Carlos Ñañez R. 23 de diciembre de 2021
@carlosnanezr
“Esa
propensión de nuestros contemporáneos a acudir al Estado en cuanto tropiezan
con algo que les desagrada, así como su humilde sometimiento a las
prohibiciones administrativas, aunque éstas les priven de cosas que les
agradan, demuestra cuán enraizado tenemos aún en nosotros el espíritu servil“.
Ludwig
von Mises.
“Las
prohibiciones morales no pueden ejercerse más que en ápocas en las que la razón
está sometida”.
Friedrich
Nietzsche.
El logro de todo modelo autocrático que discurra peligrosamente hacia el totalitarismo reside en el control total y absoluto de la población y de la acción humana, entendida como su pulso cultural; primero intentan sustituir el arte y las ciencias hacia formas trocadas de toda esencia, vaciadas de estructura y sin estética más allá de la desesperanza, pero al advertir que aún, y pese los asaltos a la dignidad, al cariz violento y animal de sus acciones, además de la siempre vigente cualidad por comprar solidaridades al lograr colonizar los paradigmas morales, y desde la sustitución de virtudes por vicios, lograr que los esquemas de pensamiento sean fácilmente desmontado por intereses crematísticos, va a por la toma violenta de los espacios en los cuales jamás han tenido cabida por incapacidad e inexistencia.
Las
revoluciones son cambios profundos, violentos y retrógrados que embridan
accidentes en el desarrollo histórico y social de las naciones, todas las
revoluciones producen miseria, pobreza y hambruna, desde luego, la revolución
de todos los fracasos y todos los errores no podía ser la excepción, de hecho
se convirtió en la más violenta, atávica y abyecta de todas las revoluciones,
fea y repudiable desde cualquier ámbito al producir hipérboles en todos los
esquemas de la vida de la sociedad, exageradamente torpe en materia económica,
convirtió a Venezuela, otrora paradigma del mundo en desarrollo, en un erial de
imposibilidades, de cleptocracia y de desigualdades, traicionando y
traicionándose a sí misma, desde su lengua ululante en las fauces del lobo,
siempre hambriento de mayor crueldad, también este accidente histórico destruyó
nuestra infraestructura, nos sumió en la pobreza del lenguaje y en la del
espíritu.
Chávez,
aquel caudillo víctima de la pseudología fantástica, no pudo jamás
ocultar su odio hacia la cultura occidental, su ideal era aislarnos de nuestros
orígenes, abjurar de Occidente y crear una cultura primero definida como
bolivariana y luego abiertamente comunista, víctima de aquello que los
psiquiatras clínicos definen como locura moral, siempre estuvo dispuesto a
destruirlo todo para cambiarlo en cosa próxima al culto a su personalidad, solo
el sistema de orquestas se salvó, gracias a la habilidad del maestro Abreu,
quien advirtiendo la patológica necesidad de halagos además de la supina
ignorancia de aquel sujeto, logró que el sistema acariciare el ego
hipertrofiado del hombre del “por ahora”, pero las demás manifestaciones
artísticas y culturales siempre estuvieron en la mira del paracaidista golpista
quien asaltó al poder de una nación de lotófagos y tributarios de boinas y
verdes uniforme. Su odio patentizado y enconado en contra de la viuda del
brillante Carlos Rangel, quien años antes de los lodos rojos, sacudiera a este
país con una obra en cuyo título se resume toda esta tragedia: Del buen
salvaje al buen revolucionario, no podía pasar desapercibido la obra del
Museo de Arte Contemporáneo Sofía Imber, el respetado Macsi, fue el primer y el
último blanco de esta tiranía que siempre fue abyecta, perversa y cruel, en tal
sentido, Hugo Chávez, ungido en los delirios de su locura moral, recalificó al
museo como Museo de Arte Contemporáneo, pues el nombre de la talentosa mecenas
del arte Sofía Imber debía ser borrado de la faz del país, esa es su factura
por el hecho de ser eficiente, brillante e impoluta, el talento le es lesivo a
los locos morales y a sabiendas de que jamás lo lograrán por las vías del
trabajo, deciden destruir, calumniar, transferir sus vicios a quienes odian
enconadamente por el mero hecho de existir y tener virtudes inalcanzables para
estas vidas vaciadas.
