Por Vanessa Davies y José Gregorio Yépez
El investigador plantea un nuevo paradigma: “El canje de
sanciones a cambio de incentivos condicionados a una mejora en las garantías
electorales”. Considera que la mediación internacional puede hacer “una oferta
creíble al Gobierno y a la oposición” y proponer un gobierno de coalición con
objetivos definidos
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una salida para la multidimensional crisis que vive Venezuela es la
preocupación de la mayoría de los que habitamos el país y es curioso ver a un
economista insistir en que, si hay que transitar un camino, “La ruta es
electoral”.
Precisamente,
este el nombre del libro escrito por Víctor Álvarez, de quien se pueden decir
muchas cosas: Premio Nacional de Ciencias, profesor universitario, exministro,
por decir tres de ellas, pero siempre se tendrá que poner por delante su
interés de generar aportes para conseguir soluciones al país.
Sostiene
que Venezuela no puede dejarse en manos de un grupo de políticos que intentan
aniquilarse y agrega que “es momento para que los sectores empresariales, los
sectores laborales, el mundo de los investigadores, de los académicos, la
sociedad civil organizada demande y conquiste mayores espacios de influencia
allí donde se están efectivamente tomando las decisiones”, por ejemplo la Mesa
de Negociación en México.
Llega
puntual a nuestra cita, con su amabilidad característica y don de gente, y así
comenzamos la conversación en nuestro espacio “Con tres puntos”.
-Si
la ruta es electoral… ¿Cómo convencer a quienes están decepcionados en este
momento del tema electoral, para que volvamos a esa ruta como alternativa para
el cambio político?
-Este
libro es una contribución que justamente viene a tratar de reconstruir la
confianza en esa herramienta de cambio que tenemos todos los ciudadanos que es
el voto. El voto que se ha visto tan devaluado en los últimos años con todas
estas campañas que afirman que “en Venezuela se vota pero no se elige”, “la
dictadura no cae con votos”, que “participar en las elecciones es convalidar
una farsa electoral. Ya hemos visto que con eso lo que hemos hecho es perder
espacios de lucha institucional, de resistencia institucional y yo creo que nos
queda ahora entender que, más allá de estos atajos que se le quisieron vender
al país con vías violentas insurreccionales, cuando se apostó al Cucutazo para
tratar de provocar un enfrentamiento entre la Fuerza Armada Venezolana, el
conato de Golpe de Estado el 30 de abril frente a la Base Aérea de La Carlota,
la Operación Gedeón, cuando mercenarios quisieron invadir el país. También los
llamados a la activación del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca, o
activar el numeral 11 de la Constitución para autorizar la presencia de tropas
extranjeras en el país. Eso nos acercó mucho a esa posibilidad de que el
conflicto venezolano se resolviera por una vía violenta. Creo que ahora, que
nos hemos alejado de ese camino, lo que nos toca es darle fuerza a la vía
electoral para no volver a pensar más nunca que el conflicto venezolano se va a
a resolver por esas opciones.
-Pero la gente pareciera no estar muy convencida, según los resultados electorales pasados: 30% de participación, incluso se dice que menos entonces. Le insisto… ¿cómo convencemos a la gente que tiene sus cuatro metros de necesidad de que la ruta del cambio para su día a día es la electoral.
-Es una tarea demasiado difícil por las circunstancias que describía anteriormente. Sobre todo porque tenemos, lamentablemente, un discurso de la dirigencia política venezolana que está poco sincronizado y está poco sintonizada con el sentir nacional, el clamor nacional. Uno ve a los dirigentes políticos exigiendo mejores condiciones electorales para que puedan ellos participar y tener opción de ganarle a los candidatos del Gobierno, uno ve que se quejan de la persecución a sus líderes políticos, uno ve que se quejan de la intervención de partidos y como arrebatan los símbolos para dárselos a aliados que le hacen el juego al gobierno. Uno ve la justificada y legítima queja también sobre el abuso que el Gobierno hace de los fondos públicos y de los medios públicos para promover a sus candidatos. Pero uno ve el discurso político muy empobrecido de un mensaje que responda a las necesidades de la gente. Uno ve una oferta electoral que no precisamente está signada por cómo la gente va a resolver los problemas de agua, los problemas de electricidad, los problemas de gas doméstico, los problemas de telecomunicaciones, los problemas de alimentos. Eso crea una brecha muy grande entre lo que es el discurso político y las necesidades de la gente. Creo que esa es la tarea. La exigencia nuestra como ciudadanos, porque yo hablo desde ese malestar nacional, desde ese descontento nacional con la dirigencia política, tanto del gobierno como de la oposición. Creo que nosotros con nuestro voto, como ciudadanos, podemos interpelar a esa dirigencia política. Podemos emplazarla para que se conecte mucho más con lo que son las demandas, el sentir, el clamor de este país. Es un trabajo largo porque no lo vamos a resolver ni en las elecciones del 21 de noviembre, ni las vamos a resolver en las próximas parlamentarias, ni en las próximas elecciones presidenciales. Rescatar este camino es una cosa complicada. Yo escribí este libro, no para vender baratijas, sino para que quien lo lea pueda ver que si nosotros queremos construir ciudadanía, si queremos construir un país que tenga esa capacidad de interpelar y de emplazar a la dirigencia política para tener una mejor calidad de la acción política. Tenemos que ser muy conscientes de qué es lo que nos estamos jugando como país si dejamos que cobren fuerza nuevamente los atajos violentos y las salidas insurreccionales.
