José Manuel Cuevas 20 de octubre de 2021
@JoseManCuevas
Desde
la dirección del medio Colombiacheck, el periodista venezolano Jeanfreddy
Gutiérrez tiene una mirada privilegiada sobre las personas migrantes que
involucran a ambos países y de lo publicado acerca de ellas.
Jeanfreddy
Gutiérrez es uno de los casi dos millones de venezolanos que viven en Colombia.
Periodista de 43 años nacido en Maracay, a 120 kilómetros en carretera de
Caracas, fue uno de los pioneros en Venezuela del periodismo de datos y
verificación, o fact-checking.
Empezó en 2015 en el medio desaparecido El Cambur, cofundó Cotejo.info y después llegó a Efecto Cocuyo, donde formó parte del equipo que ganó en 2018 el Premio Gabo por el especial Venezuela a la fuga, sobre el fenómeno migratorio, junto al diario colombiano El Tiempo.
Cada
vez más convencido de que tendría que irse de Venezuela, a principios de este
año superó un proceso de selección para dirigir Colombiacheck, el medio
especializado en fact-checking del país vecino. Tomó las riendas en marzo, y
desde entonces lidera un equipo con el que también da talleres a periodistas en distintas ciudades de Colombia e
impulsa la lucha contra la desinformación sobre y para los migrantes
venezolanos.
Desde
Bogotá, donde siente el contraste de ser un caribeño en la montaña, atiende a
la Voz de América. Habla sobre cómo vio el deterioro
institucional de Venezuela en la falta de datos públicos, acerca de la desinformación
sobre sus paisanos en Colombia y de los proyectos que tiene en marcha o que
contempla para darle la vuelta.
VOA:
¿Qué tanto cambió el fact-checking mientras se recrudecía la crisis en
Venezuela?
Cambió
mucho. Cuando hacíamos periodismo de datos logramos bajar las bases en Excel y
documentos en PDF de webs institucionales, y empezamos a registrar documentos
de Memorias y Cuenta. Entonces empezamos a notar cómo las instituciones
cambiaban las bases de datos con nombres como “Te estamos vigilando, Jeanfreddy”
u “Ojo con El Cambur” para que supiéramos que ya se habían dado cuenta de qué
técnicas periodísticas estábamos usando.
Hasta
2015 todos los documentos de los ministerios estaban disponibles y, como eran
documentos técnicos, se mostraban millones de bolívares no usados, mal usados,
desperdiciados, de proyectos que no se terminaron o que se retrasaron. Al año
siguiente ya no se publicaban: las bases de datos que estaban en Excel las
empezaron a poner en PDF, las de PDF las pusieron en buscadores... Durante 2016
todavía había bases de datos, pero eran secundarias o de instituciones no tan
ligadas al poder central. Todavía podíamos corroborar información o comparar a
Hugo Chávez con los presidentes anteriores, pero el Gobierno pasó a quitar
bases de datos, a eliminar estadísticas, o a dejarlas con siete u ocho años de
retraso.
VOA:
¿Se podía pedir información?
Sí,
pero ni siquiera era posible hablar con funcionarios bajos o medios. Siempre te
iban a decir: “No estoy autorizado para declarar”... Y hay un límite en las
fuentes anónimas, que han sido obligatorias. Eso ha ido evolucionando hasta que
ahora todo lo que se verifica es contenido viral. No se verifica el discurso
público, pero por la falta de declaraciones y de documentos para contrastar. El
único discurso público era Nicolás Maduro.
VOA:
Con cada vez menos prensa independiente y menos acceso a internet, ¿cómo se
amoldó la opinión pública respecto a ese discurso oficial?
Pasamos
del escepticismo y el cinismo a una total desconexión. Primero, por las fallas
de internet y electricidad. Lo segundo es que los propios simpatizantes del
Gobierno empezaron a decir: “Estos tipos de verdad mienten”. Y la migración de
los más jóvenes obligó a muchas de esas familias a pensar: “Algo debe estar
pasando para que mis hijos perciban que aquí no hay futuro y se vayan”.
VOA:
Incluso hay quienes desde fuera les cuentan a sus familiares lo que pasa en el
país...