El
chavismo, cual lobo, ha sido cauto en desmantelar la cultura, en provocar una
muerte alevosa y cómplice bajo el amparo de la asfixia presupuestaria, de esta
manera ha conseguido que los movimientos culturales, las universidades y las
escuelas, vayan perdiendo su capacidad para construir un contradiscurso a su
mensaje único, a esa propensión de Polifemo antropófago de ver todo desde un
solo ojo y gritar que nadie le mata y nadie le ciega, desconfiando de sí mismo,
desasido de cualquier otra virtud que sea distinta a la de destruir, este
modelo de copamiento sencillamente ha venido generando un moderno Prometeo
cultural, escindido de rigor estético y de mensaje que no sea el panfleto de su
propia propaganda, es menester recordar cómo el 12 de octubre de 2004 hordas de
chavistas le hacían un juicio al otrora monumento de Rafael Cova, Colón
en el golfo triste y en un éxtasis tumultuario, en donde la ira es
tributada con más ira e irracionalidad, la turba declaró culpable al almirante
Colón y decidieron arrancarlo del pedestal, causando la fractura de la estatua
en dos segmentos que ya en el suelo, fueron pintados de rojo y literalmente
arrastrados hasta el Complejo Cultural Teresa Carreño, para que este patrimonio
artístico desapareciera de la historia. Claro que en un país con la escuela en
naufragio no resultaría complejo borrar el hecho de que Cristóbal Colón había
pisado nuestro suelo en Paria, creyendo haber llegado al Paraíso Terrenal, al jardín
del Edén, de allí el calificativo de tierra de gracia. Un poco más de medio
milenio de este suceso, un orate en el poder recalificaría la historia
sustrayéndole a Clío el pergamino donde apunta los hechos del pasado, para
romper con Occidente, así el Paseo Colón de Caracas fue rebautizado como Paseo
de la Resistencia Indígena, abjurando nuestros orígenes, es decir, haciendo
tangible toda la carga de fundamentalismos que subyacen en el chavismo, al ser
este un modelo gansteril sin identidad ideológica.
El
turno luego sería para los ateneos, la diosa Palas, representación de la razón
contra la barbarie, no podían coexistir con el chavismo y la construcción de un
enfermizo culto a la personalidad, los lugares comunes de nuestros próceres
fueron tomados por actos patológicamente irracionales que pretendían llevar los
restos mortales de Ezequiel Zamora y su hórrido e ígneo paso por la historia,
los restos simbólicos del cacique Guaicaipuro y de Negro Primero, envueltos en
sórdidos rituales, oscuros e inconfesables, absolutamente opuestos a nuestras
raíces católicas y cristianas, el chavismo es también una revolución de
oscurantismos, supercherías y realismos mágicos; todos atavismos, que se hacen
incompatible con el progreso.
La
muerte de Hugo Chávez le permitió en este sincretismo de realismos mágicos y
misticismos, trocarse en una deidad criolla, un numen del Caribe, capaz de ver
todo bajo el poder de auscultar de su sempiterna visión, pues Chávez es
eterno, así lo define su aparato propagandístico, con el propósito tangible de
hacer potable su preeminencia en la vida de este ex país, el “Comandante
Eterno”, aquel que no muere sino se multiplica, claro está, sin aclarar que
dicha propiedad para ser producto de un factor de dolor, se evidencia en los
millones de pobres que sobreviven en la frenética, cruel y bárbara Venezuela, y
de su sucesor Nicolás Maduro, quien desde luego manifiesta mayor repudio por la
cultura, la educación y el arte, y sencillamente se ha decantado por dejar a
maestros, profesores y académicos fallecer de hambre y de olvido, a los fines
de que sean abandonados los cargos y ser sustituidos por propagandistas del
régimen, que convierten a la educación en un modelo de adoctrinamiento cruel.
La
noticia del cierre del Museo de Arte Contemporánea de Caracas nos recuerda
aquella cruel frase de los verdugos de García Lorca, que dijo momentos antes de
ser ajusticiado: “Soy García Lorca el Poeta” y los esbirros hoscos, torpes y
crueles le respondieran “la patria no necesita poetas”, haciendo exegesis, la
Revolución no necesita museos, ateneos, orquestas ni universidades, puede
instrumentalizar algunas de estas instituciones para lograr rédito político,
como lo hiciere con el Récord Guinness, para insultar con un pan a los músicos,
como pago por el favor de lavarle la cara de tantas crueldades.
