Juan Guerrero 09 de enero de 2021
@camilodeasis
Poco más de dos décadas han significado para los
venezolanos la total destrucción del Estado. Sin embargo, lo peor de ello está
referido a las mayores catástrofes: la migración, éxodo y exilio de una
significativa parte de su población (entre 5-6 millones), gran parte de ella
calificada profesionalmente y que representa el cerebro de su desarrollo
científico, humanístico y tecnológico. Otra tragedia lo representa la pérdida
de parte de su territorio, por desidia, por acción u omisión, de poco más de
150 mil kilómetros al este del país. Esto es lo que ocurre cuando los regímenes
populistas de tendencia socialista, progresista o comunista asumen el poder del
Estado, como ocurre en Venezuela.
Lo demás es lo que queda de una población, calculada
en poco más de 25 millones de habitantes, de los cuales el 96% se encuentra en
situación de pobreza, mientras cerca del 80% está en pobreza crítica. Su
principal industria, petrolera, en total ruina y próxima a ser seccionada para
venderla como chatarra, al igual que las restantes industrias básicas: acero,
hierro, aluminio, oro, que sobreviven al sur del Orinoco como restos de un glorioso
pasado industrial.
Mucho se comenta sobre la necesidad de lograr acuerdos
donde los partidos y grupos de oposición puedan alcanzar, unidos, una solución
política con el poder oficialista. En lo personal no creo que ello ocurra. La
realidad, de hace varios años, ha demostrado nuestra afirmación: la estrategia
de la mentira y el engaño para perpetuarse en el poder, son parte de una Política
de Estado del régimen radical de izquierda venezolano. Además, la existencia,
demostrado una y otra vez, de pandillas del crimen organizado alrededor del
régimen, junto con grupos guerrilleros y del terrorismo internacional, impiden
todo proceso político de negociación.
Es que la ‘sociedad parasitaria’ muy bien enquistada
en el poder, con militares de alto rango a la cabeza, impiden que se puedan
lograr acuerdos políticos reales para superar la cada vez más terrorífica
realidad que padecen millones de venezolanos, sometidos a la barbarie de una
vida impuesta de calamidades de todo tipo.
Sin lugar a dudas, y sin que me considere de ninguna
manera defensor del militarismo, tristemente pareciera que la ‘piedra de
tranca’, sea porque actualmente son un impedimento, sea porque necesariamente
habrá que servirse de ellos para salir del estancamiento político, son las
fuerzas militares venezolanas las que tendrán la última palabra para acceder a
un transitorio gobierno, previo a la reinstitucionalización del Estado.
Son
los militares quienes, con armas en mano, podrán desplazar a los miles de
grupos y subgrupos, tanto de paramilitares como del crimen organizado para
implantar un orden institucional que permita organizar las instituciones
fundamentales del Estado.
Lo otro es crear la llamada ‘amenaza creíble’ de una
fuerza militar internacional combinada que acceda a intervenir, por razones
humanitarias, para proteger a la población civil de la evidente, notoria,
pública y comunicacional tragedia de subalimentación, desnutrición y demás
violaciones a los derechos humanos fundamentales de los ciudadanos venezolanos.
No encuentro otra clara y real salida a esta hecatombe
humanitaria que desde hace tiempo comienza a sentirse en otros países del
subcontinente, como Colombia, Ecuador, Perú, Chile, que han credo más
restricciones para impedir la entrada de la masiva migración venezolana. Lo que
ocurre, en este aspecto, con Trinidad-Tobago es resultado de la tragedia que se
vive en Venezuela.
Es cuestión de meses para que el mundo observe otra
nueva tragedia venezolana. Esta vez, creo estará en la persecución de los
dirigentes políticos de oposición, y muy probablemente, en el cierre de los
centros educativos, y la mortandad de niños y ancianos por la alta tasa de
desnutrición infantil y de adultos mayores.
Todavía hay tiempo, liderazgo de hombres probos y
ciudadanos dispuestos a apoyar un movimiento cívico-militar, de profesionales e
institucional, que impulse un gobierno provisional donde prive lo esencial:
salvar de la muerte evidente a millones de connacionales, y reorganizar institucionalmente
el Estado. Creo y tengo fe que esto terminará imponiéndose.
Juan Guerrero
@camilodeasis
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