Jordan Flores y Raúl Castillo 28 de febrero de 2021
@JJFlores94 y Raúl Castillo
¿Cómo
es la formación de las juventudes de los partidos políticos en Venezuela?
¿Quiénes son? ¿Cómo piensan? ¿Cuáles son sus aspiraciones de cara al futuro?
¿Qué oportunidades tienen de crecer en el contexto venezolano actual? En la
segunda entrega de este seriado, El Diario busca dar con las respuestas a esas
interrogantes, entrevistando a jóvenes promesas de distintas formaciones
políticas del país. En esta entrega conversamos con ocho integrantes de VP
Un papel pegado en la puerta de la sede municipal de
Voluntad Popular (VP), en la avenida Solano de Caracas, dice: “Estoy contigo,
no te canses que yo jamás lo haré”. La nota está firmada por Leopoldo López,
coordinador nacional y fundador de la tolda naranja, actualmente exiliado en
Madrid. Una figura de cartón del dirigente alza su puño al fondo de la sala,
acompañando al equipo juvenil del partido. En esas palabras probablemente
encuentran aliento en medio de la intensa lucha política que hoy libran desde
la oposición.
Son un grupo grande, más de lo esperado. Ocho jóvenes
que desde temprano ya estaban en la oficina, la cual mantienen bajo estrictos
protocolos de seguridad por la amenaza de allanamiento que recae sobre su
sede principal en Los Palos Grandes por parte del régimen de Nicolás Maduro. Al
tomar asiento, el grupo asemeja más una reunión de amigos, en la que la única
etiqueta es vestir alguna prenda o detalle de color naranja. Se ríen, envían
mensajes de texto y se atropellan entre sí al hablar.
El centro del cuadro lo preside Hasler Iglesias. No es
para menos, pues además de ser el mayor, es el coordinador nacional de
Juventudes. Viste una chaqueta tricolor y todas sus expresiones reflejan la
misma calma de su habla. A su derecha está Hayber Farías, responsable
nacional operativo, el segundo puesto más importante en la rama juvenil.
Reiteradamente desinfecta sus manos y tapabocas mientras habla, siempre
animado. Seguidos están Carlos Marcano, miembro del equipo nacional, y Luis
Miguel González, responsable juvenil en Caracas.
A la izquierda está Jesús Mendoza, quien tiene el
tercer cargo más alto dentro de la Juventud del partido como coordinador nacional
de Ideas. Es puntual en sus intervenciones, lo más claro y preciso posible. A
su lado está Luis Martínez, también miembro de la dirección nacional e igual de
reservado con las palabras. La única mujer del grupo, Deylys Laura Ferrera, es
coordinadora operativa en la Dirección regional de Caracas.
Detrás de ellos, al fondo, está sentado el actual
presidente de la Federación de Centros Universitarios de la Universidad Central
de Venezuela (FCU-UCV), David Sosa. Apenas culminó una fase de aislamiento preventivo
por sospecha de covid-19, por lo que cumple el distanciamiento social y en
ningún momento se retira el tapabocas.
Progresismo a la europea
Para ser Voluntad Popular un partido inscrito en la
Internacional Socialista –ellos mismos lo reconocen–, a los jóvenes les cuesta
decirlo claramente: después de pasear sus respuestas por la “democracia
interna”, por la “familia” que son, por la meritocracia, por la diversidad o
por la visión social que tienen, admiten que son una formación de
centroizquierda. Progresista. Así también se identifican ellos. Siempre con la
necesidad de aclarar, eso sí. Insisten que no son como el socialismo del siglo
XXI, ni como el comunismo ni como los “progresistas” aliados del régimen
chavista.
El primero que pone los puntos es Hasler, no sin antes
tratar de evadir las etiquetas. El debate ideológico en la oposición, dice,
pasa a un segundo plano cuando se trata de confrontar a un régimen. “El foco en
este momento es que ninguna ideología va a poder implementar ningún tipo de
política hasta que no salgamos de esto. Creo que eso habla mucho de la dinámica
política opositora”. De allí que muchos jóvenes se identifiquen más con los
partidos políticos por su forma de luchar que por sus ideales, opina. Y
aprovecha para lanzar el mantra de VP: elecciones con condiciones; diálogo solo
para poner los términos de la transición; presión de calle indispensable; y
presión internacional para complementar.
Pero ante la insistencia, retoma: “(…) sin dudas en lo
particular y en los grandes debates del partido, nos ubican en la
centroizquierda. No en la izquierda socialista, revolucionaria, ni mucho menos,
jamás en la vida, sino una izquierda democrática, reformista”. Una
centroizquierda, amplía: “Donde se respetan las libertades de las personas, se
valora y se impulsa al sector privado, pero sin que el Estado descuide la
satisfacción de las necesidades básicas de la población”. Agrega también el rol
determinante del petróleo –según él, ningún otro partido lo plantea– que
tendrá en la reconstrucción del país. Políticas de “avanzada” y de “vanguardia”
en los derechos.
