Por Ramón Guillermo Aveledo
Guardaré un recuerdo
especial para Monseñor Aldo Giordano, sacerdote e intelectual piamontés que fue
el enviado del Papa Francisco en Caracas desde 2014.
Hombre de gran cultura
y fino tacto diplomático, le tocó cumplir su misión en nuestro país durante un
período inusualmente largo y particularmente complejo, en una sociedad
polarizada y frecuentemente crispada por la mutua intolerancia, terreno minado
de desconfianzas donde lo más difícil es abogar por el diálogo indispensable
para la convivencia humana, sobre todo cuando existen diferencias tan marcadas
y a menudo inflamadas o inflamables. Pero su talante era naturalmente
dialogante, así que la tenacidad en buscarlo se le daba sin esfuerzo.
Con él establecí una
buena relación personal, facilitada por la vecindad y las afinidades con quien
fuera profesor de filosofía y de ética. A eso ayudó seguramente que al nomás
llegar se comunicó conmigo, según me dijo por recomendación de su antecesor, el
Cardenal y hoy Secretario de Estado Pietro Parolín, un talento superior a quien
admiro. En la crisis de 2014, tan exigente para mí personalmente y que tantas
complicaciones causó a la siempre accidentada ruta venezolana hacia la
normalidad democrática, fue un consejero sereno y cercano y un factor siempre
dispuesto a ayudar, incluso cuando le pedí que junto a los cancilleres de
Colombia, Brasil y Ecuador, fuera testigo de buena fe del diálogo que
iniciábamos en medio de mucha incomprensión y con actores necesarios que sin
embargo no llegaban a calibrar su verdadero y profundo sentido. Los tropiezos y
frustraciones de sucesivos intentos negociadores tienen mucho que ver con que
ese cuello de botella nunca se ha superado suficientemente.
Supe de la calidez
humana del Nuncio Giordano, de su fe profunda y del afecto que hacia Venezuela
crecía en su corazón mientras más nos conocía y nos comprendía. Viajó por
nuestra geografía intensamente, estuvo en contacto con gentes diversas y parajes
muy distintos de nuestro ancho mapa. Cercano siempre, a todos escuchaba, para
todos tenía una palabra de solidaridad, un gesto afectuoso. Con él compartí
junto a mi familia e incluso con familiares suyos que por Navidad vinieron a
visitarlo.
Asumía con hondura la
dimensión social del humanismo cristiano. Hablamos largo y tendido de la idea
de la buena política en Fratelli Tutti y del ecologismo integral y
humanista de Laudato Sí. Cuando en el Instituto de Estudios Parlamentarios
Fermín Toro presentamos el libro Vida, ambiente y desarrollo sostenible,
una visión integral desde Venezuela, gran trabajo colectivo coordinado por
María Gabriela Hernández del Castillo, entonces Presidenta de la Comisión de
Ambiente del parlamento, el Nuncio pronunció generosas palabras a partir de la
verdad de la inspiración que a la iniciativa había dado el mensaje pontificio.
Puede encontrarse el contenido íntegro de esta obra en la página web
www.fermitoro.org, con prólogo del Cardenal Porras.
Descanse en paz
Monseñor Aldo Giordano, querido vecino, noble amigo del pueblo venezolano.
18-12-21
https://www.elimpulso.com/2021/12/18/opinion-el-nuncio-giordiano-18dic/
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