Alexander
Cambero Jueves, 7 de junio de 2012
En
el ámbito meramente electoral Henrique Capriles se transformó en un huracán.
Impresionante ver cómo el pueblo de Achaguas en el estado Apure, se desbordó
como sus ríos generosos y trascendentes detrás del líder que inclinó su rostro
y quebró sus rodillas juveniles frente al célebre Nazareno, que cantan los
estribillos y veneran sus llaneros
Henrique Capriles comenzó a leer en el alma de la Venezuela profunda.
Penetra con gran firmeza por densos sectores humildes que fueron olvidados por
este régimen, y que sólo el barniz propagandístico presenta como destinatarios
de la obra gubernamental que nadie observa, salvo grandes vallas con obras
fantasmas o raquíticos esqueletos de cemento y cabilla, en donde la corrupción
se llevó los reales, indican que alguna vez la mano ejecutora del régimen pasó
por allí. La gran verdad descubierta por el consistente Henrique Capriles, en
sus múltiples recorridos, es que la obra del gobierno no existe. Que más allá
de una bien planificada estrategia comunicacional, la gestión revolucionaria es
tan menguada que no resiste el menor avalúo por parte de cualquier organismo
especializado en el área.
En el ámbito meramente electoral Henrique Capriles se transformó en un
huracán. Impresionante ver cómo el pueblo de Achaguas en el estado Apure, se
desbordó como sus ríos generosos y trascendentes detrás del líder que inclinó
su rostro y quebró sus rodillas juveniles frente al célebre Nazareno, que
cantan los estribillos y veneran sus llaneros. La iglesia fue jolgorio para a
continuación ser fiesta con Capriles a lo largo y ancho de sus vías
principales. Una multitud entusiasta lo hizo eslabón de sus esperanzas que no
agonizan cuando la tarde se despide del sol en la espesura. Lo mismo ocurrió en
Guanare, en donde una muchedumbre lo recibió con emoción. En la mañana
siguiente inaugurando en Cúa un centro de salud y posterior visita al estado
Vargas. Luego un exigente recorrido en Nueva Esparta, es decir en pocas horas
diversas regiones que abren las puertas de sus casas para escuchar en la propia
voz del abanderado presidencial su propuesta de país. Todo un frenesí como
cuando expuso con brillantez sus propuestas del primer y segundo empleo, al
igual que su visión integral en materia de seguridad. Pocas veces candidato
alguno ha demostrado una vitalidad tan impresionante para lograr llegar a
tantos lugares en tan poco tiempo. Una fortaleza física y espiritual que
muestra un hombre de alma noble y sólidos principios democráticos, que no
agrede con verbo apestoso sino que siembra razones para soñar con un país para
todos por igual. Eso le ha permitido ir creciendo vertiginosamente hasta
destronar al adversario que solo figura en mensajitos o en alocuciones
preparadas para que la gente no vea la magnitud de su deterioro.
El drama de Hugo Chávez es que los venezolanos sienten que su tiempo se
acabó. Que su oportunidad de mantenerse en el poder es mínima, no por el cáncer
que lo redujo al silencio, sino por su fracaso gubernamental. No contaban con
la fuerza vital de Henrique Capriles como abanderado presidencial, pensaban que
iba a resultar un candidato light con poses de sifrino, amigo de jingles y de
visiones estereotipadas de una sociedad capitalista al estilo del seriado
norteamericano. El líder del progreso comprendió que Venezuela estaba esperando
un hombre que caminara por sus veredas, que recorriera sus gravísimas heridas
espirituales y materiales; sintiendo el dolor profundo de los humildes
esperando romper con su cerco de angustias. Los mismos que crecieron a la
sombra de un régimen perverso y corrupto que se convirtió en la peor pesadilla
de aquellos que dijo defender.
Definitivamente los escenarios son diametralmente opuestos, Henrique
Capriles viene como un aluvión moviendo hasta piedras mientras que con Hugo
Chávez se va quedando la soledad y la tristeza de aquel que se marcha para no
volver jamás. Cada día que pasa el mundo oficial enseña mayores contradicciones
generadas por una verdadera batalla campal de todo aquel que siente puede
heredar el botín. Su tiempo se esfumó y ya pagarán por tanto asalto al dinero
de los venezolanos. Tendrán que rendirle cuentas a la justicia y pagar con
cárcel... la otra justicia la administra Dios y de esa no se escapa ningún
mortal.
alexandercambero@hotmail.com
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