David sale de las fronteras venezolanas para
ejemplificar. Su modelo son los Estados europeos o Canadá. Dice creer en el
Estado social y de derecho, que brinde mejores posibilidades a la población
especialmente en salud y seguridad. También en la economía social y de mercado,
y allí su inspiración son países como Canadá, Alemania o Francia que, si bien
admite que cada país tiene mayor o menor intervención del Estado con respecto a
otros, cualquier acercamiento de Venezuela a estos modelos son positivos. Para
ello, insiste con el punto de Hasler –y en el que todos van a coincidir–, primero
hay que recuperar la democracia. Una vez logrado el objetivo, añade, hay que
hacer pactos de gobierno a la alemana: la centroderecha con los
socialdemócratas.
Hayber vuelve a su nicho petareño. El país, opina,
debe avanzar hacia una sociedad de emprendedores, donde el esfuerzo y el mérito
den resultados sin intervención del Estado. Jesús, por su parte, se define como
de centroizquierda, sin dar mayor precisión; enfoca el debate hacia algo que,
apunta, debe renovarse: la Constitución. Eliminar la reelección indefinida,
reformar el sistema político, garantizar la libertad económica, incluir la
agenda Lgbti. La lista la sigue Luis Miguel; menciona que se debe modificar los
poderes de la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ).
Formados desde temprano
De acuerdo con su página web,
el equipo de Juventudes de Voluntad Popular está compuesto por tres frentes:
Comunitario, Estudiantil y por la Diversidad. Cada uno de ellos cubre una
arista en la formación política de sus militantes desde campos como la
resolución de problemas vecinales, la lucha en liceos o universidades y la
defensa de los derechos del colectivo Lgbti.
Hasler reconoce que la persecución que sufre el
partido, sumado al éxodo masivo de jóvenes por la crisis humanitaria en
Venezuela, han provocado la deserción de sus militantes, por lo que no maneja
una cifra precisa de los equipos juveniles dispuestos en 232 de los 335 municipios
del país. No obstante, Hayber aporta que según el registro de sus últimas
elecciones internas realizado en 2017, contaban para ese entonces con la
participación de más de 15.000 activistas.
En cuanto a su formación, Hasler explica que en 2017
implementaron un nuevo modelo llamado Escuela de Líderes, el cual consta de un
ciclo de talleres de cuatro a seis meses de duración, donde los jóvenes no solo
se empapan de la doctrina y valores del partido, sino que también reciben
clases de economía, historia, gestión pública, diseño de políticas públicas,
planificación estratégica y comunicación política. Igualmente, les imparten
cursos sobre federalismo para empoderar a las direcciones regionales y estudiar
sus contextos locales.
En Voluntad Popular parecen creer en la extensión de
la juventud, pues la edad máxima para pertenecer a esta rama del partido es de
30 años de edad. El propio Hasler se encuentra a meses de alcanzar ese límite
reglamentario. Son varios los años en los que un militante puede pertenecer al
equipo juvenil, sobre todo si se tiene en cuenta que en VP el activismo puede
ejercerse desde los 16 años.
Hayber menciona que justamente el Frente Estudiantil
de la Juventud posee una división enfocada en la Educación Media y
Diversificada, donde todos sus integrantes son adolescentes que dan sus
primeros pasos en la política. También recuerda que para las elecciones
internas de 2017 se planteó la posibilidad de permitir votar a los menores de
edad, aunque sin posibilidad de postularse. Luis completa que la idea se
descartó, pues los jóvenes no figuraban como votantes en su base de datos, al
no estar inscritos aún en el Registro Electoral.
Jesús dirige la Coordinación Nacional de Ideas, la
cual se encarga de organizar talleres formativos complementarios dictados por
expertos. Allí ven “materias electivas” sobre diferentes temas fuera del
programa principal, para los cuales invitan a diputados o miembros del equipo
principal del partido, además de especialistas no relacionados a la
organización. “No tenemos problemas con invitar a personas de otros partidos,
como por ejemplo Delsa Solórzano (líder de Encuentro Ciudadano), o el
periodista Luis Carlos Díaz, que es una persona independiente que puede hacer
una ponencia en seguridad digital”, completa Mendoza.
Incluso antes de la pandemia de covid-19, todos estos
talleres de la Escuela de Líderes y la Coordinación Nacional de Ideas se
realizaban de manera remota. Aunque procuran hacer al año dos o tres encuentros
presenciales, la virtualidad forma parte de la dinámica del partido, bien por
razones económicas o logísticas, como por seguridad propia. Desde hace años sus
encuentros con Leopoldo López y otros líderes de la tolda han tenido que ser a
través de una pantalla, desde el exilio, la clandestinidad o el arresto
domiciliario.
Referentes civiles
Poniendo en claro sus ideales, les sale con mucha más
naturalidad mencionar a sus referentes históricos. No solo no eluden hablar de
historia, sino que en cierto punto parecen disfrutarlo. Las ideas son más
claras. Si alguno se adelanta y menciona a una persona, otro amplía en la idea
o se refiere a otro líder histórico.
