Por Hugo Prieto
Tampoco en los inicios
de 2022 la pugnacidad política va a dar tregua. Tanto el régimen del señor
Nicolás Maduro, que supuestamente gobierna en nombre del chavismo, como en la
oposición, habrá serios obstáculos a tener en cuenta. Una gran interrogante es
qué van a decidir los diputados electos a la Asamblea Nacional en 2015. “Si el
cinco de enero se asumieran como una Asamblea legítima tienen que decidir si
van a nombrar una nueva directiva, si van a dejar a Juan Guaidó como presidente
y qué van a hacer con el estatuto de transición. Es decir, el cinco de enero no
será una fecha que pase inadvertida”. Para el gobierno, una vez que se conozcan
los resultados absolutos de la elección del 21 de noviembre (más allá de las
gobernaciones y alcaldías que gane) será el termómetro, el contaje de su fuerza
política, para volver a la negociación política.
Quien habla sobre la
importancia de salir a votar masivamente y de los temas ulteriores que se
tratarán en México es Juan Manuel Raffalli*, quien asesoró a la delegación
opositora en las conversaciones llevadas a cabo en República Dominicana.
¿Qué elementos debe haber en una negociación política como la que tiene lugar en México?
Todo el mundo cree que
sabe o puede negociar y resulta que eso no es así de sencillo. No es gratuito
que, en el proceso venezolano, se hayan involucrado personas de la talla de
William Ury y Jonathan Powell. Ahora, ¿cuáles son las condiciones que debe
haber en una negociación? Diría que la primera es que se sienten a la mesa
quienes —realmente— tienen la representatividad. Si negocias con quien no es,
lo que vayas a negociar tiene pies de barro. Eso nos lleva al otro punto que es
fundamental: el estado de necesidad de las partes. (Hay un tercer elemento que
surgirá más abajo). Cuando las partes, o una de ellas, encuentran fuera de la
mesa mejores alternativas para sus intereses, sencillamente no negocian. Pero si
ven sobre la mesa alternativas favorables a sus intereses, se mueve la
negociación.
Estamos frente a
actores desiguales. El gobierno tiene el control a lo interno del país y la
oposición cuenta con el respaldo de una parte de la comunidad internacional. Pero
aquí quien tiene el sartén agarrado por el mango es el señor Nicolás Maduro.
Entonces, ¿estamos ante factores que tienen el mismo interés? ¿Al señor Maduro
le conviene negociar?
Eso que tú llamas
“tener el sartén por el mango” es lo que ha hecho que —desde un punto de vista—
el gobierno haya tenido interés en el proceso mismo. Es decir, el gobierno
tenía interés en la negociación, pero no en los acuerdos. Ha sido un proceso
sucesivo y las negociaciones en México no arrancan desde cero, sino de contactos
y negociaciones que, a lo largo de cuatro años, se han aproximado a los puntos
críticos, pero ahí es donde se tranca el serrucho. Sobre todo cuando pones en
juego decisiones que pueden cuestionar tu posición de poder. Ciertamente, el
gobierno no ha mostrado interés en un acuerdo negociado, porque tiene una mejor
opción fuera de la mesa. Sencillamente, es mantenerse en el poder y a costa de
lo que sea. Lo ha logrado, independientemente, del deterioro de su imagen a
nivel internacional, de los costos de la represión y de todo lo demás. Tú te
refieres a Nicolás Maduro, pero el régimen es Nicolás Maduro y más. Maduro es
el factor principal, pero allí hay múltiples tendencias, múltiples posiciones
y, además, múltiples aspiraciones. Objetivamente, si te pones a ver, entre
octubre de 2021 y diciembre de 2024 podría haber varias estaciones electorales
(desde la elección del 21 de noviembre, pasando por el referéndum revocatorio,
hasta la elección presidencial). Y en cada una de ellas, las aspiraciones a lo
interno (del chavismo) afloran. Hay un desgaste del poder, no solamente en el
control del país, sino dentro de tus propios factores de apoyo.
Me permito diferir.
Ciertamente, a veces, uno tiene la impresión de que hay desencuentros y
conflictos dentro del chavismo, pero así mismo diría que a la hora del té el
chavismo se cohesiona.
Claro, se cohesionan
cuando están en posición de perder el poder ante cualquier factor de oposición.
