Por Vladimiro Mujica, 7 Junio, 2012
Otro aspecto que deberá atender
el nuevo gobierno es incorporar a los venezolanos que se han formado fuera del
país
La emigración venezolana alcanza
el millón de personas, contra menos de cien mil hace 20 años
Es difícil cuantificar
exactamente el fenómeno pero quedan pocas dudas sobre su existencia: durante
los últimos diez años una cantidad sin precedentes de venezolanos ha abandonado
parcial o totalmente el país. Iván de la Vega, investigador de la Universidad
Simón Bolívar que tiene años trabajando sobre el tema, señala un aumento
espectacular en la emigración venezolana que hoy alcanza a cerca de un millón
de compatriotas comparado con menos de cien mil hace 20 años. De ellos hay
cerca de 12000 profesionales trabajando fuera de nuestras fronteras. Un número
abrumador para un país como el nuestro y con carencias monumentales de recursos
humanos calificados.
Un aspecto quizás menos
publicitado del drama de la emigración es el asilo. Una publicación de la
Oficina de Estadísticas de Inmigración del Department of Homeland Security de
los Estados Unidos, llamada Annual Flow Report y fechada en Mayo de 2012
contiene la siguiente muy reveladora tabla La tabla discrimina por país de nacionalidad
el número de asilos otorgados por los Estados Unidos durante los años 2009,
2010 y 2011 en una de dos modalidades, así llamadas afirmativa y defensiva, que
se refieren esencialmente a si al momento de hacer la solicitud el solicitante
se encontraba o no en proceso de deportación. Más allá de los tecnicismos
legales, las estadísticas indican una realidad brutal: Venezuela ha desplazado
a Etiopía, Egipto y Haití para ubicarse detrás de China en el segundo lugar de
la lista de naciones cuyos ciudadanos se sienten amenazados.
La decisión y los motivos para
solicitar asilo son personales y no juzgo sobre sus razones. A mi me basta con
saber que tengo varios amigos que están asilados y que en ningún caso la
decisión para ellos fue fácil ni ligera. De hecho, la vida de los asilados está
sujeta a una serie de restricciones y al penoso y durísimo extrañamiento de la
familia y los amigos en su país de origen. Lo complejo del asunto se revela
adicionalmente en el hecho de que, contrariamente a lo que uno podría creer, un
número no despreciable de asilados son connotados ex-chavistas que terminaron
en el imperio del norte huyendo de la venganza del gobierno venezolano.
Las cifras sobre el asilo
venezolano me las hizo notar un amigo norteamericano con muchas conexiones con
Latinoamérica. La pregunta inescapable era: ¿Están las cosas en Venezuela peor
en que Haití? Sin duda que el tema no tiene ninguna respuesta fácil.
Probablemente el asunto esté relacionado con las mayores posibilidades que
todavía tienen muchos venezolanos de viajar a los Estados Unidos. Quizás esté
relacionado con un creciente desencanto con el país, inspirado en buena medida
por la inseguridad personal y la sensación de que Venezuela está metida en un
hueco del que tomará años salir.
No lo sé. La realidad de los
asilados y la realidad de quienes siguen luchando en Venezuela son ambas
ciertas. Al innegable acto de valentía, dedicación y patriotismo que ejecutan
quienes hacen vida política en Venezuela para cambiar los destinos del país no
se le puede poner como contrapartida el de quienes eligen dejar su país porque
se sienten legítimamente amenazados o que simplemente están buscando mejores
posibilidades de vida. Es un drama que no tiene solución sencilla y que antes
de nosotros vivieron países como España y Argentina, por razones muy similares
a las nuestras.
Yo prefiero pensar y soñar que
vendrán tiempos mejores en que los venezolanos que hoy están fuera del país
encontrarán una manera, con la ayuda de quienes se quedaron, para reconstruir y
ampliar los lazos con su patria y contribuir al esfuerzo de hacerlo un país
mejor.
Mientras tanto, al lado de los
asilados está toda una generación de jóvenes que se está formando fuera de
Venezuela y la que en algún momento será indispensable recurrir.
Otro aspecto de la reconciliación
al que el nuevo gobierno tendrá necesariamente que atender.
Vladimiro Mujica es miembro de
Compromiso Ciudadano
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