Jesús se adelanta y propone dos nombres. El primero es
José María Vargas. “No solo es el primer presidente civil, sino que representa
un poco la historia política de Venezuela que es que siempre la bota militar ha
querido pisotear el poder civil”, comenta. Después Hasler lo mencionará también
por el episodio en el que le dice al general Pedro Carujo que el mundo es del
hombre justo y no del valiente. El segundo es Eleazar López Contreras, el único
militar que se nombra en la tanda. De este último, Jesús destaca que “tuvo la
posibilidad de ser un nuevo dictador”, pero sentó las bases para la democracia
y para que “Venezuela realmente entrara en el siglo XX”.
Otro nombre valorado es el de Juan Germán Roscio. “Fue
un prócer independentista que jamás alzó un fusil, sino que a través de la
civilidad y las leyes logró formar, plasmar y materializar la República”,
comenta Luis Miguel. Deylys agrega luego de quien define como su personaje
favorito: “Lo más tremendo es que siempre fue una persona que estuvo detrás del
telón, que no fue muy visible, pero tuvo un rol importante en ese momento
histórico”.
Luis Miguel suma al debate a Rómulo Betancourt.
Demonizado por algunos por su pasado comunista e ideología socialista, y por
otros por ser uno de los artífices de la llamada “Cuarta República”, los
jóvenes lo reconocen como un líder. De él destaca que tuvo “la grandeza” de
combatir a la guerrilla, de promover la Reforma Agraria, de no reelegirse y de
permitir la alternabilidad democrática. David “retuitea” el comentario y agrega
que, incluso como dirigente estudiantil, se identifica con su figura. Todos los
que menciona están ligados, de alguna u otra forma, a ese ámbito.
“Vivió una dictadura de aproximadamente 30 años, todo
el proceso de cuando estuvo (Juan Vicente) Gómez. Después vivió los gobiernos
con tendencia a la democratización de Eleazar López Contreras e Isaías Medina
Angarita, pero fueron ambientes en los que en Venezuela no había plenas libertades,
y él no solamente vivió esa época, sino que además luego tuvo la sapiencia, la
visión democrática de instaurar un país donde esas diferencias se pudieran
subsanar con elecciones, transiciones democráticas que nunca habíamos visto en
nuestro país”, dice sobre Betancourt. Sin embargo, no mencionó el rol de Acción
Democrática en el derrocamiento de ese gobierno democrático de Medina Angarita.
David nombra también a Raúl Leoni y a Édgar Sanabria.
Al primero lo destaca por ser presidente de la Federación de Estudiantes de
Venezuela en el año 1928 y por ser el segundo presidente de la era democrática
después de Betancourt. Y al segundo porque, a pesar de que solo estuvo en el
poder durante tres meses al mando de la Junta de Gobierno postdictadura
perezjimenista, impulsó la Ley de Universidades. Lo considera una prueba de que
por muy corto que sean los gobiernos, en las transiciones pueden tomarse
decisiones importantes para el destino del país.
Otros con los que es fácil identificarse desde
Voluntad Popular, dice Hasler, es con Leonardo Ruiz Pineda y Antonio Pinto
Salinas. Secretarios de Acción Democrática en la dictadura de Pérez Jiménez,
cree que son fuente de ejemplo a seguir por su lucha. “En alguna medida estamos
viviendo momentos similares y son buena fuente de inspiración para seguir en
este entorno de crisis”.
Hayber se permite una licencia para volver, de nuevo,
a Petare. Viene a la actualidad. Si va a hablar de referencias, dice que debe
nombrar a Enrique Mendoza, aunque hoy estén “en diferentes aceras por el
accionar político de cómo enfrentar a la dictadura”. Aun así, de él resalta la
capacidad de gobernar el estado Miranda, “de lo bien que logró conectar el tema
de la empresa privada con la ejecución de sus políticas públicas para el estado
y el municipio”, y de cómo afrontar las diferencias sociales.
Luego de hablar de la actualidad, el debate histórico
se cierra volviendo a los orígenes de todo y lanzando un presagio del futuro.
Para Carlos, Francisco de Miranda es el principal héroe por su anhelo de
libertad y de igualdad ya no solo en Venezuela, sino en otros países del mundo
como Francia o Estados Unidos. De la época contemporánea no menciona a ninguno.
Se inspira en la frase del historiador Rafael Arráiz Lucca sobre la Generación
del 28 “el general (Gómez) los metió en la cárcel, pero sin darse cuenta los
metió en la historia”, para ensalzar a la generación a la que él pertenece:
“Yo creo mucho en que ahorita a nuestros compañeros, o
a nosotros mismos, nos dan dado palos, nos ha gaseado, o nos han metido presos,
pero de una u otra forma nos están metiendo en la historia y yo creo que esta
generación es la que está llamada a cambiar de una buena vez el rumbo del
país”.
