Ismael Pérez Vigil 23 de octubre de 2021
Es
difícil sustraerse de comentar sobre el tema de la extradición de Alex Saab,
defendido inusitadamente, fuera de todo límite y proporción, por el régimen
venezolano, lo que llena de asombrosa sorpresa y levanta todas las suspicacias
y sospechas.
Aunque no pienso entrar en disquisiciones jurídicas, la primera lección de este caso, podría ser la manida frase: la justicia tarda, pero llega; pero esa no es la única lección y lo que más me interesa destacar son los aspectos políticos del problema.
Con
respecto a la repercusión del caso en términos políticos, que es nuestra
preocupación más inmediata, es donde tenía la duda para escribir sobre el tema,
pues a pesar de que soy usualmente optimista, no creo que esa repercusión vaya
a ser muy alta. Como ya dije en un artículo anterior (https://bit.ly/2XtaUWZ), no creo que Saab −ni
ninguno de los reos ya detenidos o en proceso de extradición− vaya a decir
cosas que no sepamos y, sobre todo, que no lo sepan los norteamericanos que han
ordenado su detención y que le deben tener la pista bien seguida y las cuentas
bien sacadas.
Además,
aunque Saab era la cabeza de todo un entramado de negocios, varios de ellos
para burlar las sanciones internacionales impuestas al régimen, no creo que,
para el gobierno venezolano, la “ausencia” de Saab, a estas alturas del
partido, sea insustituible o muy crítica; llevaba más de un año preso en Cabo
Verde y no creo que los negocios del régimen se hayan detenido por eso; y lo de
“muy crítica”, dependerá de que tanto sepa Saab; pero, sobre todo, que tanto
esté dispuesto a revelar. Sin embargo, caben todas las especulaciones con
respecto a la repercusión de la detención y extradición de Saab, o a lo que el
reo pudiera revelar en el desarrollo de su juicio y el impacto que eso pueda
tener en los “negocios” del régimen.
Al
respecto, surgen interrogantes y dudas que es bueno tener en cuenta para tratar
de explicarnos algunas cosas que pueden suceder; por ejemplo, primero, ¿Qué
tanto sabe Saab que los norteamericanos no sepan ya?; más importante: ¿Qué
tanto de lo que sabe o sabía Saab sigue en pie y cuya revelación pueda
representar un peligro para el régimen, después de más de un año que tiene
detenido en Cabo Verde?, sin duda lo que representaba algún peligro ya debe
haber sido desmantelado; y segundo, lo más especulativo, ¿Qué tanto estará
dispuesto a revelar Saab?, sobre todo ahora que ya se comienza a hablar
abiertamente de amenazadoras “cartas”, advertencias a familiares, etc. Si esto
no es así, ¿Qué sentido tiene que la esposa de Saab tenga que aclarar las
condiciones bajo las cuales está en Venezuela? Es fácil sospechar que en todos
estos casos podría operar el silencio mafioso, lo que los sicilianos llaman la
“omerta”.
En
cualquier caso, debemos prepararnos para un juicio largo, no menos de un año,
con muchos fuegos artificiales a su alrededor, probablemente con pocas
revelaciones sensacionales o sensacionalistas y con un resultado condenatorio,
sobre el que no tengo dudas que se producirá, pero que a lo mejor no cubre las
expectativas que muchos puedan tener. Ya vemos que Alejandro Andrade, el extesorero
de Venezuela, lo acaban de sentenciar a tres años y medio de prisión en los
EEUU, de los cuales ya tiene buena parte cumplidos, por lo que podría salir en
libertad muy pronto. Queda por ver, cosa que ignoro, el destino de los bienes
que se le incautaron, si es que se le incautaron.
Pero
hechas todas estas salvedades, para moderar expectativas, hay aspectos
positivos que destacar en todo lo que está ocurriendo y ocurrirá. Lo primero es
que hay indudables motivos de celebración, para muchos, y de pesar para otros.
