Por Margarita Lopez Maya
Las próximas elecciones comienzan a perfilarse como combinación
de parlamentarias con referendo popular. Sin que ningún actor político lo impulsara
formalmente, la situación del país motiva al ciudadano a aprovechar esta
oportunidad no solo para elegir diputados, sino también para expresar su
aprobación o rechazo a la gestión de Maduro. La abusiva e inconstitucional
participación directa de Maduro en la campaña también lo ratifica.
Los procesos electorales de la era de Chávez fueron en gran
medida trastocados de sus lógicas representativas y desviados a lógicas
plebiscitarias. No se designaban candidatos por sus méritos para determinados
cargos, sino por su lealtad al caudillo o a la causa opositora. Lejos de
fortalecer las instituciones representativas, las debilitaron, pues esa lógica
afianzó el ejercicio personalista y autocrático de la Presidencia. Los procesos
electorales fueron, al mejor estilo bonapartista, plebiscitos de confirmación
para Chávez.
Es esta una de las razones de la mediocridad y falta de vocación
de muchos funcionarios del Estado, y la consecuente situación desastrosa de la
administración pública. Del lado oficialista, siempre importó más la lealtad al
líder que la preparación de un candidato para determinado cargo público. Lo
mismo sucedía en filas opositoras; lo primero fue su apego a la lucha
opositora, no importando mucho si tenía credenciales para el cargo. Los ciudadanos
resignados o entusiastas votamos bajo la lógica del plebiscito.
Las venideras parlamentarias tendrán una lógica parecida,
reforzada ahora por la mala hora que vivimos. En las circunstancias actuales,
la lógica representativa, que pide elegir a los más preparados y probos, se
debilita ante la lógica de democracia directa, que pide que se exprese la
soberanía popular sobre si quiere un cambio político o se continúa en la senda
que llevamos.
Quienes hoy se sienten inconformes con los perfiles de sus
candidatos, seguramente tienen razón. La Asamblea Nacional que surja del 6-D
seguirá arrastrando lo viejo, pero si el resultado expresa la voluntad de un
cambio político, desde allí puede comenzarse a asomar lo nuevo: un Poder
Legislativo con diputados idóneos para hacer leyes, políticas públicas y
controlar los otros poderes públicos.
09-11-15

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