Una propuesta desde los sectores
populares al Programa del Cambio!!!
Por Radar de Los Barrios, 24/06/2012
El Plan de Seguridad de
Henrique Capriles enfrenta la inseguridad en cuatro dimensiones muy
importantes: prevención, depuración policial, justicia penal y reforma
penitenciaria. Dirigentes comunitarios de base han construido una propuesta que
pudiera convertirse en el componente número cinco de este programa: El rescate
de esas 170 mil hectáreas de barrios que son hoy guarida, aliviadero y teatro
de operaciones de las 18 mil bandas delictivas que existen en Venezuela
Numerosos sectores
tienden a desestimar el anuncio de la llamada “Gran Misión A Toda Vida Venezuela”
porque el mismo se produce en plena campaña electoral. Para nosotros, sin
embargo, tal anuncio si tiene relevancia: El que -después de 14 años y 150 mil
venezolanos asesinados por el hampa- el gobierno haya por fin reconocido no
sólo la existencia sino la inmensa gravedad del problema de la inseguridad en
Venezuela será en el futuro inmediato un argumento moral y político fundamental
para que el nuevo gobierno a ser electo el 7 de Octubre exija a quienes apenas
en meses serán oposición una patriótica colaboración en la tarea de todos de
vencer la inseguridad que dejarán como herencia.
Para combatir ese nefasto legado de las torpezas y corruptelas del pasado y del presente, el candidato Henrique Capriles ha propuesto un programa interesante, porque supera las generalidades necias como aquello de “plomo al hampa” y plantea un abordaje del drama de la inseguridad en cuatro áreas fundamentales: La necesaria prevención, que tiene en la educación y el empleo sus principales pilares; la transformación de las fuerzas policiales, convertidas hoy en parte muy agresiva del problema; poner orden en la justicia penal, cuya lentitud y corrupción es un factor clave de la impunidad, y la reforma penitenciaria, para evitar que las cárceles venezolanas sigan siendo “centros de comando del crimen” y “universidades del delito”, mantenidas por el Estado pero dirigidas por el hampa, como ocurre hoy bajo las narices de El Assaimi y Varela.
A esos cuatro elementos del programa del cambio democrático en materia de seguridad ciudadana, una importante cantidad de dirigentes comunitarios de base (opositores unos, pro-oficialistas otros, independientes la mayoría) proponen incorporar un quinto elemento: Una “visión epidemiológica” de la lucha contra el crimen, planteamiento que -como ya se probó en Medellín, entre otras ciudades latinoamericanas- permitiría rescatar los barrios de las garras del hampa. Porque podemos estar claros en algo: La inseguridad es un mal que ciertamente nos afecta a todos, pero no nos afecta a todos de la misma manera ni con la misma intensidad. Los barrios y las urbanizaciones populares, espacios en los que residen 70% de las familias venezolanas, constituyen la guarida, el aliviadero, la “concha” y el teatro de operaciones preferente de las 18 mil bandas delictivas que según estimaciones de los técnicos de la Mesa de la Unidad Democrática existen en el país. Hacer abstracción de un dato tan relevante como este no ayuda a definir una política pública eficiente en materia de seguridad.
EL CRIMEN ES UNA EPIDEMIA: ¡ENFRENTÉMOSLO ASÍ!
La inseguridad es una
enfermedad del cuerpo social, y el crimen desbordado no es otra cosa que esa
enfermedad convertida en epidemia. El enfoque epidemiológico llevado al combate
de la inseguridad implica, en primer lugar, establecer en que lugares está “la
enfermedad”, luego ubicar “los focos” dónde ésta se genera, posteriormente
plantea detectar y destruir al “vector” que la transmite y por último supone
destruir el hábitat en que el vector prospera, como medida básica de profilaxia
y prevención. Adoptando el enfoque epidemiológico, la primera tarea es ubicar
en qué espacio esta lo que hay que enfrentar. Y TODOS los estudios de
victimización indican que ocho de cada diez víctimas del hampa caen en los
barrios.
En consecuencia, una
“política de seguridad” que en vez de buscar “buena prensa” o “sacar votos”
procure salvar vidas tendrá que tener a los barrios como escenario preferente
de sus esfuerzos. Una vez ubicados los barrios como el espacio preferente para
el combate contra el hampa, ¿Qué hacer allí? Cuando la policía va a los barrios
generalmente lanza redadas indiscriminadas. Paradas de autobuses, camionetas y
rústicos se ven asediadas por funcionarios exigiendo documentos de identidad y sometiendo
a pasajeros y transeúntes a requisas muchas veces humillantes. Ciudadanos del
barrio son tratados como criminales mientras los auténticos delincuentes
disfrutan del espectáculo desde la seguridad de sus guaridas. Las pocas veces
que la fuerza pública se aproxima a los escondites de los criminales lo hacen
con las luces de las “cocteleras” encendidas y las sirenas a todo volumen, como
diciendo “aquí vamos, escóndanse o váyanse, no los queremos encontrar…”.
