Laureano Márquez 27 de octubre de 2021
El
próximo 1 de noviembre se celebra, como todos los años desde el 835, el día de
Todos los Santos. Esta festividad, originariamente establecida para honrar a
todos los mártires en un mismo día, rememora no solo a los santos oficialmente
así declarados, sino también a los que, no siendo tales y habiendo llevado una
vida de santidad, se encuentran en el cielo, es decir, todas nuestras abuelas.
Esta fiesta se mezcla –casi que se superpone– con otra de carácter religioso: el día de los fieles difuntos (2 de noviembre), que recuerda a todos los que han muerto, pero como aún no han llegado al cielo, necesitan de una ayudita nuestra para alcanzarlo. Son los que se encuentran en esos lugares intermedios como el Purgatorio (del latín «purgare», que significa limpiar) entre el infierno y el cielo. Allí están los abuelos, tíos, etc.
Aunque
la cercanía de las fechas hace que muchas veces se confundan, se trata de dos
celebraciones diferentes. A los santos se les pide y por los fieles difuntos se
pide. En México, con un lenguaje más claro y directo, lo que conmemoran el 2 de
noviembre es sencillamente el «Dia de los muertos». En esta fecha –como saben
los que vieron la película “Coco”– se les permite a los muertos visitar a sus
familiares vivos y festejar con ellos la vida de que gozaron juntos. Para ello
se hacen altares, se llevan las comidas favoritas de sus difuntos, se engalanan
sus fotografías y se colocan flores.
En
definitiva, se asume la muerte no como una tragedia sino como parte de la vida.
En la medida en que los antepasados se hacen presentes en la memoria, siguen
estando con nosotros en los recuerdos compartidos, en las alegrías y tristezas
vividas, en las enseñanzas y en el ejemplo de bondad que nos legaron.
La
vida es, pues, una carrera de relevos en la cual cada uno de los corredores
trata de pasar el testigo a la generación siguiente, para que corra mejor y
llegue más lejos.
Sin
embargo, el Halloween que proviene de la tradición anglosajona, celebra esta
fecha de una manera diferente: lo que evocan en estos días es a monstruos y
fantasmas, a seres despiadados que vienen, no a cuidarnos o a compartir con
nosotros, como en México, sino a cadáveres sangrientos y fantasmas terroríficos
que abandonan sus tumbas para perturbar nuestra existencia. También la
tradición es de vieja data y se remonta a los celtas. Sin duda, como todas las
tradiciones del norte, se le ha dado una dimensión comercial que la ha hecho
popular en el mundo entero.
Sin
afán de promover un enfrentamiento de culturas funerarias que podría dejar
muchos cadáveres en el camino, me resulta preferible la visión de los muertos
como seres amables cuya presencia y recuerdo nos ayudan a seguir adelante en la
maravillosa aventura de la vida. Personalmente soy de los que no les tiene
miedo a los muertos, sino a los vivos y en Venezuela tenemos algunos vivos demasiado
vivos que, cual zombis indestructibles, nos llenan de terror cada día nos
apagan la luz, cortan el agua y hacen toda clase de maldades.
Y lo
malo es que cuando te preguntan «¿truco o trato?» (trick or treat?),
respondas lo que respondas, siempre optarán por el truco.
Laureano
Márquez
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