-Al
escucharlo pareciera que el gran problema de este país es la gente que no
quiere un determinado gobierno. Resulta que la gente que no quiere al gobierno
de Nicolás Maduro es la mayoría. Tal como usted lo plantea, parece que el
problema es la oposición y no el que ejerce el poder.
-Sin
caer en la antipolítica, porque yo reivindico el ejercicio de la política para
la construcción de la nación, para la construcción de un país, planteo que es
la exigencia nuestra a la dirigencia política, tanto del gobierno como de la
oposición.
-¿Y
hay algo de la administración Maduro que usted cuestione? Todo lo que ha
cuestionado se refiere a quienes lo adversan.
-Está
a la vista el desastre nacional que se ha cometido con un país que en los
últimos siete años ha visto como el tamaño de su economía se redujo en 80%. Eso
es como si una persona que pesaba 100 kilos la vemos siete años después y pesa
20 kilos. ¡Perdió 80 kilos! Eso lo que ha pasado con la economía venezolana. Se
ha perdido el 80% de su tamaño. La economía venezolana es apenas 20% de lo que
era hace siete años, está prácticamente en el hueso, no produce y eso
justamente explica buena parte de los problemas de escasez que sufren todos los
hogares, las instituciones e incluso empresas venezolanas. Todos sabemos que el
producto más caro es el que no se consigue y esa escasez provoca esta
hiperinflación que azota a los hogares.
-Se están tomando medidas de fiscalización de precios. ¿Qué opina sobre esto?
-Es
reeditar el problema que hemos tenido, porque la mejor manera de combatir la
inflación no es ni controlando, ni fiscalizando los precios. La mejor manera de
combatir la inflación es a través de una política de promoción de inversiones
que permita regenerar el tejido empresarial venezolano, que permita multiplicar
el número de empresas por cada 10.000 habitantes, de modo tal que haya una
abundante oferta de productos que puedan competir por ganarse la preferencia
del consumidor ofreciéndole un producto de buen precio, de buena de buena
calidad. Esa es la mejor manera de combatir la inflación y la hiperinflación.
Sin embargo, un gobierno que no entiende las leyes de la economía, que no
estudia las leyes de la economía, sencillamente esa ignorancia les hace diseñar
políticas que están totalmente a contrapelo de lo que es cualquier lógica
económica y lo que hace es agravar el problema real.
-¿Esto
nos va a llevar a más escasez?
-Esa
fiscalización es un remedio peor que la enfermedad.
-Es
decir, no es un remedio.
-No
es remedio. Es un agravante de una situación. ¿Qué debería hacer el Gobierno?
Diseñar un conjunto de incentivos para promover la reactivación de esas
empresas que están todavía instaladas en el país, que están produciendo a 20% o
30%.
-¿Cuáles
son los estímulos que debería dar el Gobierno para esas empresas?
-Hay
estímulos fiscales, exoneraciones de impuestos. Hay estímulos financieros para
facilitar el acceso al financiamiento. Una de las cosas que se debería hacer es
revisar esa ruinosa política monetaria que prácticamente impide que haya
créditos a la producción y al consumo.
-¿Se
refiere al encaje?
-El
encaje legal prácticamente congela la mayoría de los depósitos que captan los
bancos que deberían ir a financiar la reactivación de la agricultura, de la
industria. No se puede hacer, no hay financiamiento en este país ni a la
producción ni al consumo. Aquí en Venezuela hace rato que desaparecieron los
créditos para los vehículos. Antes alguna persona pedía un crédito de 24 a 36
meses y se compraba un carro. Los créditos hipotecarios ni hablar.
-Pero
hay un cierto alivio. Es decir, hay un sector que evidentemente tiene y está
consumiendo. ¿Esto puede permear, beneficiar a más gente, o se va a quedar en
ese grupito?
