Por Tulio Ramírez
Hablar con los jóvenes
nacidos en revolución sobre lo que sucedía en las navidades de hace 21 años, es
como hablar del pleistoceno. Supongo que tiene que ver con la teoría de la
relatividad revolucionaria que dice que todo lo hecho antes de Chávez fue malo
aunque haya sido bueno.
Cuando comento a los
muchachos sobre lo bueno que fue esa época, la imaginan en blanco y negro, con
personajes usando sombreros de pajita y bastón, y peinados con la carrera en el
centro. Por supuesto, todo transcurriendo a una velocidad de 75 rpm.
Esa es la magia de la
narrativa de la revolución. Según el discurso chavista la modernidad comenzó en
1999. De allí para atrás, todo era monte, culebra, pobreza y quejadera.
Por las festividades,
me permitiré hacer un inventario de las tradiciones que hemos perdido gracias a
este experimento social que, desafortunadamente, aún no concluye. Son tantas
las costumbres perdidas en el tiempo, que se me hará corto el espacio para
mencionarlas. Por ello me referiré solo a algunas.
La patinata. Aunque
parezca insólito antes de este impresentable sistema, los muchachos amanecían
patinando en las calles de Caracas en la fecha de Misa de Gallo. No había
temor a que les robaran los patines, ni la policía los matraqueaba para
quitarles lo poco que cargaran encima. Por supuesto, cada vez que lo digo me
miran como si fuera un mentiroso desquiciado.
El intercambio de
regalos. Mencionar que en estas fechas la gente organizaba intercambios de
presentes de manera espontánea, sin chantaje alguno, presiones indebidas o para
ganar favores de enchufados, es como contar un cuento de hadas con dragones,
Hadas Madrinas, príncipes y princesas. Se disfruta la anécdota pero nadie la
cree.
El amigo secreto. Echo
el cuento y piensan que se trata de un amigo enchufado que me aligera el trámite
del pasaporte o me facilita un contrato sin licitación. No pueden concebir que
alguien regale algo manteniendo en secreto su identidad. Eso de dar algo sin
pedir nada a cambio, al parecer, no es una costumbre muy revolucionaria que
digamos.
La cesta navideña. Por hablar de esta tradición, otrora muy arraigada en las empresas productivas, me tildaron de senil. Mis jóvenes interlocutores se preguntan cómo es eso que una “Bolsa CLAP” contuviera tantas cosas inútiles. “¿Esas cosas llamadas almendras, jamón jabugo, turrón, panettone y brandy, se comen?”, “¿si no traía aceite, pasta, frijoles chinos y harina de maíz tipo cal, para qué servía esa caja entonces?”, son las preguntas frecuentes.
La cena navideña.
“¿Crees que nos vamos a comer el cuento que en Navidad iba un gentío a una casa
a cenar y beber, así sin más?”. “Oye, somos chamos pero no tontos”. Los
comprendo. Para ellos la cena navideña se concibe en el estricto núcleo
familiar. Eso de invitar gente a comer lo poco que hay en casa, no está en sus
coordenadas de vida.
El tradicional viaje a
la playa el 25 para sacarse el ratón. Lo primero es que la palabra ratón no
está en su jerga. Adquirir un ratón hoy en día es cosa de gente con plata. Lo
de irse a la playa es casi imposible. Los carros están esperando reparación
desde hace meses. Si están buenos no hay gasolina, y si están buenos y hay
gasolina, no hay plata para comprarse un tostón, una cerveza o un raspao.
Bueno, afortunadamente
aún no nos han quitado la Navidad por decreto, como sí lo hicieron en Cuba, sus
iguales. Ya recuperaremos el ambiente de alegría y esperanza que
tradicionalmente ha rodeado estas fiestas.
Finalmente, es posible
que no haya muchos regalos en la madrugada del 25, pero de lo que si estoy
seguro es que en cualquier parte del mundo donde habite un venezolano, habrá,
junto al pesebre o el arbolito, una carta dirigida al Niño Dios, pidiendo encarecidamente
que se cumpla el milagrito que desea más del 90% de nuestros paisanos.
Tulio Ramírez es Abogado,
Sociólogo y Doctor en Educación. Director del Doctorado en Educación UCAB.
Profesor en UCAB, UCV y UPEL
20-12-21
https://talcualdigital.com/recuerdos-de-las-navidades-prerrevolucionarias-por-tulio-ramirez/
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