Sí,
pero es por eso: si ya no confías en la televisión y la mayoría de los medios
tradicionales están cooptados o cerrados, te quedas en un micromundo. Sobre los
medios alternativos, lo dice Luz Mely Reyes [directora de Efecto Cocuyo]:
todos los grandes periodistas, plumas y colaboradores de los medios
tradicionales estamos en los alternativos. Los creamos o formamos parte, pero
la gente no los conoce. No es lo mismo tener 120 años como El
Nacional o 100 años como El Universal, que ocho
años, siete o tres.
Además,
como se ha dicho muchas veces, “Twitter no sube barrio”. Hay que recurrir a
Facebook o a iniciativas como El Bus: periodismo fuera de línea hecho por los
propios vecinos que reproducen lo que leen en internet y lo pegan en la pared
de la iglesia. Es decir, hay formas alternativas, pero el impacto de los medios
alternativos es muy pequeño.
VOA:
En estos años también se ha disparado la migración. ¿Cómo vio la desinformación
sobre el tema al llegar a Colombia?
Yo ya
había publicado en Colombiacheck sobre aquello de que los
venezolanos son responsables de la inseguridad, con datos del portal de datos
abiertos de Colombia. Justamente, una de las primeras cosas que hice al llegar
fue actualizar esas cifras y estamos preparando una tercera versión. En Bogotá
sí están subiendo los hurtos cometidos por venezolanos, pero la explicación
también pasa por la vulnerabilidad, la cooptación por parte de grupos armados,
la gran cantidad que aún no se ha podido regularizar…
Tenemos
un proyecto con Internews que comenzó el 1 de junio para verificar
desinformación entre grupos de migrantes venezolanos, colombianos retornados y
comunidades de acogida. Fuimos descubriendo que hay desinformación que solo
circula entre venezolanos, como “te voy a renovar tal permiso” o “sin cédula
puedes obtener…”. Todo tipo de estafas que a un colombiano no le interesarían
porque no le causarían engaño. Pero también descubrimos la falta de
conocimiento, por ejemplo, de cómo son las creencias religiosas en Venezuela. “Trajeron
la santería cubana, brujería…”: ya hemos explicado que eso no es así.
VOA:
Aparte de esa desinformación en redes sociales, ¿qué notó en el trato mediático
a la migración venezolana?
Lo
típico era resaltar la nacionalidad cuando había un hecho delictivo. Noté la
explotación de la nacionalidad para generar clics y para ponerse en la opinión
púbica. El debate no debería ser así, pero mucha gente ha caído. Migración
Colombia nos ha dicho que en Bogotá se habla de inseguridad, pero en Santa
Marta de las “quitamaridos”, como pasa en Perú. Hay matices sobre la influencia
en cada caso. Por supuesto, en Norte de Santander es otra cosa porque ahí sí
hay cercanías culturales con los andinos venezolanos. Pero hay nichos de
desinformación.
VOA:
Hablaba antes de la iniciativa de El Bus. ¿Cómo ha sido replicarla en
Colombiacheck con los llamados “papelógrafos”?
Nosotros
contratamos una tracker nacida en Cali, criada en Venezuela y
que acaba de regresar casada y con dos hijos, que es una activista
extraordinaria y periodista de muchos años de experiencia. Descubrimos que
necesitábamos a alguien así, que entendiera los dos lenguajes, las dos
culturas. Ella ha logrado hacer contactos con los líderes para mostrarles qué
hace Colombiacheck e impulsar los papelógrafos y los
audioboletines. Ya hemos puesto papelógrafos en cuatro ciudades de Colombia.
VOA:
¿Qué feedback han podido tener?
Estamos
publicando hilos en Twitter sobre la historia de cada papelógrafo. Cómo los ha
recibido cada comunidad, qué dicen sobre esto y un tercer descubrimiento: los
migrantes venezolanos solo consumen medios enfocados en ellos. El
Venezolano Colombia, Ávila Monserrate... No leen El
Espectador ni miran RCN, simplemente porque hay
muchas cosas allí que no les interesa. Entonces cuando escuchan que algo
llamado Colombicheck está verificando, la mayoría de las veces
sienten un agradecimiento. Por supuesto, también nos han tenido que corregir,
porque los productos no estaban tan venezolanizados.
VOA:
¿En qué sentido?
