MAURO PIANTA
febrero de 2015
Sus
amigos siempre se lo decían: «Cuando logras concretar un negocio, a hacer
“bussines”, te pones contento. Pero cuando te involucras en actividades
sociales, cuando ayudas a alguien, los ojos te brillan mucho más». Y en 2009,
Alejandro Marius, director de una transnacional, dejó su puesto de trabajo para
fundar en su país, Venezuela, en donde vive con su esposa y sus cuatro hijas,
una asociación llamada “Trabajo y Persona”. El objetivo es el de recuperar el
valor de la persona dentro del contexto laboral. ¿De qué manera? «Apostamos
–explicó Alejandro– por la formación laboral, sobre todo manual, en las barrios
de Caracas y en las zonas rurales». Y su esfuerzo se suma al de otras
realidades católicas ya activas: desde los jesuitas hasta los salesianos. Es
decir, Alejando se ha convertido en un empresario social.
Con
la muerte de Chávez en 2013, y la llegada de Nicolás Maduro, la situación en el
país cambió poco. Los datos oficiales de la Venezuela de hoy hablan claro: la
inflación ha llegado al 64%, el PIB ha disminuido 2,8%, el precio del petróleo
cayó de los 100 dólares a 38 dólares por barril. El resultado es notable: el
país, en el que muchas empresas agrícolas y comerciales han sido expropiadas,
no tiene dinero para comprar productos, incluidos los de primera necesidad, que
antes compraba al extranjero. Por ello se acumulan personas en inmensas colas
frente a los supermercados, pero las estanterías casi siempre están vacías. Y
surge la violencia, los enfrentamientos que han provocado tanto sufrimiento.
Según las estadísticas se habla de un muerto cada media hora. Y Maduro responde
con la cárcel a los disidentes políticos. El peligro de que el país caiga en el
caos es elevadísimo.
Entonces, Alejandro, ¿qué quiere decir vivir en un
lugar así?
Venezuela
está viviendo una de las peores crisis de su historia. Son los especialistas
que pueden dar los datos en el ámbito de la salud, economía y seguridad
pública. Lo que yo vivo es que en los últimos años hemos tenido devaluación de
la moneda, la inflación con los datos oficiales es de las más altas del mundo
(los dos últimos años al más del 50%) y con precios regulados de los productos
básicos. Un fenómeno que tenemos es la escasez de productos, los más críticos
alimentos y medicinas. Las colas de gente frente a los mercados y farmacias de
todo el país es algo inhumano. Por mi trabajo fui a un pueblo del interior en
los andes y habían dos cuadras de mujeres que tenían que llevar su niño cargado
y la partida de nacimiento para comprar pañales. La escasez genera también más
especulación y un mercado negro. Hay gente que se dedica a hacer colas para
conseguir alimentos a precio oficial y luego los revende y haciendo eso ganan el
doble del salario mínimo. Eso es considerado un trabajo. La productividad
nacional ha bajado en los últimos 15 años de manera importante y ahora casi
todo es importado y quien controla la compra-venta de dólares es el gobierno.
En el año 1998 antes de que Chávez entrara el poder recuerdo la inflación y
también tuvimos el petróleo bajo (menos de 10 usd el barril) pero encontrabas
comida y medicinas.
En todos estos años de “socialismo del siglo XXI”,
¿cómo han vivido los católicos? ¿Cómo trata el estado sus obras sociales?
La
mayor parte del pueblo venezolano es católico, con un componente de
religiosidad importante, pero se vive de un modo un poco dualista, entre la
religión y lo concreto de la vida. De hecho, si bien el chavismo ha generado
una fuerte polaridad en el país, incluso en los momentos de mayor tensión ha
sido en las iglesias donde se podía ver a chavistas y anti-chavistas sentados
en el mismo lugar. Sin duda existen muchos católicos aún que se definen como
Chavistas, pero el problema es que se vive la fe como algo que no tiene que ver
con la vida, de manera sentimental y no incidente como capacidad de juicio. El
conflicto entre el gobierno y la iglesia ha sido siempre con la jerarquía
eclesial y de manera especial con los Obispos, que han denunciado situaciones
de violación de derechos humanos y la falta de una política que favorezca el
bien común. Las obras sociales de la Iglesia tienen una gran penetración en
sectores populares y rurales de todo el país, de manera especial las obras
educativas. Desde antes del gobierno de Chávez existe un acuerdo entre el
estado venezolano y la iglesia que ha permitido subsidiar la mayor parte de la
educación popular en todo el país. Las condiciones de pago y beneficios de los
profesores no son suficientes y es cierto que el acuerdo ha tenido sus momentos
de altibajos, pero es una realidad que cualquier gobierno tiene que reconocer y
apoyar porque representa una realidad positiva y estable.
¿Puedes indicar algunos hechos concretos, pequeñas
experiencias sobre señales positivas y que den esperanza a la gente para el
futuro?