UBICAR LA ZONA, DETECTAR FOCOS, DESTRUIR AL VECTOR…
El enfoque epidemiológico
sugiere que una vez ubicado el terreno del combate a la enfermedad hay que
detectar sus focos. Si la epidemia es el delito y el terreno son los barrios,
los focos del crimen en los barrios son conocidos: los lugares en que se vende
piedra, crack, “perico” y hasta heroína; las casas, ranchos y hasta “cambuches”
donde son ocultadas las víctimas de secuestros; las “conchas” en que los
hampones guardan y reparten el botín de robos y arrebatones; los lugares para
“enfriar” vehículos robados, los “deshuesaderos” para tales vehículos cuando
son destinados a la venta de repuestos e incluso los lugares para la quema de
aquellos que son utilizados para cometer otros crímenes, a fin de que el fuego
borre huellas y demás evidencias, todos esos focos de la actividad criminal son
secretos a voces en el barrio, por lo que ubicarlos no debería ser un problema
mayor si las autoridades pusieran más énfasis en labores de inteligencia que en
la organización de ruedas de prensa.
“Vector” es como los
especialistas en epidemias llaman al insecto o animal que aloja al parásito,
virus o bacteria que causa una enfermedad, y que por lo tanto es portador y
transmisor de la misma. El “vector” del Mal del Chagas es el chipo, el del
dengue es el zancudo “patas blancas” y el del paludismo es el mosquito conocido
como Anópheles. En el caso de la epidemia llamada inseguridad, la
identificación del “vector” no es demasiado complicada: Es clarísimo a la luz
de las estadísticas que la inmensa mayoría de los caídos a manos del hampa son
víctimas de armas de fuego, y también en la inmensa mayoría de los casos los
victimarios actúan bajo efecto de drogas, o están protegiendo o intentando
agrandar el área en que controlan su tráfico y distribución. Es evidente entonces
que el vector a atacar es la mezcla de narcotráfico y armamentismo. El desarme
(¡Del hampa, no de las policías!) y la destrucción no sólo de bandas de
“buhoneros” de la droga sino de las cadenas verticales de ese criminal negocio
se convierten entonces, para la lucha contra el crimen, en lo que la fumigación
es para la lucha contra el dengue.
PREVENIR, MÁS
ALLÁ DE LAS PALABRAS…
La visión epidemiológica
del combate al hampa también implica un enfoque del tema de la prevención que
va mucho más allá de las tradicionales invocaciones a “los valores” o a “la
educación” como barreras principistas contra la conducta delictual. Trabajar en
estas áreas es importante, pero también lo es –y mucho- entender y asumir que
una muy importante medida preventiva contra el crimen es la habilitación física
de todas las zonas de barrio de nuestro país. El día en que todos los barrios
de Venezuela dejen de ser un amasijo de casas, callejones, escaleras y
pasadizos que los transforman en fortalezas inexpugnables desde las que el
hampa ejerce el gobierno real, y pasen a ser condominios populares, con
servicios públicos y sobre todo con una vialidad externa e interna que permita
que la vigilancia policial llegue hasta el último rincón de esas comunidades,
ese día el crimen en Venezuela habrá recibido un golpe demoledor y definitivo.
Y lograrlo, por cierto, es mucho más barato que lo que este gobierno ha gastado
en armas rusas, satélites chinos y chatarra iraní.
DE OFERTA DE UN CANDIDATO A COMPROMISO NACIONAL
Lo aquí
planteado implica un trabajo muy duro: Para el Estado, supone la construcción
de unos cuerpos policiales no “bolivarianos” o “socialistas” sino
profesionales, bien formados, bien pagados, bien dotados, capaces de hacer bien
el trabajo que hay que hacer. Para la sociedad, un planteamiento como este
implica la madurez necesaria para participar en un esfuerzo de largo aliento,
en el que no habrá “resultados mágicos” de corto plazo, pero en el que si habrá
resultados verdaderos, medibles, cuantificables y acumulativos, resultados que
hagan posible que sea el cambio de realidades y no las campañas
propagandísticas lo que determine y produzca el cambio de las percepciones.
Varios
centenares de dirigentes comunitarios han participado desde mayo de 2008 en
encuentros y debates que han generado la propuesta que aquí hacemos, y que ya
en otras oportunidades hemos mencionado. Propuesta, por cierto, que no
contradice ni confronta los otros componentes del Plan de Seguridad presentado
al país por el candidato Henrique Capriles. Por el contrario, los extiende y
complementa, enriqueciendo la profundidad social y concreción territorial del
Plan en su conjunto. De las respuestas que obtengamos a este planteamiento informaremos
oportunamente al país.
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