Por Gregorio Salazar
A mitad de su discurso
de estreno como jefe del Parlamento que el régimen ha conformado a su medida,
Jorge Rodríguez apeló a su condición de terapeuta psiquiátrico para aseverar
que “escuchar al otro conforma la principal manera de respeto. Escuchar,
dialogar y acordar con el otro. La reconciliación solo podrá ser posible si
todos nos sentimos incluidos en un gran diálogo nacional”.
Lo dijo como
introducción al anuncio sobre que del seno de esa asamblea saldría una comisión
para abrir un gran diálogo nacional, concebido como terapia sanadora, “para la
reconciliación, la paz, la consolidación de los ideales republicanos y la vida,
un gran diálogo donde estemos todos”.
Lástima que no
aprovechara la oportunidad de esa instalación para hacer buenas sus palabras y
atender el reclamo inclusivo que, con razón y con fundados argumentos, le hacía
la bancada minoritaria para que les asignara, al menos, la segunda
vicepresidencia en la mesa directiva.
Nada, ni una subsecretaría
y, mucho menos, como se vería después, la presidencia de la Comisión de
Contraloría que, hasta por derecho propio, se supone que corresponde en todo
parlamento a la oposición.
Por el contrario, la
solicitud opositora tuvo por respuesta una andanada de insultos y epítetos
—salidos del amplio manual escatológico de Carreño y de Jesús Farías— con una
arenga en el mejor estilo del discurso comunista de los ‘60. Todo rubricado por
el estilo retrechero y jaquetón del director de debate. Trabajo, entonces, para
el psiquiatra dialogante.
Rodríguez ahondó más en
la nueva etapa que se abrirá al diálogo. Ahora, en plan de gran concertador,
convocará prioritariamente, nos parece, a los empresarios (que agónicamente
sobreviven), a los trabajadores (con salarios de un dólar), a los campesinos y
los pescadores (que dejaron de serlo cuando el hundimiento revolucionario los
alejó de sus faenas) y, por supuesto y sobre todo, a los consejos comunales,
“la voz más potente”, una vez fortalecidos por “el parlamento comunal, las
leyes y las ciudades comunales”.
Dijo para sus
copartidarios que es más fácil destruir que construir o reconstruir; pero, eso
sí, achacando en todos sus términos la destrucción en medio de la cual vivimos
a los otros, a los que, según dijo, hicieron de la Asamblea Nacional el
epicentro de la destrucción nacional. Nuestra economía es una quinta parte de
lo que era a la llegada del chavismo.
El diálogo, a decir de
Rodríguez, será también político, incluso para aquellos que no participaron en
las elecciones, pero no quedaron. También, dijo con énfasis: “Aquellos que no
participaron por las razones que ya conocemos, a ellos también los
convocaremos, allá ellos si no participan…”.
A caracterizar ese
grupo dedicó una buena parte de discurso: sin ética, sin moral, rasgos
psicopáticos, capaces de todos los delitos y traiciones, planes criminales y
magnicidas, pactos con narcos, dicho todo con tantos pelos y señales que, en un
momento, pareció digna de un autorretrato.
Pasando de la
psiquiatría a la ritualidad religiosa, concluyó en que todo ello necesita “un
exorcismo” y ya rociaron el Capitolio con agua bendita. Autoexorcismo no se
necesita. No, para qué.
Pero, bienvenido el
diálogo. Se necesita con creces y tendrá de nuevo como oficiante —pero ahora
como cabeza del Poder Legislativo obtenido a la carta— a Jorge Rodríguez. Y
vale la pena detenerse en lo que ese cambio significa en la estructura de la
cúpula gobernante.
Rodríguez habló a sus
anchas, con fluidez y autoridad, recordando entre líneas que viene de recorrer
las calles, al menos de jugar pimpón, durante la campaña electoral. Se dio el
lujo de citar sin desentonar a Vallejo, Neruda y Andrés Eloy. Esas ya son dos
cosas en las que ni Maduro ni Cabello pueden imitarlo porque ni salen ni saben.
El psiquiatra ha dado
un salto que, a las claras, lo proyecta como el segundo de abordo, desplazando
como potencial relevo en la escala de poder al teniente de los mazazos.
Y diríase que hasta en
una eventual presidencia, ese relevo que tanto ha acariciado el hoy jefe de la
bancada roja, siempre el rol de gran intimidador. Para lo verdaderamente
militar está Padrino.
Y es que después de
veinte años paseándose por la mayor parte de la estructura de la administración
pública venezolana, desde la presidencia del CNE hasta la alcaldía del
principal municipio del país, vicepresidencias, ministerios que han puesto en
sus manos, la armazón de la hegemonía comunicacional y la estrategia
partidista, Rodríguez se posiciona cada vez más como la pieza clave del
proceso.
Póngale de ñapa el
acompañamiento de su hermana y mano derecha, Delcy Rodríguez, y concluirá que
es también mucho más capaz y eficiente —a los fines revolucionarios— que
lugartenientes como Jessy Chacón, Motta Domínguez o Pedro Carreño, etiquetados
popularmente como inútiles y corruptos.
De modo que el plan del
régimen ya ha sido expuesto ante el país. Sabemos quién conducirá el proceso y
hacia dónde se dirigen. Qué bueno sería saberlo también de las fuerzas
democráticas de la oposición venezolana.
Gregorio Salazar es
Periodista. Exsecretario general del SNTP.
10-01-21
https://talcualdigital.com/el-psiquiatra-dialogante-por-gregorio-salazar/
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