Por Emilio Nouel, 20/06/2012
Una
de las consecuencias más notorias y perjudiciales para nuestro país del cambio
de opciones estratégicas en la política exterior venezolana bajo el gobierno de
Chávez, es el grupo de gobernantes y actores con los que se ha vinculado
estrechamente por razones político-ideológicas o de conveniencia.
Mientras
aun se sostenían en pie las instituciones y el funcionariado alto y medio
de carrera podía de alguna manera incidir en el curso de los acontecimientos,
el gobierno de Chávez se adaptó de manera premeditada a los parámetros
tradicionales.
Pero
una vez que después pudo completar progresivamente con una calculada
colonización del aparato del Estado encargado de llevar el día/día de las relaciones
internacionales, colocando en puestos altos, bajos y medios sus huestes
ideologizadas, y se radicalizó paralelamente el proceso político en el país por
distintos acontecimientos conocidos, la conducta y los contenidos cambiaron, a
pesar de que en ciertos momentos de esa deriva no se cuidó de algunos gestos
aislados que anunciaban por dónde irían los tiros en este ámbito. Su abierta
conchupancia con Cuba y el desafío a la comunidad internacional al visitar al
tirano Sadam Hussein de Irak, eran sólo el abreboca de lo que sería más
adelante su relacionamiento con los gobernantes más impresentables del mundo.
Y
no es que establecer o fortalecer relaciones con amigos, ideológicos o no, no
lo hagan todos los gobiernos, sino que en el caso de marras, los amigos que se
ha buscado el señor que desgobierna a nuestro país, en su mayoría, son los más
desacreditados y peligrosos del planeta. Por lo general, lideran o han liderado
países considerados fallidos, forajidos o tiranías corruptas y/o conculcadoras
de los derechos civiles, cuando no, son genocidas. A los que suman
organizaciones políticas terroristas o personalidades desprestigiadas.
Desde
antes de llegar a la presidencia, Chávez tenía más o menos claro sus
orientaciones en esta materia. Bastaba leer la larga entrevista que le hizo
Agustín Blanco Muñoz (“Habla el Comandante”) a mediados de los años
noventa, para constatar de qué cojeaba el presidente, y fuimos pocos los que
señalamos entonces hacia dónde podría llevarnos un eventual gobierno del
teniente-coronel golpista.
Allí, Chávez exponía in extenso el pensamiento y
las líneas del proyecto político revolucionario que encarnaba. En varios
pasajes ya asomaba lo que sería su orientación respecto de las grandes
potencias mundiales y su rechazo al “poder imperial” que éstas
supuestamente representan. Abominaba del “mundo capitalista occidental,
democrático burgués”, el cual debía ser deribado.
En función de aquel enfoque, llegado al poder,
además de los mencionados, los tiranos Mugabe, Gadafi, Al Assad, Lukashenko,
entre otros, pasaron a ser interlocutores privilegiados del gobierno
bolivariano. Y no olvidemos los vínculos que aquí y allá, se han detectado con
fuerzas terroristas como las FARC, ETA, HAMAS, HEZBOLÁ y la Corte de los
Milagros que gira en torno al Foro Social de Sao Paulo. “Lo mejor de cada
casa”, diría con sarcasmo un guasón.
En
estos días nos visita uno de los amigos del presidente, uno de los más
indeseables, amén de tóxico para los intereses de nuestra patria. Me refiero al
señor que permite la lapidación de mujeres, entre otras violaciones a los
derechos humanos: el presidente iraní Ahmadinejad.
Está
de salida porque no puede ser reelecto, pero además no lo quiere bien el poder
teocrático de su país. Sin embargo, ha tenido sus éxitos internacionales. Ha
logrado burlar el cerco político y financiero que le tiene la comunidad
internacional, gracias a sus amigos latinoamericanos de ALBA, principalmente,
el que mantiene a ésta económica y políticamente: Chávez.
Según
fuentes de mucho crédito, las relaciones entre el gobierno iraní y el de
Venezuela están siendo investigadas y monitoreadas desde muy cerca por
organismos de seguridad e instancias judiciales de varios países y entes
internacionales. Las sanciones emanadas del Consejo de Seguridad de las
Naciones Unidas por causa del desarrollo no autorizado de la energía nuclear en
Irán, y que Venezuela parece habérselas saltado a la torera, al mantener
vínculos estrechos y poco transparentes (contratos diversos, compraventas
trianguladas, transacciones financieras turbias, construcción de plantas de
producción con propósitos bélicos) con aquel régimen, están formando parte de
un expediente que puede tener consecuencias impredecibles para nuestro país.
Con
tales relaciones, Chávez ha colocado de manera irresponsable a los venezolanos
en el medio de situaciones y conflictos peligrosos que no nos incumben, y en la
posición de potenciales cómplices de infracciones establecidas por la normativa
internacional.
En
su delirio aberrante por querer resolver los problemas del planeta olvidando
los de su propio país, el presidente venezolano nos involucra y
compromete en asuntos que sólo representan para nosotros altos riesgos
políticos y económicos, por no hablar de otros, no descartables, que podrían
ser más serios.
El
prestigio internacional de nuestro país, ya bastante deteriorado, con estas
visitas indeseables se quebranta aún más. Y qué contraste con la Presidente
Roussef de Brasil que se ha negado a reunirse con el sátrapa iraní ¡
Desde
estas líneas, vaya mi repudio, una vez más, a Ahmadinejad y todo lo que él
representa. Como demócrata, amante de la libertad y la paz, ninguna otra
posición se puede tener ante un gobernante teocrático, intolerante y
guerrerista.
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