O cuando ellos, según sus propias palabras, se ven amenazados por “el Imperio”
o una movilización extranjera. Pero cuando el poder se discute dentro de sus
propias filas surge el problema. Y eso no se ventila públicamente. No es lo que
ocurre en la oposición que pretende restablecer la democracia, donde los trapos
se lavan a la vista de todos. Lo estamos viendo en Voluntad Popular y el
gobierno interino; en Primero Justicia y los candidatos que no están en la
plantilla; en los nuevos partidos que se han creado por generación espontánea.
Nada de eso pasa en las filas del chavismo, ¿Por qué? Porque hay disciplina y
eso tiene que ver con la gestación del proceso revolucionario bajo un líder
único —la tesis de Ceresole—. Chávez dejó esa impronta. Aquí no se lavan
los trapos sucios afuera. Las diferencias se discuten a lo interno. Pero
dentro del chavismo hay distintas relaciones de poder.
¿Cómo puede influir la
presión internacional?
La presión
internacional sigue aumentando, no ya bajo la tutela exclusiva de Estados
Unidos y el discurso altisonante del expresidente Trump. No. Hay otros temas:
el asunto en la Corte Penal Internacional, las sanciones individuales y todo lo
que está pasando con las extradiciones de los personeros de la revolución,
sometidos a procesos judiciales en Europa y Estados Unidos. Ese hecho coloca a
muchos factores de poder en una posición reflexiva. ¿Por qué? A fin de cuentas,
todo el que tiene la conciencia —o las manos sucias— se mira en ese espejo y
tiene el temor… quizás mañana me toca a mí. El otro punto, no menos
importante, es el estado depauperado en que se encuentra el país. 76 por ciento
de pobreza extrema y 94 por ciento de pobreza relativa, de acuerdo con la más
reciente encuesta Encovi. Ese es otro elemento que gravita seriamente en el
campo del gobierno.
Hay opiniones
contrarias. Voceros calificados, cuya opinión podríamos resumir con estas
palabras: mientras más se judicialice a los dirigentes del chavismo menos
incentivos hay para la negociación. No sólo se trata del caso que se ventila en
la Corte Penal Internacional, sino las causas que se siguen en los tribunales
de Nueva York, La Florida y Madrid. Son procesos que escapan al ámbito interno
y a decisiones que no competen a quienes se sientan en la mesa.
Hay quienes piensan
así, yo difiero. Y difiero por una razón muy sencilla. Tanto en Estados Unidos
como en España existe separación de poderes. Eso en primer lugar. En segundo
lugar, en un acuerdo político con facilitación internacional tú vas a tener que
involucrar, probablemente, a esos terceros países en soluciones que pueden
pasar por una justicia transicional hasta asilos políticos. Pueden ser vías que
faciliten los acuerdos. Pero lo más importante, en mi opinión, es que los
factores de poder intermedio —sobre los cuales se sostiene el chavismo—
terminen más bien aupando una negociación que les permita a ellos verse en una
situación similar. Aquí hay otro punto que es muy importante, el régimen
fanfarronea con levantarse de la mesa. Pero este proceso es muy distinto a
todos los anteriores, entre otras cosas, porque una de las grandes habilidades
que he visto, por parte de los facilitadores y la Unión Europea, es que
incorporaron al gobierno de México, a Rusia y Holanda. Ten en cuenta lo que
dijo la cancillería rusa cuando el gobierno no acudió a la cita en México.
Vamos a tratar de preservar el proceso. Yo tengo la convicción, mas no la
certeza de que, en la medida en que las aguas del tema Alex Saab vayan bajando,
el gobierno regresará a la mesa de negociación. Además, la causa por la cual se
levanta es absurda. Están defendiendo a un señor que fue procesado en otro país
y que además fue extraditado a requerimiento de Estados Unidos. ¿Qué tiene que
ver eso con las conversaciones que, además, en este momento está tratando temas
humanitarios?
Se ha dicho que la
oposición debió integrar a los países aliados de Maduro. Uno de esos países es
Cuba, el otro es China. No hay representación de ambos gobiernos en la mesa de
negociación. Para los cubanos la suerte de la revolución bolivariana es algo
existencial, diría que de patria o muerte.
Más Cuba que China.