El motivo de pertenecer
Más allá de la ideología que comparten –a pesar de sus
esfuerzos por no querer ubicarla en algún espectro–, para los jóvenes es
también motivo de pertenecer a Voluntad Popular la vocación de poder que
aseguran tiene el partido. En este punto, David, en una de las pocas veces que
lo nombrarán durante el encuentro, menciona a Leopoldo López. Quizás sea
redundante mencionarlo tan seguido: en la sede hay al menos tres figuras de
cartón tamaño real del líder opositor, así como un póster con su imagen de 2014
que pide su libertad y que cubre toda una pared. De Juan Guaidó,
exrepresentante del partido y presidente interino de Venezuela, no hay rastro
alguno.
Lo que le atrajo de VP a David tiene mucho que ver con
López. Le cautivó su forma de gobernar en el municipio Chacao, en Miranda, en
contraposición con la gestión del entonces presidente Hugo Chávez. Un modelo
que define como referencia para todos los caraqueños. “Fue un gobierno en el
que se implementaron políticas progresivas, políticas de bienestar social, y
además se impulsó, algo que creo que todos nosotros compartimos, la necesidad
de que en Venezuela se pueda generar trabajo, progreso y desarrollo económico.
Ese fue el primer acercamiento a Voluntad Popular”, explica. Y allí menciona
una diferencia con los otros partidos opositores. “Este es un partido que se
creó para transformar a Venezuela y no es algo que estamos diciendo como una
proyección a futuro, es que ya lo hemos hecho”.
Para Hayber, el atractivo de ser parte de la formación
naranja pasa por la democracia interna. Sostiene que este aspecto es lo que “lo
diferencia muchísimo” de los otros partidos políticos (desde Primero Justicia dijeron lo mismo de sí mismos). “Esta
es una organización que nos da la oportunidad de crecer desde las bases, el
construir equipo y de llegar a los espacios de representación gracias a eso. No
es un partido tradicional donde las autoridades se nombran a dedo, sino que nos
da la oportunidad de construir y de llegar a. Lo segundo, que es un partido
bastante mixto. Es una formación que se nutre de distintos liderazgos”, añade.
De allí en más, los argumentos se hacen similares.
Deylys dice que su motivo para pertenecer a VP radica en las oportunidades de
formación y de trascender que brinda el equipo, sin importar la religión, el
sexo, el estrato social u otro aspecto. Luis explica que tienen visión de país,
al contrario de otras formaciones que, señala, nacieron como una respuesta a
otro modelo. Y cierra David con otro aspecto con el que coinciden los demás: la
inclusión de las personas Lgbti en sus filas.
Diversidad sin debate interno
Hablar de progresismo, de derechos humanos, de
diversidad y de libertades es también hablar de temas como el aborto, la
eutanasia, el feminismo o el matrimonio igualitario. No obstante, y a pesar de
que los ocho jóvenes de Voluntad Popular remarcan la inclusión de la comunidad
Lgbti en sus bases –refieren, cómo no, que de sus filas salió la primera mujer
transgénero diputada de la Asamblea Nacional (AN), Tamara Adrián-, reconocen
que internamente todos estos son debates que no se dan ni dentro de la
oposición ni dentro del partido.
En ese sentido, Carlos hace un mea culpa largo,
puntual y, sobre todo, honesto. Argumenta que desde VP debieron aprovechar la
figura de Adrián y de Rosmit Mantilla, primer diputado abiertamente homosexual,
para llevar más debates al hemiciclo de la AN. Hubiera servido, dice, para
abrir el debate no solo en su partido, sino en las otras formaciones; para que
los temas llegaran a la sociedad.
No obstante, Luis cree que el partido avanza en estos
temas conforme avance la sociedad, y no viceversa. Considera que la venezolana,
a diferencia de la argentina –por poner un ejemplo–, es una sociedad
principalmente conservadora, con muchos tabúes. “Estamos avanzando hacia allá y
nuestro partido está como en la sintonía”, dice, y no cree que sea estrictamente
negativo.
Hasler, Luis Miguel y David se acercan más a la
opinión de Carlos. David considera que se debe fomentar la discusión en torno a
estas ideas para generar mayores consensos. El segundo cree que son debates
positivos que ya se deben producir en lo interno –las diferencias de opiniones
enriquecerán el debate, opina- y en la sociedad. El primero reconoce que, más
allá del matrimonio igualitario, todavía no ha debatido los otros tópicos
mencionados. El partido, señala, no tiene una postura clara al respecto. Aun
así, cada uno de ellos tienen muy claras sus posiciones al respecto. Todo lo
que digan son opiniones personales.
— Para ser más precisos: matrimonio igualitario, ¿sí o
no?
Inmediatamente después de un “sí” al unísono, se
escucha un solo “no”. Todos voltean. Es Deylys.
— ¿Por qué?
