Gonzalo González 28 de octubre de 2021
El régimen aunque controla la situación y tiene la iniciativa habita una especie de equilibrio inestable y enfrenta una serie de retos que tienen el potencial de debilitarlo, complicarle seriamente la gobernabilidad y poner en riesgo su estabilidad: el enorme rechazo ciudadano que suscita, la Emergencia Humanitaria Compleja en progreso que lejos de amainar o remitir se profundiza tal y como lo registra la última Encovi, la deficiente gestión de la pandemia, las sanciones internacionales, la posibilidad de que Maduro así como otros miembros de la nomenclatura roja sean sujetos de una investigación por parte de Corte Penal Internacional, las extradiciones a Estados Unidos de Alex Saab, El Pollo Carvajal y la extesorera nacional, la irreversible crisis de los servicios públicos, el déficit de combustible, la muerte en prisión en circunstancias nada claras del general Baduel así como otras decisiones y acciones que potencian y consolidan el referido rechazo nacional.
Del
otro lado de la acera las fuerzas democráticas confrontan una situación de
crisis de representatividad socio política, debilidad orgánica así como de una
falta de cohesión y unidad política entre sus integrantes, situación ésta que
le ha impedido aprovechar a cabalidad la desastrosa gestión del gobierno
chavista y la consecuente transformación de ese sector en minoría política.
La
conversión del régimen chavista en dictadura ha influido decisivamente en la
debilidad opositora, pero también sus propios errores no provocados. A pesar de
la situación de debilidad referida la parte más sustantiva y fuerte de las
fuerzas democráticas concurre bajo el paraguas de la MUD a los comicios de
noviembre porque entienden que la abstención cumplió su papel y lo pertinente
es confrontar al oficialismo en el terreno electoral.
En
este contexto están en progreso dos eventos interconectados y de mucha
importancia e influencia en el devenir próximo de la nación: el proceso de
diálogo en México y los comicios regionales y locales del 21 de noviembre.
Con
ambos eventos el oficialismo busca recuperar cierta legitimidad democrática que
termine o disminuya las sanciones de los Estados Unidos, de la Unión Europea y
permita el acceso a fuentes de financiamiento internacional, libere activos de
la República, permita ganar tiempo sin modificar en lo sustantivo su gobernanza
dictatorial.
Al día
de hoy, el dialogo mexicano está paralizado por la decisión del chavismo de
pararse de la mesa en protesta ante el caso Alexis Saab. Creo que no se trata
de una ruptura definitiva de las conversaciones (por los costos a pagar que
ello supone) sino más bien un gesto de afirmación política y la oportunidad de
ganar tiempo en espera de los comicios del 21N que el chavismo confía en ganar.
Lo que redundaría en su oxigenación así como en su fortalecimiento de cara a
una eventual negociación.
Faltando
26 días para el acto de votación, la campaña empieza formalmente mañana 28 de
octubre, el oficialismo emerge como favorito en virtud de que todavía persiste
una enorme indiferencia ciudadana hacia los comicios.
La
ausencia ciudadana de los centros de votación, la diversidad de candidaturas no
chavistas (aunque algunas son, en realidad, satélites del planeta rojo) más su
aceitada maquinaria son las bazas del chavismo para imponerse. Al chavismo le
conviene que la campaña se circunscriba a temas locales y se aleje lo más
posible de cualquier evaluación de la gestión del gobierno nacional.
El
escenario arriba descrito puede y debe ser trastocado por las fuerzas que
tienen la capacidad de polarizar con el régimen y esa no son otras que las
agrupadas en la MUD.
Para
ello el mensaje de la campaña debe ser el de asumir los comicios desde la
perspectiva de un discurso que vincule la terrible situación nacional con la
regional y local. Convoque a los venezolanos a castigar al régimen mediante el
voto; siendo este el único recurso a disposición para generar una masiva
movilización ciudadana para expresar su descontento.
Sería
un desperdicio enorme e inexplicable que las fuerzas democráticas no se
propusieran usar el 21N para aprovechar el descontento nacional ante una
gestión gubernamental fracasada, agotada, en medio de enormes problemas de
gestión que confronta glosados al comienzo del artículo.
Lo
demás es regalarle una victoria inmerecida al régimen y a sus aliados
interesados en mantener el dañino statu quo imperante.
Gonzalo
González
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