Todos hemos visto y leído muestras de verdadera celebración y satisfacción
porque en alguna parte funcione la justicia; que un reo acusado de cometer
delitos contra el pueblo venezolano, a pesar de los cuantiosos recursos
económicos dilapidados para contratar abogados que retrasaran lo que hoy
constatamos era inevitable, que a pesar de todas las triquiñuelas desplegadas y
las amenazas y jugadas desesperadas del régimen, que a pesar de todo eso, ese
reo inexorablemente se enfrentará, desde un calabozo, a un juez y un jurado.
Abro
paréntesis; se puede dar por satisfecho Alex Saab, pues sin duda va a tener
−frente a ese juez y jurado− muchas más oportunidades de defenderse, si es que
tiene defensa, que los miles de presos comunes y cientos de presos políticos
que en Venezuela no tienen esa oportunidad. Por lo pronto, será juzgado por lo
que haya hecho, no por lo que haya dicho o se interprete que ha dicho, como
ocurre aquí. Seguro contará Alex Saab con todas las garantías, como ha tenido
hasta ahora, para defenderse; disfrutará de eso que llaman el “debido proceso”,
que en otros países existe y que aquí ya no sabemos lo que es; cierro el
paréntesis.
El
pesar, que mencioné, no lo sentimos los que nos oponemos a este régimen de
oprobio; el pesar lo sienten el régimen y sus acólitos. Sin duda tiene un
efecto demoledor, interno e internacional, esas imágenes de Saab, con pelo
largo, ojos enrojecidos, vestido de naranja y esposado en una celda, imágenes
que todos vimos en un humillante vídeo que se hizo viral, como era de
esperarse. No creo que sea una imagen que favorezca al régimen y sí debe dar
mucho que pensar a algunos de sus acólitos, los que hacen negocios con ellos, o
se han enriquecido con el régimen; es una advertencia que puede tener sus
efectos y producir fisuras.
Esa es
la segunda lección de este caso: El miedo no solo es libre, es también
democrático. El miedo es ese frio que se siente correr en los huesos al
constatar que −perdonen el lugar común− el brazo de la justicia es largo y
puede llegar en cualquier momento: En un aeropuerto, de paso hacia otro
destino; en un viaje de vacaciones o de disfrute de bienes mal habidos; en una
inocente tarde de compras en algún centro comercial de un país democrático; en
una visita a algún hijo o familiar que esté estudiando o viviendo en el
exterior; en un viaje de “negocios”; en fin, en cualquier parte.
En lo
más inmediato, tras la sacudida inicial y el teatro montado de “dignidad
ofendida”, creo que el régimen regresará a la mesa de negociación en México; tiene
todo el tiempo por delante, poco que perder allí y mucho que ganar −dadas sus
expectativas, creo que infundadas, de liberarse de las sanciones− y sabe que
siempre se puede levantar de la mesa, más adelante, con cualquier pretexto,
como ya hemos visto en dos ocasiones, con el mismo tema de fondo: la
extradición de Saab.
De las
fisuras que se logren abrir y ensanchar en el bloque de poder del régimen, que
hoy luce sólido y compacto, lo hemos dicho antes, dependerá que se pueda
avanzar en una negociación exitosa en México; dependerá de la fuerza interna e
internacional que logre articular y congregar la oposición. ¿Qué tanto pueda
impactar, ayudar, el caso Saab y el de otros extraditables, en ampliar esas
fisuras y debilitar al régimen?, es algo que aún está por verse.
Por lo
pronto la única acusación que enfrenta Alex Saab es por lavado de dinero, 350
millones de dólares y conspiración para lavado de dinero, cuya pena máxima son
20 años, pena que se puede reducir si se declara culpable; aunque pudiera ocurrir
que durante el proceso se le formulen más cargos pues son muchos más los
delitos de los que se pudiera acusar a este personaje, como bien sabemos
gracias a los valientes reportajes del periodista Roberto Deniz, perseguido,
exilado y acosada su familia por el régimen; al mencionarlo para concluir este
comentario vaya para él todo el apoyo y agradecimiento, en nombre de la verdad
y de todos los venezolanos.
Ismael
Pérez Vigil
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