— Particularmente, yo asisto a una iglesia. Pero más
allá del tema religioso, como estudiante de Derecho también lo traigo a
colación. En el articulado de la Constitución habla del tema de la familia y me
parece que -tal vez más adelante cambie mi opinión-, hay que verlo
detalladamente y cómo se va a regularizar esto en nuestras leyes. Porque sí es
verdad, tenemos una sociedad bastante cambiante, pero yo creo que es importante
que antes de nosotros poder tomar una decisión (…) tenemos que hacerle un
estudio a nuestra sociedad y de acuerdo a esto decidir, porque hay muchas
personas que no están de acuerdo. Por ejemplo, cómo va a afectar a los
venezolanos y cuáles serán las consecuencias. Pero yo, particularmente, no
estoy de acuerdo.
—¿Pero no es esa una decisión individual?
—Es mi decisión individual, es lo que yo pienso no
como partido, sino como estudiante de Derecho, como creyente de la palabra de
Dios. Yo no comparto eso. Tengo amigos espectaculares que son homosexuales, los
respeto hasta allí, pero ellos conocen mi posición y siempre lo voy a mantener
a pesar de que sí vaya contra la corriente, pero siempre va a ser mi posición.
A pesar de mencionar a la Iglesia y a Dios en sus
respuestas, dice creer, al igual que el resto de sus compañeros de partido, en
la división entre el Estado y la Iglesia.
Donde sí hay unanimidad es en el debate sobre el
aborto. Todos están de acuerdo en que sea seguro, legal y gratuito; aunque
dejan claro que su apoyo es según bajo qué condiciones se despenalice. La
primera en tomar la palabra nuevamente es Deylys y demuestra que sabe separar
entre religión y algunas políticas públicas. Su aprobación de esta práctica
pasa por una regularización adecuada. Que no sea tan liberal como para que se
convierta en un método anticonceptivo. Hayder coincide y menciona, sin dar
detalles de algunas, las condiciones bajo las cuales considera debe ser
posible: si fue producto de violación, si es necesario porque pone en riesgo la
salud de la mujer o el tiempo de gestación.
David cierra el tema del aborto con una visión más
completa. Opina que este es un tema que reivindica los derechos de las mujeres.
La negativa al aborto, dice, forma parte de las construcciones sociales para
“aplastar” sus libertades y la manera como desarrolla su vida. Por ello
considera que la despenalización debe ir de la mano, además, con la presencia
del Estado para educar a la sociedad y promover los anticonceptivos.
“Por eso uno de los lemas que apoyo es el de
´educación para poder decidir, anticonceptivos para no abortar -porque yo creo
que nadie en su sano juicio quiere pasar por una situación así-, y el aborto
para no morir’. Sencillamente es una práctica que está sucediendo en clínicas
clandestinas, en espacios donde la mujer no tiene garantizados sus derechos,
uno de ellos a la vida (…) creo que ellas no deben ver arriesgada su vida por
un Estado que no les garantice sus derechos humanos”, explica.
Donde hay menos consensos es en la eutanasia (muerte
asistida). Deylys y Hasler se oponen esgrimiendo que es apoyar el suicidio; que
el sufrimiento, en mayor o en menor medida, forma parte de la vida. Aun así,
opinan que se debe estudiar la posibilidad. De momento creen que es negativo.
Luis Miguel y David, en cambio, se muestran favorables. Ponen como regla que se
debe permitir cuando la persona está desahuciada, está bajo una inminente
muerte, o padece una enfermedad grave. No se trata de valores morales o
creencias individuales, dice David, sino de solidaridad con la otra persona.
Temple ante la amenaza
Pasan en Venezuela cosas absurdas, anormales. Una de
ellas es que cuando hay persecución política, incluso los más jóvenes tienen
experiencias. Desde su fundación, VP ha sido de los partidos más perseguidos
por el régimen chavista. Con esta amenaza conviven sus militantes desde el
momento en el que ingresan a la formación política. Aunque no le quitan
seriedad al asunto, algunas anécdotas las comentan entre risas irónicas. Otras
las narran con la tristeza de una marca todavía presente.
Con algo de amargura, Hasler comenta que al menos el
80% de los presentes en la sala fue detenido alguna vez durante su militancia,
o fue víctima de algún tipo de persecución u hostigamiento.
“Una mamá, cuando tú le dices que vas a entrar en
política, se asusta. Y cuando le dices que vas a militar en Voluntad Popular,
se pone peor. Cuando tengo un evento político, una actividad comando, evito
decir a dónde voy. Siento que, si les digo a mis familiares, se van a poner
peor. Ellos se enteran de las cosas que yo hago por las redes sociales. Yo creo
que todos tenemos familiares que te dicen ‘vete del país, ¿qué vas a hacer
aquí?’. No entienden cómo es que decimos que no nos queremos ir. Lo respetan,
pero no lo entienden”, comenta Jesús. Mientras habla, el resto acompaña con
sonrisas y asienten con la cabeza. Todos han pasado por lo mismo.
Hayber cuenta que hubo días en los que le escondieron
las llaves del carro y las camisas del partido para que no saliera a la calle.