Yo
dirijo una obra que educa para el trabajo a jóvenes y mujeres. Hay una señora
que vive fuera de Caracas, tiene 6 hijos y mantiene su hogar. Hizo 3 horas al
día para tomar el curso de “Emprendedora de la Belleza” y así comenzar su
actividad de peluquería y generar ingresos para su familia. O también jóvenes
que comienzan a producir chocolates con los cursos que les damos y luego
comienzan a enseñar a otras personas de su comunidad y comparten las
herramientas de trabajo para responder juntos a los clientes. Hicimos ventas de
chocolates en diciembre, hechos por mujeres de las favelas en el laboratorio de
una empresa de primer nivel para que aprendieran a trabajar y las ganancias, la
empresa las donó para seguir con los proyectos.
Veo un grupo de amigos que hacen un grupo de whatsapp para ayudarse a
buscar medicinas u otros amigos en el interior del país hacen una feria escolar
como caritativa para que la gente de su pueblo pueda comprar uniformes o útiles
escolares a más bajo costo, donde el gobierno no hace ese tipo de propuestas.
Son signos de una humanidad que no ha sido reducida, de personas que han
encontrado algo grande en su vida, son hechos y personas cambiadas no las ideas
que pueden dar una esperanza.
En la reciente carta de los obispos al pueblo
venezolano, se invita a no caer en el desánimo y se insiste en la necesidad de
volver a encontrar «entusiasmo, audacia y creatividad». ¿Cómo volver a empezar?
Para
mi, frente a esta crisis hay 4 posturas que toma la gente: escapar de la
realidad, y entonces muchas personas se están yendo del país sin hacer una
verificación seria, buscan el escape en vicios o caen en depresión; negar la
realidad y abstraerse de lo que pasa y tratar de sobrevivir y salvarse por su
cuenta (algo que cada vez es más difícil); intentar cambiar la realidad solo
con la voluntad y con sentimientos patrióticos, que son válidos pero no
suficientes en muchos casos para aguantar el cansancio; y finalmente, entender la
vida como una vocación y entonces mirar la realidad a la cara y hacer un camino
para entender qué es lo que Dios te pide en este tiempo y en esta tierra
venezolana. El “entusiasmo, audacia y creatividad” que citan nuestros pastores
los obispos, no se autogeneran sino que parten del reconocimiento de Algo más
grande que da sentido a la vida. Para un cristiano la fatiga del trabajo
cotidiano tiene un sentido, la dificultad tiene un valor que permite ir a lo
esencial de cada cosa. Cuando no encuentras lo básico para vivir, cuando eres
un médico y tu paciente se muere porque no tienes la medicina o la posibilidad
de operarlo, cuando la vida no vale nada porque hay una tarifa en la favela
para mandar a matar a alguien o conseguir un arma, cuando temes que tus hijos
caminen por las calles o vas siempre con los vidrios de tu coche en alto porque
en cualquier momento pueden robarte con una pistola en la autopista, cuando
sientes la impotencia de no encontrar carne o pollo para llevar a tu casa, es
evidente la exigencia de una inteligencia mayor. Cualquiera de las 3 posturas
que hable antes existen cuando se ponen las fuerzas y la esperanza en lo que
cada uno puede hacer, o solo en un proyecto político. En Venezuela, el gran
desafío que tenemos los cristianos es retomar lo que ha dicho el Papa
Benedicto: que la inteligencia de la fe se convierta en inteligencia de la
realidad. Solo así se podrá mostrar la pertinencia del cristianismo como
posibilidad de una mejor vida para las personas.
Entonces, en un momento tan dramático, ¿qué es lo
más necesario para que la sociedad vuelva a crecer y a vivir?
Venezuela
está exigiendo un cambio pero no es solo en términos de gobierno o de política
económica. Estos son necesarios e incluso sectores del chavismo lo piden frente
a la exigencia de las necesidades que se constatan. La política es importante,
los partidos políticos son necesarios, los proyectos de país indispensables, el
respeto a los derechos humanos son un verdadero “derecho” a recuperar, pero
todo esto no es suficiente para salvar al ser humano y darle felicidad. En
otros países estas son victorias ya alcanzadas y a nosotros nos falta mucho,
incluso comparados con el promedio de América Latina. Pero el verdadero cambio
que requiere el país es cultural. Se trata de entender que el Mesías ya vino y
se llama Jesús de Nazaret, y no esperar la salvación en viejos o nuevos mesías,
caudillos visionarios que van a resolver los problemas usando el petróleo. En
Venezuela está el mito que ya somos ricos por tantos recursos naturales y el
problema es de un buen gobierno que tiene que repartir riqueza. En cambio es el
momento del protagonismo de cada persona a través de lo que le toca hacer, de
su trabajo y responsabilidad en construir el bien común. Desde el ama de casa,
el obrero o estudiante hasta el arquitecto tienen que entender lo concreto y
trascendente de la tarea que a cada uno Dios le ha dado. Para que esto suceda
es necesario que existan lugares que eduquen el deseo y la libertad de la
persona. Lugares de vida nueva que ayuden a ver la realidad de manera adecuada
y que de manera comunitaria respondan a las necesidades concretas. Se requiere
un cristianismo capaz de vivir una verdadera comunión y de esa forma genere
personas capaces de construir, desde el trabajo hasta obras ejemplarizantes de
una respuesta más adecuada a las necesidades de las personas. La buena noticia
es que, como ha dicho el Papa Francisco, Cristo nos primerea y entonces en
Venezuela con toda la crisis y problemas que tenemos podemos partir de esa certeza.
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