por la miseria, la ruina de la economía productiva, el colapso de los servicios
públicos e infraestructura y en la actualidad, por la pandemia de covid 19, que
está destruyendo a tantas personas y ha matado en forma prematura a muy
valiosos amigos. Por la estructura criminal mafiosa del régimen, cuyo único
objetivo es mantenerse en el poder a cualquier precio, es un país ocupado por
fuerzas extranjeras, civiles y militares, provenientes de Cuba, Rusia, Irán,
China y Turquía; el régimen ha consolidado sus lazos criminales con aliados que
representan autocracias depredadoras o regímenes dictatoriales que defienden
sus intereses supranacionales, no el progreso de Venezuela.
Estamos ante una
geopolítica criminal. La solución para desmontar el entramado delictivo
transnacional no se resuelve diplomáticamente. Será mediante una alianza penal
internacional de gobiernos democráticos y actores no estatales.
Marta De La Vega es
Investigadora en las áreas de filosofía política, estética, historia. Profesora
en UCAB y USB.
26-10-21
https://talcualdigital.com/la-raiz-geopolitica-de-la-crisis-venezolana-por-marta-de-la-vega/
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