Gonzalo González 25 de diciembre de 2021
El
régimen a pesar de ser rechazado por la inmensa mayoría de la sociedad, por su
ausencia de legitimidad de origen y gestión luce, para algunos, consolidado o
en todo caso que controla la situación. No obstante sus tropiezos – la
certificación de su condición de minoría socio política visualizada en los
resultados del 21N, la investigación abierta en la Corte Penal Internacional,
la ratificación del statu de sancionado por parte de Estados Unidos y la Unión
Europea (UE), el negativo Informe Preliminar de La Misión de Observación
Electoral de la UE – sigue sin amenazas serias en el horizonte que pongan en
riesgo su estabilidad y continuidad.
Contribuyen a ésta situación la debilidad y dispersión de las fuerzas democráticas, la ausencia de presión y conflictividad social que se esperaría de una situación socio económica tan grave como la que experimenta la ciudadanía. Por si lo anterior fuese poco, debe registrarse un debilitamiento sensible en los apoyos internacionales a la lucha contra la dictadura debido a la Marea Roja en progreso en Latinoamérica que ha sumado en este final de año las victorias electorales en Chile y Honduras de coaliciones de izquierda donde tienen mucha influencia sectores afiliados al Foro de Sao Paulo; la guinda del pastel es la, por ahora previsible, victoria de Lula en Brasil en el 2022.
Es en
este contexto adverso en el cual algunos plantean de manera dilemática el tema
de la continuación del interinato. Este debate que es uno de los asuntos
pendientes a resolver por las fuerzas democráticas debe ser asumido de manera
seria y rigurosa, alejado de los cálculos e intereses subalternos y sectarios.
Es
innegable que el Gobierno interino y su cabeza, Juan Guaidó, experimentan un
serio desgaste en materia de apoyo y liderazgo. Ese desgaste es la consecuencia
natural de confrontar a un régimen impermeable a cualquier tipo de cambio que
ponga en peligro su continuidad y dispuesto a hacer lo que sea para
garantizarla, de no haber podido lograr el cese a la usurpación… y por
errores propios, entre otros: subestimación de la capacidad de resiliencia del
oficialismo, creación de expectativas de difícil materialización, sectarismo,
supuestos manejos indebidos en la administración de algunos activos de la
República en el extranjero (asunto, por cierto, no bien explicado en descargo a
las acusaciones), actitudes incoherentes como el posicionamiento ante los
comicios del 21N donde por un lado se llamaba a la abstención y el otro se
hacía campaña por candidatos de Voluntad Popular.
De lo
anterior no debe extraerse la conclusión de que el interinato ha sido un
fracaso. Ha sido y continúa siendo una verdadera piedra en el zapato del
régimen, y por ello lo ataca con saña y su actitud permite colegir que su
desaparición junto con estimular la dispersión de las fuerzas democráticas son
objetivos prioritarios de su agenda. El interinato ha sido un instrumento muy
útil para evidenciar ante el mundo la ilegalidad e ilegitimidad del régimen
imperante, así como para generar los importantísimos apoyos a la causa de
la libertad, la democracia y el progreso en Venezuela en el seno de la
comunidad internacional democrática.
El
interrogante clave y decisivo al respecto es si su continuidad es de
utilidad para la lucha por la superación de la dictadura.
En mi
criterio, el gobierno interino conserva todavía el potencial para ser de primera
utilidad como instrumento para logra el cambio siempre y cuando se den los
pasos necesarios para superar sus carencia, errores y limitaciones. Son de
conocimiento público algunas propuestas al respecto: convertirlo en un gobierno
colegiado tipo Junta lo cual podría redundar en representatividad, tener una
presidencia rotatoria, constituir un fideicomiso para gestionar los activos de
la república en el exterior, reducir y reconvertir de acuerdo a criterios de
prioridad y eficacia la representación en el exterior. Y sobre todo no
continuar cediendo a la tentación de que el interinato es un fin en si mismo
(la tentación secular de toda burocracia) sino un instrumento con objetivos
particulares y necesaria – aunque todavía no determinada- fecha de caducidad.
El
cese del Gobierno interino sería un error. Empezando porque
sería otorgarle al oficialismo una victoria innecesaria o una concesión a
cambio de nada; por otro lado sería sacrificar una instancia de demostrada
utilidad en términos simbólico políticos y prácticos en el campo internacional
– nos quedaríamos sin tribuna oficial en instancias y organizaciones como la
OEA y otras -. Con ese acto poco recomendable el régimen, probablemente,
recuperaría para su usufructo y financiamiento de sus propósitos continuistas
los importantes activos del Estado en el exterior.
Aspiro
a que la decisión por tomar al respecto sea la mejor en función del
interés supremo de los venezolanos de lograr el cambio político.
Les
deseo a mis compatriotas una feliz navidad y un próspero año nuevo en
compañía de los suyos.
Caracas,
21 diciembre de 2021
Gonzalo González
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