Ninguno de los dos tiene interés de meterse en eso. Simple y llanamente no
tienen un interés primario. Todo lo contrario. Su posición estratégica es no
estar para tratar de influir, desde afuera, en lo que podría ser el resultado
de una negociación. Incluyendo la posibilidad de implotarla. Creo que, en
alguno de los procesos anteriores, se intentó con Cuba, pero no ha sido
posible. Por eso creo que la incorporación de Rusia, que sí tiene peso
específico en distintos nichos —ideológico, político y militar— fue un acierto.
Juan Manuel Raffalli retratado por Alfredo Lasry | RMTF.
En Venezuela hay una
crisis de representación en todas las instituciones: desde los partidos
políticos hasta las juntas de vecinos, pasando por la Presidencia de la
República. Por ahí cojean las delegaciones que se reúnen en México. ¿No incide
esto en la toma de decisiones?
La representación es un
tema problemático en todas las negociaciones, incluyendo procesos como el de
Colombia o Centroamérica. Desde el punto de vista de los regímenes o gobiernos
involucrados es mucho más fácil porque hay una identidad, una identificación,
derivada del ejercicio del poder mismo. Pero entre quienes pretenden el cambio
político hay siempre una pluralidad de actores mucho más amplia, incluso con
diversas posiciones e ideologías. El asunto se complica porque todos quieren
estar. Para los facilitadores es muy importante que quienes estén en la mesa le
den legitimidad a lo que se acuerde en la mesa. Pero los problemas que señalas
han sido deliberados. Aquí acabaron con los sindicatos, expropiaron a los
partidos, golpearon a la Iglesia, eso no es gratis. Es parte de una estrategia.
Ante una situación así, tú tienes que seguir amarrado a lo que queda de
institucionalidad (la Asamblea Nacional) y a los partidos que han obtenido
votos y, por tanto, implican un liderazgo. Aquí quiero reivindicar la creación
de la Plataforma Unitaria, que fue de una extraordinaria valía, por la sencilla
razón de que la conforman actores representativos. Siempre habrá quien diga
«esos señores no me representan a mí». Si tú pretendes meter a 25 millones de
personas en una mesa, eso no es posible. De ahí el mecanismo de segundo nivel y
de consulta, muy importante, que incorpora a la sociedad civil. Pero su propia
heterogeneidad, y esto lo tienen que asumir, impide que haya un representante
por cada organización. Más allá de lo valiosas e importantes, que lo son. Pero
una cosa es la legitimidad y otra es la capacidad de negociación de los que
están allí sentados.
¿Qué pudiera pasar
cuando se discutan los temas críticos? ¿Habrá verificación?
Hay una tercera
condición —aparte de la representación y el estado de necesidad— que no dije al
comienzo. ¿Qué puede poner cada quien sobre la mesa y a cambio de qué? Una
negociación no es para que tú le pases al otro por encima. Ambas partes tienen
que ceder, de lo contrario no es una negociación sino una capitulación. Cuando
se llegue al punto. ¿Qué vamos a ceder o no? Ahí vienen las discusiones
internas en cada una de las partes para saber hasta dónde se puede asumir ese
sacrificio. Hablo no sólo de la oposición sino del régimen de Nicolás Maduro.
Quienes gobiernan en nombre del chavismo —y de la pluralidad intrínseca que hay
allí— se tienen que poner de acuerdo hasta dónde van a llegar. A lo mejor hay
un sector que piensa que este es un buen momento para hacer una elección (la
oposición está dividida). Y otros que asumen que se debe cumplir el mandato
(2024). Y la oposición tendrá que decidir, en una postura común, respecto a las
sanciones. ¿O que harán con el interinato y el estatus de transición? Ahí vienen
temas gruesos que habrá que discutir. No se ha hecho, porque le han dado
prioridad a la emergencia humanitaria. A la hora de la chiquita, a la hora que
se discutan los procesos de reinstitucionalización o la restitución democrática
y todo lo relacionado con sanciones y manejos de activos, vendrán mecanismos de
verificación y fijación de posiciones comunes a lo interno. No siempre habrá
unanimidad, pero debería lograrse una mayoría clara y consistente.
No veo profundidad,
tanto en el gobierno como en la oposición, a la hora que se discutan los temas
que acaba de mencionar.