-Creo
que efectivamente hay señales de mejora y pudieran efectivamente consolidarse
si se desarrolla un buen programa de reformas económicas, con las medidas
correctas aplicadas en un orden lógico, a la velocidad indicada, bien
comunicadas y bien informadas al país. Lamentablemente tenemos medidas
aisladas. Hay una dolarización transaccional, pero que no está coordinada a su
vez con un proceso de privatización transparente de los activos públicos.
-Justamente
sobre eso le quería preguntar. Un Gobierno que se llama de izquierda,
socialista, consigue en la dolarización algunos mecanismos para paliar su
crisis. De hecho se dice que esa dolarización ha incidido en una mejora del
comportamiento de la inflación al desacelerarse. ¿Eso es un éxito?
-Un
avance parcial no puede considerarse un éxito hasta que no logren objetivos de
mayor grado de elaboración que tienen que ver con la estabilización de la
dinámica económica, con la equidad social, con la solución de la crisis
política. Son pañitos calientes que te alivian un dolor, son un efecto
analgésico que te resuelve el problema, el dolor de cabeza o el mareo, pero que
luego rebrota y vuelve a aparecer. Por eso planteo que, si bien es cierto, este
Gobierno ha abandonado ese modelo nacionalista, estatista, controlador y vemos
un modelo de apertura del mercado interno a toda clase de importaciones sin
arancel -que de paso compiten ventajosamente con la producción agrícola,
industrial nacional. La desplaza y hasta la arruina- vemos un proceso de
desregulación y desmantelamiento de los controles. Atrás quedó el control de
cambios, atrás quedó el control de precios aquel, aunque se produzcan estos
brotes de fiscalizaciones, pero no es aquel control generalizado todos los
precios. Si bien hay un proceso de dolarización transaccional de la economía
que está presionando la dolarización financiera. Si hay un proceso de
privatización planteado con esta sesión de las empresas a través de operadores
privados que están financiando mucho a estas empresas, y si bien hay un llamado
a una apertura a la inversión extranjera, con esta permanente invocación a que
los capitales extranjeros vengan al país y se nota un cambio allí en el modelo
estatista y controlador… Hay
otras condiciones que hay que cambiar.
Al referirse a cuáles sería estas condiciones que deben ser transformadas destaca el contexto internacional en el que se desenvuelve la economía venezolana “porque mientras no se llegue a unos acuerdos políticos que permitan la flexibilización de las sanciones, es muy difícil que para el país vengan inversiones y sobre todo a aquellas que tienen que interactuar necesariamente con empresas del Estado venezolano, administradas por el Gobierno, porque cualquiera que venga aquí finalmente puede también ser acusado como uno conspirador para violar las sanciones”.
-¿El
escenario para esos acuerdos es necesariamente en México? O pueden haber otros
escenarios que permitan avanzar en materia económica.
-Uno
de esos escenarios México. No es el único y de hecho había una gran expectativa
sobre lo que podía pasar en México. Lamentablemente vemos como nuevamente se
patea la mesa de negociación con un evento que poco tenía que ver con lo que se
podía decidir allí en la mesa de negociaciones. Se sacrifican pasos y avances
que se podían haber logrado allí para resolver el canje de petróleo por
gasolina o de petróleo por alimentos y medicinas. También se pudo haber
liberado los mil millones de euros que están congelados en el Banco de
Inglaterra o el bloqueo de las cuentas de PDVSA y las del Banco Central de
Venezuel. Pudiesen haberse liberado esos recursos para reactivar la economía
nacional y haber tenido un año 2022 bastante mejor que este año 2021, que fue
menos malo que el 2020, pero que fue siguió siendo un año malo. Vemos como, por
una razón que tiene muy poco que ver o nada que ver con la agenda que ya se
estaba negociando, se aborta nuevamente un proceso de negociaciones que vuelve
a poner un panorama muy sombrío sobre lo que puede ser el curso de estas
negociaciones y la esperanza que había que el año 2022 fuese un año de
estabilización económica.
–Pero
justamente hay un problema porque para algunos sectores pareciera que la
preocupación está en que si arreglo la economía Maduro se atornilla. ¿Cómo meto
el tema económico en la negociación de México si eso va a terminar redundando
en que Maduro siga fortaleciéndose.
-Allí
hay una gran contradicción. Porque uno ve en esos sectores que están muy
preocupados porque Maduro se atornille, pero también se preocupa muchísimo por
no terminar de recibir este un país en ruinas. Saben que agarrar a Venezuela en
este momento con una economía que apenas es un 20% de lo que era, tendría
entonces que aplicar un conjunto de medidas donde los 180 días ese Gobierno
estaría en una crisis política tremenda. Se mira en el espejo de Macri en
Argentina. Se miran en el espejo de Piñera en Chile. Se miran en el espejo de
lo que le pasó a Lenin Moreno en su momento en Ecuador. Entonces se empeñan en
mantener un status, donde uno no los ve tan poco muy deseosos de tomar el poder
para no recibir un país en este grado de destrucción y prefieren mantener su
status, su reconocimiento internacional a un gobierno, que no es tal. Por eso
una de las cosas que planteo en ese libro es que lo que más conviene al interés
nacional es un gobierno de coalición.
