EFE 25 de diciembre de 2021
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Su
Santidad concluyó antes de dar la bendición Urbi et Orbi (A la ciudad y al
mundo) deseando que "podamos escucharnos entre nosotros y a dialogar como
hermanos y hermanas"
De nuevo asomado a la logia central de la basílica de San Pedro, tras la ausencia del año pasado por la pandemia, el Papa Francisco golpeó hoy de nuevo las conciencias con un mensaje de Navidad en el que aseguró que «nos hemos habituado a que las inmensas tragedias se pasen por alto» y que «corremos el riesgo de no escuchar los gritos de dolor y desesperación de muchos de nuestros hermanos y hermanas».
Ante
miles de fieles congregados en la plaza de San Pedro, a pesar de la situación
epidemeológica en Italia, Francisco afirmó que en este tiempo de pandemia «se
refuerza la tendencia a cerrarse, a valerse por uno mismo, a renunciar a salir,
a encontrarse, a colaborar».
Pero
lamentó que esto también se observa «en el ámbito internacional» donde «existe
el riesgo de no querer dialogar, el riesgo de que la complejidad de la crisis
induzca a elegir atajos, en vez de los caminos más lentos del diálogo; pero son
estos, en realidad, los únicos que conducen a la solución de los conflictos y a
beneficios compartidos y duraderos».
El Papa subrayó que todavía
existen «muchos conflictos, crisis y contradicciones. Parece que no terminan
nunca y casi pasan desapercibidos». «Nos hemos habituado de tal manera que
inmensas tragedias ya se pasan por alto; corremos el riesgo de no escuchar los
gritos de dolor y desesperación de muchos de nuestros hermanos y hermanas»,
criticó.
Una
tierra plagada de conflictos
Y como
es habitual en sus mensaje de Navidad, que se convierten en un dura descripción
de la actualidad, comenzó a enumerar los conflictos en el mundo e inició con
Siria que vive «más de un decenio vive una guerra que ha provocado muchas
víctimas y un número incalculable de refugiados».
Siguió
con Irak, «que después de un largo conflicto todavía tiene dificultad para
levantarse», y Yemen «donde una enorme tragedia, olvidada por todos, se está
perpetrando en silencio desde hace años, provocando muertos cada día».
También
recordó el Papa las «continuas tensiones entre israelíes y palestinos que se
prolongan sin solución, con consecuencias sociales y políticas cada vez
mayores» y habló de Belén sumida en una grave crisis económica provocada por la
pandemia «que impide a los peregrinos llegar a Tierra Santa, con efectos
negativos en la vida de la población», y Líbano «que sufre una crisis sin
precedentes con condiciones económicas y sociales muy preocupantes».
Ante
los fieles en la plaza de San Pedro en una jornada de incesante lluvia, el Papa
Francisco pidió «al Niño que acaba de nacer» para los fieles católicos, que
«conceda de paz y concordia a Oriente Medio y al mundo entero».
Pidió
que sostenga «a todos los que están comprometidos en la asistencia humanitaria
a las poblaciones que se ven forzadas a huir de su patria; consuela al pueblo
afgano, que desde hace más de cuarenta años es duramente probado por conflictos
que obligan a muchos a dejar el país».
Y
también que dé apoyo al pueblo birmano, «donde la intolerancia y la violencia
también golpean frecuentemente a la comunidad cristiana y los lugares de culto,
y opacan el rostro pacífico de sus gentes» y que permita «que se propaguen en
Ucrania las metástasis de un conflicto gangrenoso».
El
Papa rogó para que Etiopía «vuelva a encontrar el camino de la reconciliación y
la paz a través de un debate sincero, que ponga las exigencias de la población
en primer lugar» y para que se escuche «el grito de los pueblos de la región
del Sáhel, que padecen la violencia del terrorismo internacional» y también
pidió alivió para los países del norte de África y «para el sufrimiento de
muchos hermanos y hermanas que sufren por los conflictos internos de Sudán y
Sudán del Sur».
«Haz
que en los corazones de los pueblos del continente americano prevalezcan los
valores de la solidaridad, la reconciliación y la pacífica convivencia, a
través del diálogo, el respeto recíproco y el reconocimiento de los derechos y
los valores culturales de todos los seres humanos», dijo Francisco en la única
referencia a América Latina.
Soluciones
para la pandemia
También
tuvo palabras para confortar «a las víctimas de la violencia contra las mujeres
que se difunde en este tiempo de pandemia» y «ofrecer esperanza a los niños y a
los adolescentes víctimas de acoso y de abusos»
Y
deseó que Dios «inspire a todas las personas de buena voluntad para que
encuentren las soluciones más adecuadas que ayuden a superar la crisis
sanitaria y sus consecuencias» y que «los corazones sean generosos, para hacer
llegar la asistencia necesaria, especialmente las vacunas, a las poblaciones
más pobres».
Rogó
para que no seamos «indiferentes ante el drama de los emigrantes, de los
desplazados y de los refugiados. Sus ojos nos piden que no miremos a otra
parte, que no reneguemos de la humanidad que nos une, que hagamos nuestras sus
historias y no olvidemos sus dramas».
Así
como también pidió que nos hagamos «diligentes hacia nuestra casa común, que
también sufre por la negligencia con la que frecuentemente la tratamos» y que
«las autoridades políticas a llegar a acuerdos eficaces para que las próximas
generaciones puedan vivir en un ambiente respetuoso para la vida».
Francisco
concluyó antes de dar la bendición Urbi et Orbi (A la ciudad y al mundo)
deseando que podamos «escucharnos entre nosotros y a dialogar como hermanos y
hermanas».
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