Corría el año 2019 cuando su mamá se arrodilló para pedirle que dejara la
política y se fuera del país. Fue en un funeral. El de Edmundo Rada, exconcejal
del municipio Sucre, en Miranda. Fue asesinado con un tiro en la cabeza. La
versión del régimen es que se trató de un crimen por cuestiones personales con
la que era su pareja, aunque sus familiares y colegas del partido sostienen que
la culpa es del régimen. Hayber lleva una franela blanca con su imagen
estampada como recuerdo de quien lo inició en la política.
Han llegado también a acosar a sus familiares. Una
vez, comenta Hasler, dejaron panfletos en las afueras de su casa amenazándolo
de muerte. La única que estaba era su mamá. Al día siguiente pusieron la
denuncia ante la Fiscalía. “A pesar de que se preocupa, es un tema de familia
de no perder la dignidad”, asegura. Caso similar vivió Deylys en el año 2019,
cuando después de organizar una protesta en su comunidad por los apagones, dos
integrantes de un colectivo –grupos paramilitares del régimen-, dos efectivos
de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) y varias mujeres del consejo comunal
la amenazaron con represalias, advirtiendo que sabían dónde vivía y quiénes
eran sus familiares.
“A pesar del miedo, del amedrentamiento, seguimos
aquí. A pesar de que nuestro coordinador nacional está afuera, de que muchos
están afuera, que mi homólogo, Roland Carreño, hoy está preso acusado de una
cantidad de cargos por administrar los recursos que son naturales en el
partido. El país lo vale. Cualquier sacrificio vale la pena”, concluye Luis.
Todos coinciden. Seguirán en la lucha.
Visión de futuro
Soñar con un futuro democrático en Venezuela no es
difícil para los ocho jóvenes detrás de la mesa. Cada uno habla sobre los temas
que le apasionan: Hasler de los servicios públicos y acceso al agua, Jesús de
la educación, Luis de la reconstrucción de la industria petrolera y Carlos de
la seguridad ciudadana. Cada uno parece tener claro en qué desea contribuir una
vez se haya cumplido la hoja de ruta propuesta por Juan Guaidó de cese de la
usurpación, gobierno de transición y elecciones libres.
Para Luis Martínez, lo primero que debe hacerse en el
país una vez restituido el hilo constitucional es atender la emergencia
humanitaria. Aunque suene como lo más lógico que hay que hacer, es tajante en
que se le debe dar urgencia a la situación hospitalaria y a los casos de
desnutrición presentes en varias comunidades. También afirma que se debe frenar
el deterioro de las universidades y la escalada de violencia de los grupos
armados que operan en los sectores populares y rurales.
Otra propuesta obvia viene de parte de Hayber, quien
ve la necesidad de priorizar el tema económico, incluso por encima del
humanitario. Para él, una vez resuelta la crisis medular de la sociedad
venezolana, otros problemas como la alimentación, salud y universidades serán
más fáciles de abordar. Sobre este punto, Luis Miguel aporta un par de
sugerencias: dar preferencia a los productos nacionales sobre las importaciones
y eliminar las trabas burocráticas a los comerciantes y campesinos.
Carlos aterriza en propuestas más concretas. No
necesita rebuscarlas mucho, pues ya están enmarcadas en el Plan País que el
gobierno interino de Juan Guaidó desarrolló para actuar una vez superado el
régimen de Nicolás Maduro, en las siguientes 90 horas, 90 días y 90 meses.
Explica que el próximo gobierno deberá tomar medidas como asegurar ministerios
clave como el de Economía y Finanzas, Salud, o el Despacho de la Presidencia,
así como las televisoras públicas “para que se pueda facilitar una
transición, se pueda llevar el mensaje”. Una vez hecho esto, tocaría intervenir
las industrias básicas con prioridad en la generación de energía eléctrica y la
producción de petróleo.
Señala que para garantizar la efectividad de la
transición democrática, será no necesario, sino obligatorio, pasar por un
proceso de negociación con piezas clave del régimen de Maduro que estén
dispuestas a colaborar, así como con los funcionarios policiales y militares
que se pongan del lado de la justicia. Ir por una vía rupturista y de
persecución a ciegas es en su opinión un riesgo para la estabilidad de la nueva
república.
“Que en el país no quede una fragilidad inmediata como
pasó el 11 de abril de 2002, que la transición duró 24 horas y luego todo se
acabó. No hay que cometer los mismos errores de ir contra todo el que apoya a
Maduro, sino buscar los puentes de entendimiento”, razona.
El partido y lo estudiantil
Hasler y David poseen opiniones muy diferentes y, a su
vez, cercanas en cuanto al papel que juega el movimiento estudiantil en la
política nacional. Ambos conocen bastante bien las responsabilidades de su
lucha, sobre todo desde un bastión tan importante como la UCV. Mientras Hasler
fue presidente de la Federación de Centros Universitarios (FCU) de esa casa de
estudios entre 2015 y 2017, David actualmente lleva esa misma batuta, que antes
de él ocuparon dirigentes como Stalin González o los hermanos Juan y Rafaela
Requesens.