El
lenguaje. Para nuestros boletines contábamos con locutores colombianos, pero
ahora los narra Paula Andrea Jiménez, que es conocida en la televisión
venezolana. Tenemos canales de WhatsApp para llegar a los líderes, que los
ponen en sus reuniones o los repiten. Justamente nos dimos cuenta de que había
audios que ellos repetían porque se sentían ajenos, pero ahora con la voz de
alguien que reconocen los están usando. Aprendimos mucho sobre cómo querían
ellos que se informaran sobre estas cosas.
VOA:
Venezuela a la fuga fue un hito periodístico, ahora esto es información
servicio... ¿Hay algún otro proyecto transnacional en marcha sobre la migración
venezolana?
Aún
no, aunque tenemos muchos amigos que están haciendo periodismo migrante, como
Cápsula Migrante en Perú. Ahora, sí hemos impulsado el contacto con
verificadores de varias partes del mundo. Lanzamos Infotrición, una extensión
para los navegadores que permite reconocer si un contenido ha sido verificado
por una docena de verificadores latinoamericanos. La mayoría de los socios
están en Venezuela, Ecuador y Perú.
Hace
una semana, Chequeado [de Argentina] propuso que hiciéramos una alianza similar
a la de las vacunas de LatamChequea, con cambio climático. Pero entonces se
abrió el compás porque con el caso del dióxido de cloro entendimos que eran
redes internacionales coordinadas que se adaptan al discurso, así que migración
y violencia de género también van a ser temas para verificar en conjunto y no
repetir esfuerzos.
VOA:
Se habla de “migrante” como quien sale y llega en condiciones menos favorables,
pero no tanto como el miembro de familias más pudientes que pudo irse en las
primeras oleadas. ¿Cómo abordar desde los medios a tantas personas del mismo
país, pero que migran por razones diferentes o forzados en distinta medida?
Lo
estamos ensayando. En mi curso de desinformación estoy incluyendo un capítulo
de migración que habla de eso. Con Hugo Chávez migró gente con PhD, más
pudiente, y durante veinte años no molestó, como tampoco el subsidio que permitía
migrar con 5.000 dólares. Ahora, la última oleada de 2017 para acá, la de los
famosos caminantes, ha traído ese tipo de prejuicios. Lo que más hemos
encontrado es que se omite o se olvidan las olas anteriores precisamente por la
aporofobia. Entonces el problema es el migrante pobre que viene a afectar el
sistema de salud, el sistema de pensiones o la seguridad, o los niños que no
están vacunados, que se roban todos los cupos de las escuelas… Estamos tratando
de enseñar que existe toda esta migración distinta porque hemos encontrado
sesgos en los periodistas, especialmente en los regionales, y no solo sobre
este tema.
VOA:
Es curioso que un venezolano haya acabado liderando en Colombiacheck la lucha
contra la desinformación, entre otras, sobre la propia migración venezolana.
¿Qué significó para usted migrar?
Una de
las cosas que sentí cuando vine es que montarme en un avión resolvió la mayoría
de mis problemas. Hay agua, luz, internet, gas doméstico, transporte público, y
eso parece una nimiedad hasta que no las tienes. Entonces me llené de
certidumbres: ya no tengo que prenderle una velita a nadie, hay internet para
esta entrevista... En lo profesional también hubo un cambio buenísimo porque
los venezolanos objetamos mucho las cosas. En Colombia la cadena de mando es
más respetuosa y eso me ha gustado mucho.
VOA: …
¿Y pasar del Caribe a la montaña?
Fue un
cambio en las relaciones personales. No es tan fácil establecerlas como en el
Caribe, como vi en Santa Marta, donde el intercambio de teléfonos, las
invitaciones a la casa o a salir son inmediatas, rápidas, y en Bogotá no. Fue
un alivio ir la semana pasada y no pedirles a los alumnos que me repitieran ni
ellos a mí. Pero nosotros [con su esposa] estamos aquí tratando de hacer
amistades, de ampliar el círculo, de entendernos como migrantes.
Yo
viví antes en Holanda y en Barcelona, pero creí que a pesar de las malas
condiciones no me iba a ir nunca de Venezuela, hasta hace un par de años,
cuando empecé a mirar las posibilidades. Quería hacerlo como afortunadamente lo
logré en 2021: a través de mi carrera, de un logro profesional que me permitiera
evadir las vicisitudes que tantos amigos contaron. Ahora estoy muy feliz de
haber migrado, además, en avión. Es todo un privilegio.
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