San Josemaría 23 de octubre de 2021
@sJosemaria
Me has
escrito: “orar es hablar con Dios. Pero, ¿de qué?” –¿De qué? De Él, de ti:
alegrías, tristezas, éxitos y fracasos, ambiciones nobles, preocupaciones
diarias..., ¡flaquezas!: y hacimientos de gracias y peticiones: y Amor y
desagravio. En dos palabras: conocerle y conocerte: “¡tratarse!”. (Camino, 91)
¿Cómo hacer oración? Me atrevo a asegurar, sin temor a equivocarme, que hay muchas, infinitas maneras de orar, podría decir. Pero yo quisiera para todos nosotros la auténtica oración de los hijos de Dios, no la palabrería de los hipócritas, que han de escuchar de Jesús: no todo el que repite: ¡Señor!, ¡Señor!, entrará en el reino de los cielos. Los que se mueven por la hipocresía, pueden quizá lograr el ruido de la oración -escribía San Agustín-, pero no su voz, porque allí falta la vida, y está ausente el afán de cumplir la Voluntad del Padre. Que nuestro clamar ¡Señor! vaya unido al deseo eficaz de convertir en realidad esas mociones interiores, que el Espíritu Santo despierta en nuestra alma (...).
No me
he cansado nunca y, con la gracia de Dios, nunca me cansaré de hablar de
oración. Hacia 1930, cuando se acercaban a mí, sacerdote joven, personas de
todas las condiciones -universitarios, obreros, sanos y enfermos, ricos y
pobres, sacerdotes y seglares-, que intentaban acompañar más de cerca al Señor,
les aconsejaba siempre: rezad. Y si alguno me contestaba: no sé ni siquiera
cómo empezar, le recomendaba que se pusiera en la presencia del Señor y le
manifestase su inquietud, su ahogo, con esa misma queja: Señor, ¡que no sé! Y,
tantas veces, en aquellas humildes confidencias se concretaba la intimidad con
Cristo, un trato asiduo con Él. (Amigos de Dios, nn. 243-244)
Tomado
de: https://opusdei.org/es-ve/dailytext/senor-que-no-se-hacer-oracion/
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