Hasler se apartó temporalmente de su militancia en
Voluntad Popular durante el tiempo que estuvo en la FCU. Para él, lo mejor
cuando se ocupa un cargo dentro de un gremio o sector (en este caso el
estudiantil) es poder tomar decisiones libres de ataduras e intereses
partidistas. De este modo, asegura, pudo tener un mayor campo de acción con
diferentes organizaciones con las que seguramente no habría podido trabajar de
haber estado comprometido con una sola directriz política.
Considera que es precisamente la injerencia que los
partidos tienen sobre las planchas universitarias un problema que suele hacer
más daño que bien a la causa de las reivindicaciones estudiantiles. Reconoce
que es imposible hacer política solo, y muchas veces el éxito de una campaña
depende de con quién se está y los apoyos recibidos; sin embargo, muchas veces
los partidos van “demasiado lejos” en su búsqueda de apadrinados entre los
liderazgos en los centros de estudiantes.
“Creo que fue un error de parte de los partidos el
haberse metido tanto dentro del movimiento estudiantil, desde hace muchos años.
En alguna medida eso ha dañado la propia dinámica estudiantil”, comenta.
En medio de esa tensión entre la agenda de la política
nacional partidista, y la agenda interna de la universidad, dice que el papel
del dirigente estudiantil es saber aprovechar esa alianza con las toldas para
encontrar un punto de equilibrio que beneficie a ambas partes. En este sentido,
cree importante no confundir la militancia con la subordinación. “Es distinto
meterse en un partido que hacer lo que digan los partidos”, apunta.
Una
visión diferente aporta David sobre la lucha desde las aulas. Su estreno en la
FCU estuvo marcado en 2019 por la reactivación de las movilizaciones del
movimiento estudiantil en la calle, y afirma que su politización es más
histórica que coyuntural. Evoca desde la icónica generación de 1928 que se alzó
contra la dictadura de Juan Vicente Gómez, hasta los estudiantes que
protagonizaron las protestas previas al derrocamiento de Marcos Pérez Jiménez.
En el caso de estos últimos, fueron formados desde la clandestinidad por Acción
Democrática, Unión Republicana Democrática (URD) y el Partido Comunista de
Venezuela (PCV).
Al igual que Hasler, David se separó de sus
responsabilidades con la tolda naranja al asumir la presidencia de la FCU-UCV,
y aunque ya no tiene voto en la toma de decisiones, todavía asiste a las
reuniones y da sus opiniones cuando lo amerita. La diferencia está en que ahora
busca desde el Movimiento Estudiantil impulsar proyectos que utilicen a los
partidos opositores como medio para construir políticas al servicio de los
jóvenes en lo político, asociativo y reivindicativo.
Uno de estos proyectos fue la Confederación de
Estudiantes de Venezuela (Confev). Creado en 2019, agrupa a 37 universidades
públicas, experimentales, privadas y autónomas de 16 estados del país. Aunque
la plataforma apoya al gobierno interino de Juan Guaidó en acciones de calle
pacíficas, también vela por sus propios intereses, como cuando lograron en
febrero de 2020 la suspensión de la medida cautelar del Tribunal Supremo de
Justicia (TSJ) que obligaba a la UCV a realizar elecciones de autoridades sin
garantías.
Sosa asegura que los estudiantes se han unido para
tener más participación no solo en temas reivindicativos como la aprobación de
un Fondo para la Educación, Ciencia y Tecnología por parte de la Asamblea
Nacional, sino incluso también en la toma de decisiones dentro del seno de la
oposición.
“En la Consulta Popular la tercera pregunta vino desde
los estudiantes, no vino desde los partidos políticos. Nosotros nos impulsamos,
nos unificamos y dijimos es necesario que exista esta pregunta. Y presionamos a
los partidos políticos literalmente, tuvimos que amenazar incluso con salirnos
de la consulta si no sucedía, pero lo logramos”, asevera.
Esa tercera pregunta, incorporada por el Parlamento
luego de modificar las dos anteriores, fue “¿Ordena usted adelantar las
gestiones necesarias ante la comunidad internacional para activar la
cooperación, acompañamiento y asistencia que permitan rescatar nuestra
democracia, atender la crisis humanitaria y proteger al pueblo de los crímenes
de lesa humanidad?”.
Liderazgo de cara al futuro
En Voluntad Popular es claro que sus jóvenes aspiran
en algún momento tomar las riendas no solo del partido, sino también del país.
Los dirigentes juveniles no dan rodeos para decir cuáles son sus expectativas
en la política. Todos tienen claro los cargos que les gustaría ocupar una vez
restituida la democracia, y, quizás lo más importante, qué es lo que harán en
caso de resultar electos.