Ninguna
institución se encuentra a salvo de la capacidad de odiar del régimen,
anunciaban así el remozamiento de la Universidad Central de Venezuela,
abandonada a causa del incumplimiento alevoso de quienes ejercen el poder, para
pretender nombrar por encima de sus autoridades a protectores, salidos de las
mismas entrañas de la universidad, para en acción inversa y por ende monstruosa
proceder a devorar a su propia madre, la imagen opuesta de Saturno devorando a
sus hijos, trocada en los hijos de la Universidad devorando a su alma mater,
sin cambiar en lo absoluto las inhumanas condiciones de trabajo de los
profesores universitarios, quienes ya somos tomados por toda esta sociedad
enferma como una suerte de menesterosos; en la frenética y brutal Venezuela de
Maduro, ser académico se ha constituido en una condena a la pobreza y por ende,
a la ignominia e indolencia de una sociedad que simula.
Así
que cerrar museos, tomar a las universidades y centros educativos ya no
escandaliza, solamente se están presentando tal y cual son, naturalmente
enemigos de la libertad y del pensamiento, una sola verdad, una estética
revolucionaria, por cierto próxima al adefesio metálico que hoy se levanta en
la otrora autopista Francisco Fajardo, ahora autopista Guaicaipuro, pues nadie
le explicó a Maduro que por las venas de quien él calificó de genocida, corría
sangre de una indígena guaiquerí; supongo que esa lección de su muy atropellado
y cuestionado bachillerato coincidió con sus frecuentes jubilaciones de clase,
las cuales complementó en su trayectoria de transportista reposero. Volviendo
al adefesio de metal que pretende representar al Cacique Guaicaipuro, hecho
jaula y con una suerte de mazo o de arco en la mano para tirar flechas, que es
lo que han hecho estos bárbaros desde que llegaron al poder, se resume la
simplicidad y el reduccionismo opuesto a la estética que solo quien esta
vaciado de ética puede reproducir.
Una
sociedad que se convierta solo en espectadora de este vodevil hecho acto
político y no manifieste interés por la verdad se encuentra indefectiblemente
condenada a su propia destrucción, nosotros observamos al hermano mayor, este
ya no nos vigila, no nos censuran los libros, sencillamente no leemos, no se
nos prohíbe pensar, decidimos no hacerlo, y en tal sentido transferir el
derecho sagrado de existir. Dormimos la larga noche de Gregor Samsa y estamos
mutando a blatodeos rastreros, en un país inscrito en una opereta bufa, en la
cual se simula la reinstitucionalización, se simula que se imparte justicia y
se simula la democracia, también fingiendo que les importa la gente, sin
disimular su propensión al autoritarismo de la república que tortura, y
exponiendo su obscena acumulación de riquezas en manos de unos pocos, para que
eso se interprete por atolondrados y tarifados como recuperación, obviamente,
el triunfo de la ratio técnica sobre el conocimiento que embrida conocimiento
con profundidad, generando la anulación de la racionalidad, la ruina de la
verdad y el andar de un país que envuelto en bodegones, luces decrepitantes de
navidad que funcionan bajo el insuflo de plantas generadoras privadas, simula
ser país potencia, economía recuperada y sociedad de indolentes.
Finalmente,
el reto subyace en entender que la cultura, la educación, las bellas artes y
las virtudes les son incompatibles y eméticas a la hegemonía que nos atenaza
como sociedad, el país dejó de ser una referencia geográfica, un conjunto de
valores y sentires, para volverse un dolor punzante y agudo en el lado
izquierdo del pecho, que nos corta la voz, nos nubla la visión y nos hace
llorar, tal vez para hacernos conscientes de que esas lágrimas, que son signo
de no haber traicionado, nos limpian de tantos años de oscura y roja sociedad
de estos feroces años, no estamos derrotados, no pudieron con quienes decidimos
irnos, desde fuera llevaremos el recuerdo del país que fuimos y seremos
apóstoles de los riesgos de la gansterilidad mutada en izquierda anacrónica.
“Dictadura:
sistema de gobierno en el que lo que no está prohibido es obligatorio.”
Enrique
Jardiel Poncela.
Carlos
Ñañez R
@carlosnanezr
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