Creo que tienes razón…
¡Hoy! El asunto es ¿Cuánto más se va avanzar? ¿Cuánto más va a funcionar la
presión internacional? Y sobre todo la facilitación para terminar en el terreno
en el que haya que terminar. Creo que la fecha del 21 de noviembre es muy
importante para que ambas partes visualicen lo que podría ocurrir en México.
Soy un convencido de que hay un punto en el que pueden coincidir ambas partes:
el referéndum revocatorio, una consulta que se debe facilitar y que, además,
está prevista en la Constitución.
Quisiera detenerme en
la fecha del 21 de noviembre. Allí se sabrá con cuántos votos cuentan ambas
partes. ¿Qué importancia tienen las elecciones de noviembre en ese sentido?
Es muy importante. Creo
que es una realidad lo que ha ocurrido con la pluralidad de candidaturas que
hay dentro de la oposición en general. No voy a restarle cualidades ni
capacidades a quienes se han lanzado por su cuenta. Pero aquí todo el mundo
pide unidad y hay una tarjeta —la de la manito— que es la más votada. ¿Qué hubo
encuestas? ¿Qué hubo primarias? ¿O lo que fuere? Sí, pero hay una malla de
candidatos. Ahora lo que tiene que venir es una unidad de electores, en torno a
dos propósitos: el primero, salir a votar masivamente y, en segundo lugar,
votar por la opción que, realmente, tenga la oportunidad de ganar. Si vas
absolutamente divididos, como sabemos, las estadísticas te van a desfavorecer.
La oposición tiene que hacer una campaña muy intensa sobre el tema de la
unidad, alrededor de todos sus símbolos y, en algún momento, aquellos que se
lanzaron por su cuenta, salvo que tengan un interés distinto, probablemente
deberían sumarse. Se habla de la falta de condiciones electorales sin ver
muchas cosas que se han logrado. Ya viste el tamaño de la misión que viene. No
es una misión plena, pero sí un buen bombillo para alumbrar el cuarto oscuro
que teníamos. Se auditaron software, hardware, se abrió el registro electoral,
se actualizó, se cambiaron las movilizaciones ilegales. No hay condiciones
óptimas, pero se han logrado condiciones mucho mejores de las que había antes.
¿Qué siguen los abusos en los medios? Pero hoy tienes a dos rectores (Roberto
Picón y Enrique Márquez) denunciando.
El alcance de mi pregunta
va más allá de los dilemas que pueda haber en la oposición o de la
inconsistencia institucional que pudiera haber en el CNE.
Creo que el tema de
estas elecciones no sólo remite a cuántas gobernaciones voy a ganar, sino a
cuántos votos absolutos. Yo puedo tener diez o doce gobernaciones, pero si sumo
el voto de todos los candidatos opositores contra los votos de los candidatos
del régimen, puede que la diferencia sea enorme. Y eso es un contaje de fuerza
política. Esa es una de las cosas que habrá que analizar, para el gobierno será
un atractivo (con miras al revocatorio) contar los votos que hoy no tiene.
Después de examinar
varias condicionantes y apegados a una visión realista, ¿Qué posibilidades le
ve a la negociación en México?
En lo inmediato, no le
veo mayores posibilidades, salvo en los acuerdos en materia humanitaria, pero
en algún momento habrá que entrar a discutir el tema de la solución política. Y
yo eso lo veo, probablemente, a partir de enero de 2022. La presencia de la
Unión Europea, de Rusia y de los Países Bajos pueden ayudar a buscar unos
acuerdos. Creo que, para el gobierno, viendo el escenario internacional y el
desgaste en sus propias filas, lo mejor sería buscar un acuerdo negociado. Y a
lo mejor puedes obtener una cantidad de beneficios que permitan que el PSUV
quede en el centro del ring y que aquí no haya una razzia, sino una
reconstrucción del Estado y de la institucionalidad.
***
*Abogado
constitucionalista. Profesor de pregrado y postgrado en la Universidad Católica
Andrés Bello. Profesor de Programas (Gerencia para abogados, Estudios
Empresariales) del Instituto de Estudios Superiores en Administración (Iesa).
24-10-21
https://prodavinci.com/juan-manuel-raffalli-la-incorporacion-de-rusia-en-mexico-fue-un-acierto/
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