Deylys
es la primera en responder. Acuerdan tácitamente hablar siguiendo el orden en
el que están sentados en la mesa. Para ella el liderazgo es la capacidad de
servir para ver y desarrollar los talentos y potencial de la gente. Su pasión
por el Derecho la motiva a querer ser una gran abogada, y aunque prefiere
decidir según como vayan los tiempos, su camino está donde pueda trabajar con
las leyes. La Asamblea Nacional sería, en su opinión, un espacio ideal para
ejercer esta área.
Jesús
comenta entre risas que es raro ver a un estudiante de Odontología dedicarse a
la actividad partidista, pero es porque ve su futuro profesional y su vocación
social separadas por razones éticas. Argumenta que la política es un servicio a
la sociedad del que sus dirigentes no deberían lucrarse, y reniega de ser un
político de oficio pendiente de ocupar cargos como medio de vida. Es preciso al
fijar su objetivo en el Parlamento, y aún más específico en su plan: integrar
la Comisión de Desarrollo Integral para proponer reformas a la Ley Orgánica de
Educación y la Ley de Universidades.
Luis
también ve su futuro en el hemiciclo del Palacio Federal Legislativo, pero no como
diputado. Aspira a la restitución del Congreso bicameral que existía antes de
1999, donde le gustaría ser senador e integrar la Comisión de Energía y
Petróleo. Su formación como estudiante de Geoquímica le da la base con la que
busca reformar la Ley de Hidrocarburos, con la cual recuperar Pdvsa y adaptarla
a la realidad actual del país.
Para
Hasler, el liderazgo es la cualidad de tener una visión lo suficientemente
fuerte e inspiradora que impulse a los demás a alcanzar su máximo potencial.
Por eso apunta hacia el Poder Ejecutivo como el lugar donde de verdad se cambia
la vida de las personas. Si sus aspiraciones van por lo municipal, regional o
hasta nacional, es algo que le es indiferente, pues en cualquiera piensa
aplicar sus conocimientos en Ingeniería Química y Gerencia Pública para atender
las cuatro áreas de su interés: el petróleo y las energías renovables,
políticas de salud y generación de empleo, derechos humanos y el acceso a
servicios públicos de calidad como el agua potable.
Sacrificio,
acompañamiento y direccionalidad son las tres líneas que definen el prototipo
de líder ideal para Hayber. Bajo esta premisa, su dirección también es clara y
conduce, como no podía ser de otra forma, a su amada Petare. Su visión está
enfocada en ocupar a futuro el despacho de la Alcaldía del municipio Sucre, y
desde ya prepara un plan para repensar el concepto de ciudad y el espacio
urbano donde se desarrollan los sectores populares. “Pensar cómo cambiar ese
paradigma de la política donde a la gente del barrio simplemente hay que
ayudarle a que le llegue el agua, o cargarle el agua, o el tema de la basura.
Yo creo que hay que repensar la problemática en general, ver cómo cambias esa
realidad desde el sector”, destaca.
Carlos
también va por la misma línea de ejercer el poder Ejecutivo a un nivel
municipal, bien sea como alcalde del municipio El Hatillo, o rescatando la
figura de la actualmente extinta Alcaldía Metropolitana. Su centro es la
seguridad, una materia pendiente en las últimas décadas en Caracas, por lo que
es fundamental para él dar prioridad a una buena gestión policial. Dice ya
tener experiencia con eso, al haber visto de primera mano el desempeño de la
Policía de El Hatillo durante la Administración de David Smolansky.
Luis
Miguel afirma que lo más importante en un líder es tener claro cuál es su
objetivo, y conocer bien a la gente que lo rodea para sacar lo mejor de ellos.
“Un tipo de pinga, que sabe su vaina, y que le echa pichón”, es su definición.
Dice que es en el poder Ejecutivo donde se puede ejercer mayor presión para
obtener cambios tangibles en la población, y a eso aspira, sin importar qué
cargo.
El gran sueño de David, al igual que sus compañeros,
está en la rama ejecutiva. Su objetivo está en sintonía con su concepción del
liderazgo, que define como la capacidad de tener una visión clara de hacia
dónde ir, responsabilidad para estar a la altura de los retos propuestos y el
poder de unir a las personas en torno a una causa común. Su plan ya está
trazado: primero hacer una escala en el Poder Legislativo para atender
puntualmente las agendas de la Educación y la descentralización del Estado. En
este segundo punto, está a favor de una mayor división político-territorial,
con más municipios. Una vez hecho esto, quiere cumplir su máximo deseo, que es
resolver los problemas y necesidades de sus vecinos de Catia, quizás como un
nuevo municipio separado de Libertador.
Aunque las circunstancias actuales del país han
llevado a estos ocho jóvenes a ejercer una política casi de trinchera, entre la
persecución y la movilización de calle, no pierden el norte de que el camino no
acaba con el fin del régimen de Maduro. Por el contrario, saben que de ahí en
adelante es donde comienza la verdadera ruta hacia el país que sueñan
construir, y están determinados a abrirse paso hacia ese futuro.
Tomado
de: https://eldiario.com/2021/02/28/lideres-del-manana-voluntad-popular/
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