Ángel Lombardi Lombardi 17 de octubre de 2021
Esta
película fue calificada por Jorge Luis Borges como abrumadora y genial.
Innovadora en muchos aspectos, al mismo tiempo que una herencia del mejor cine
hecho hasta ese momento.
El argumento se inspira de alguna manera, en una película de 1933, El poder y la gloria; una memoria o retrospectiva de un personaje «visto» por sus allegados. Un intento por «entender», desde la exterioridad de sus actos, a un individuo importante, poderoso, arrollador, pero que en su interior está marcado por la orfandad y la ausencia afectiva.
El
guion se inspira en un acaudalado dueño de medios, ambicioso e influyente
personaje de la vida real, lo que permite desarrollar cierta visión crítica de
los «poderosos» de la época, pero realmente es una vida que naufraga en su
propio «laberinto sin centro», como dice Borges. Un Teseo sin «el hilo de
Ariadna» que lo condena a un destino sin-retorno.
El
minotauro es el mismo. Es un acto de autofagia, de autodestrucción. Incapaz de
amar, como un sol-negro, se consume, se «gasta y desgasta» a sí mismo y a todos
aquellos que le rodean.
Su palacio Xanadu es su propio vacío-ostentoso,
claustrofóbico, laberíntico, cerrada su «entrada y salida».
La
palabra enigmática y que moviliza casi toda la acción de la película, es un
paraíso-perdido que termina en la purificación del fuego. Al personaje
principal no lo hunde la codicia, ni sus errores, ni las infidelidades, sino la
obsesión por el poder, nadie es un «igual» sino instrumentos y marionetas de
sus caprichos.
Orson
Welles crea un «personaje» y le da forma y figura que «consume tiempo en el
tiempo».
El niño, el joven arrogante, el hombre poderoso que no acepta límites, el
fracaso político sin rendición y el resguardo en su reino privado, en donde su
sombra agigantada, termina aniquilándolo.
La película permite múltiples abordajes, el técnico-formal como lenguaje y
estética cinematográfica tiene un gran valor didáctico y la interpelación
permanente al espectador.
Hasta
ahora ha resistido la “prueba del tiempo».
Ángel
Lombardi Lombardi
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