Por Félix Seijas Rodríguez
Las encuestas deben su “fama”
a ese deseo muy humano de conocer el futuro. Son pocos los que podrían
resistirse a la tentación de echar mano de algún recurso disponible que les
ofrezca la posibilidad de saber de manera anticipada lo que va a pasar. Los
“adivinos” ganan plata con eso. Y bastante. Usted va, paga, y aquel señor le
lee el tabaco, las cartas, unas piedritas –quizás fritas– o la borra del café.
Por supuesto que la diferencia
entre un charlatán que afirma leer algo que no dice nada y un profesional que
estudia una herramienta científica es, por demás, clara. Sin embargo, con todo
esto existe un enredo. Para empezar, las personas asignan a los sondeos de
opinión el papel del adivino. De ahí la expresión común: “La encuesta tal dice
que…”. Dios me libre de escuchar a una encuesta hablar. El día que lo haga, me
retiro, posiblemente a un sanatorio.
Estos estudios no son más que
herramientas que sirven a un proceso de análisis. Eso sí, estamos hablando de
instrumentos complejos. De ellos se desprenden miles de cifras signadas por la
manera en la que se midieron las variables. Si usted observa los números de
solo algunos ítems, como por ejemplo la muy popular “intención de voto”, sin
analizar un centenar de factores que inciden sobre ella, sucede como el eslogan
aquel: “Usted solo está escuchando la mitad del sonido”.
Si apelamos al símil del
oficio del brujo, las encuestas representarían el tabaco, las cartas o lo que
fuese que el iluminado leerá. El adivino, en este caso, sería el analista.
Cuando los resultados de una encuesta son obtenidos, es él quien las estudia,
interpreta y expresa las conclusiones a las que le condujo tal análisis. El
trabajo de un experto es tomar un estudio y establecer el estado de la matriz
de opinión en el momento en el que se tomaron los datos, descubrir los factores
que la afectan, asociar toda esta información a sus teorías y conocimientos en
la materia así como a otras realidades tales como las condiciones electorales
reinantes y los recursos materiales y económicos de las agrupaciones políticas,
para entonces definir las estrategias que puedan impactar dicha matriz de una
manera favorable para su causa. En este proceso los sondeos de opinión son un
insumo para el analista, muy importante, claro está, pero es uno de tantos que
este debe manejar. Este oficio requiere de conocimiento y experticia. Muchas
personas han dedicado buena parte de su vida profesional a desarrollarlo. Los
comandos de campaña contratan a estos expertos para tales menesteres.
Recordemos el conocido adagio: zapatero a su zapato.
Por supuesto que todo esto
parte de la premisa de que contamos con estudios de calidad. Esa es la materia
prima. Un mal analista se acerca a la imagen del brujo y una encuesta mal
diseñada y/o ejecutada vale tanto como la borra de café. Un estudio mal hecho
es como un mapa mal elaborado. Lo conducirá a un sitio distinto del que usted
quiere ir. Un mal analista, por su parte, puede tener un buen mapa en la mano y
hacer de él una lectura errada. En este caso también terminará en el lugar no
deseado. De ahí lo que siempre digo: confíe en los datos tanto como confíe en
la organización que los produjo, y confíe en el análisis de los mismos tanto
como confíe en el analista que los interpreta.
Una precisión final. Los
estudios electorales y su examen existen para nutrir a organizaciones en su
proceso de toma de decisión. Ellos no se ejecutan para informar a las masas.
Sin embargo, siempre habrá datos y opiniones que circulen en los medios. Si
usted quiere tener una idea –y seguro que así lo desea– de qué está ocurriendo
y de qué puede ocurrir, escuche a los analistas en los que confíe. Ellos
seguramente estarán utilizando materia prima de calidad. Eso sí, dude de
aquellos que le hablen de manera determinística. Un analista con una encuesta
debajo del brazo no puede predecir el futuro. Lo que él puede hacer es
establecer qué tan posible es que diferentes cosas sucedan y cómo estas pueden
verse afectadas por ciertos factores. Es así como se construyen los escenarios
posibles sobre los cuales cada fracción política trabajará en la búsqueda de
que el entramado final le favorezca.
19-11-15
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