Escrito por Luis Barragán
Martes, 26 de Junio de 2012
Referente seguro de toda innovación
ideológica sobre el planeta, hacia mediados de 2006 Chávez Frías logró
concretar una denominación para su proyecto. Y, con fingida modestia, dijo
lanzar el socialismo del siglo XXI para la discusión pública, aunque – tamaño
detalle - nunca la dio.
Indiferente ante las voces propias y extrañas del patio, respondió con las acostumbradas arengas trastocadas en fundamento de la quinta internacional, nada más y nada menos Hasta que, luego, incurrió en la osadía de desafiar – principalmente – a Mario Vargas Llosa a un debate, creyéndolo impresionado y halagado por la inmensa majestad presidencial que, finalmente, lo acobardaría. Empero, el novelista accedió con coraje y entusiasmo, pero el retador huyó con un versículo propio de los aristócratas de la revolución: “Águila no casa mosca”.
Hay miedo a la palabra libre, sobria y motivada, simulando la polémica donde – sencillamente – está la estridencia de la consigna y la descalificación personal. Palabra que no encuentra cupo aún en su domicilio natural, el parlamento.
En la más reciente sesión plenaria de la Asamblea Nacional, a propósito de la solicitud de un crédito adicional para el desarrollo habitacional de un sector de la caraqueña urbanización Montalbán, los diputados Stalin González y Dinorah Figuera, argumentaron ampliamente sus posturas. El uno, demostró la duplicidad de la solicitud; y, la otra, citó cifras irrefutables respecto a la efectiva construcción gubernamental de viviendas. No obstante, la diputada oficialista Desireé Santos Amaral únicamente alegó su conocimiento de la vieja Caracas popular, esgrimió sus credenciales revolucionarias, e – incapaz de contradecirlos – triunfalmente invocó el pasaje que le es bíblico: “Águila no caza mosca”, despreciando a sus legítimos interlocutores.
La escena, en la que también participó un anónimo y adedado parlamentario del gobierno que “carajeó” a González, convidándolo a darse literalmente unos “carajazos”, revela cuán lejos ha llegado la concepción aristocrática de los socialistas en el poder. Por ello, Chávez Frías valientemente rechaza un debate con Capriles Radonsky, acreditado por las exitosas primarias de la unidad opositora, pontificando sobre el águila y la mosca en una perspectiva zoológica de las personas, el mundo y las cosas donde no cabe la palabra y su tan inherente interlocución.
@luisbarraganj
Indiferente ante las voces propias y extrañas del patio, respondió con las acostumbradas arengas trastocadas en fundamento de la quinta internacional, nada más y nada menos Hasta que, luego, incurrió en la osadía de desafiar – principalmente – a Mario Vargas Llosa a un debate, creyéndolo impresionado y halagado por la inmensa majestad presidencial que, finalmente, lo acobardaría. Empero, el novelista accedió con coraje y entusiasmo, pero el retador huyó con un versículo propio de los aristócratas de la revolución: “Águila no casa mosca”.
Hay miedo a la palabra libre, sobria y motivada, simulando la polémica donde – sencillamente – está la estridencia de la consigna y la descalificación personal. Palabra que no encuentra cupo aún en su domicilio natural, el parlamento.
En la más reciente sesión plenaria de la Asamblea Nacional, a propósito de la solicitud de un crédito adicional para el desarrollo habitacional de un sector de la caraqueña urbanización Montalbán, los diputados Stalin González y Dinorah Figuera, argumentaron ampliamente sus posturas. El uno, demostró la duplicidad de la solicitud; y, la otra, citó cifras irrefutables respecto a la efectiva construcción gubernamental de viviendas. No obstante, la diputada oficialista Desireé Santos Amaral únicamente alegó su conocimiento de la vieja Caracas popular, esgrimió sus credenciales revolucionarias, e – incapaz de contradecirlos – triunfalmente invocó el pasaje que le es bíblico: “Águila no caza mosca”, despreciando a sus legítimos interlocutores.
La escena, en la que también participó un anónimo y adedado parlamentario del gobierno que “carajeó” a González, convidándolo a darse literalmente unos “carajazos”, revela cuán lejos ha llegado la concepción aristocrática de los socialistas en el poder. Por ello, Chávez Frías valientemente rechaza un debate con Capriles Radonsky, acreditado por las exitosas primarias de la unidad opositora, pontificando sobre el águila y la mosca en una perspectiva zoológica de las personas, el mundo y las cosas donde no cabe la palabra y su tan inherente interlocución.
@luisbarraganj
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