-¿Cómo
sería? ¿Cómo sería si lo diseñara usted?
-Ahí
es donde yo veo entonces el aporte y la tremenda contribución que puede hacer
la mediación internacional. Hasta ahora venimos de una presión internacional
caracterizada por el cerco diplomático, la presión diplomática contra el
gobierno de Maduro y el endurecimiento de la sanciones y eso nos ha dado
resultado. Mi planteamiento es olvidar ese ese paradigma de endurecimiento de
las sanciones y plantear un nuevo paradigma que es el canje de sanciones a
cambio de incentivos, condicionados a una mejora en las condiciones y garantías
electorales para darle fuerza a la ruta electoral, esa sería la estragtegia.
-¿Cómo
es el canje?
-La
mediación internacional le puede hacer una oferta creíble al gobierno y a la
oposición para conformar entre ambos ese gobierno de coalición condicionado al
logro de tres objetivos fundamentales. Uno. Un programa de reformas económicas
para estabilizar la economía. Dos. La reinstitucionalización de todos los
poderes públicos incluyendo el Tribunal Supremo de Justicia. Tres. Un desarme
de los grupos irregulares de modo tal que luego que se cumplan esos tres
objetivos, Sí se convocan elecciones presidenciales de tal forma que quien
resulte electo recibe entonces un país con una economía saneada, un país
reinstitucionalizado y pacificado, que se pueda gobernar.
-¿Y quiénes hacen eso? ¿Quiénes hacen programa económico, la reinstitucionalización y quiénes desarman a la gente?
-Obviamente,
un gobierno de coalición tiene que convocar a lo mejor que el país tiene. Esto
no puede seguir siendo entregado en las manos en manos improvisadas de piratas.
Tienen que ser cosas muy bien pensadas, por eso una de las condiciones que
planteo dentro del programa de reformas económicas, que tiene que ser muy bien
pensado, no puede ser estas cosas tan contradictorias que estamos viendo, que
si bien dan señales de mejoría no se sostienen en el mediano y largo plazo
porque no tienen sustento, no tienen fundamento. Eso supone no convocar lo
mejor que tiene el país en cuanto a capacidades humanas, talento nacional, pero
eso va a requerir muchísimo apoyo también internacional y va a requerir esa
nueva forma como la comunidad internacional puede entender y comprender la
solución del conflicto venezolano. Ya no va a ser tratando de doblarle el brazo
a alguno de los actores para arrodillarlo. No va a ser usando contradicciones
entre esos mismos actores políticos sino creando un ambiente propicio para que
esos dos sectores en pugna, se pongan de acuerdo y ofreciendo incentivos
financieros, abrir mercados a exportaciones venezolanas, incentivos de
asistencia técnica de asesoramiento. Puede ser lo que permitan que esos polos
en pugnas entiendan que, si efectivamente priorizan el interés nacional y ponen
al país por encima de sus intereses particulares y sus proyectos, es un acuerdo
perfectamente posible. Ahora si cada quien sigue tratando de imponer sus
proyectos particulares, como es lo que uno ve que acaba de pasar en México, por
la manera como tan abrupta no es como se interrumpe el proceso, el país no
termina de entender que hay buena voluntad.
-¿Cuál
sería el papel de los actores económicos como los trabajadores y los
empresarios en la construcción de ese plan porque hasta ahora no están por
ningún lado en México?
-Creo
que allí están las grandes lecciones que va a dejar la manera tan brusca como
se interrumpió este proceso de negociación. Mientras esto se deje única y
exclusivamente en manos de unos actores políticos cuyos proyectos o cuya
actuación está muy ceñida a sus intereses particulares, es muy difícil que el
interés nacional entre a marcar la pauta en esas agendas de negociación.
Entonces así como la sociedad civil tuvo un papel tan relevante en lo que ha
sido la reinstitucionalización del CNE y tomó una iniciativa que rompió con la
inercia de los partidos político, yo creo que este es un momento para que los
sectores empresariales, los sectores laborales, el mundo de los investigadores,
de los académicos, la sociedad civil organizada demande y conquiste mayores
espacios de influencia allí donde se están efectivamente tomando las
decisiones. Este es un asunto tan importante que ya el país no se le puede
seguir dejando en manos de unos grupos políticos que lo que están es apostando
a exterminarse y que cada uno apuesta a la rendición incondicional y humillante
del otro aunque el país esté cayendo apedazos.
25-10-21
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