Trino Márquez 04 de marzo de 2021
@trinomarquezc
Los estudios de opinión más recientes revelan que la
mayoría de los venezolanos desean que la crisis nacional se resuelva de manera
pacífica y electoral. Le temen a la violencia. No quieren golpes de Estado, ni
invasiones extranjeras, ni levantamientos populares que desencadenen jornadas
sangrientas. Ya desconfían de las sanciones internacionales. No han forzado la
salida del gobierno. Ni siquiera lo han obligado a introducir giros
significativos en sus políticas, traducidos en mejoras en la miserable calidad
de vida de la gente.
Nicolás Maduro y su entorno conocen los datos. Sus
encuestadoras no pueden proporcionar cifras distintas a las que arrojan las
empresas más serias y objetivas. A partir de esos números, el gobierno decidió
impulsar las elecciones regionales, llamadas ahora megaelecciones, porque se
convocarán de forma conjunta los comicios de gobernadores y alcaldes; y,
posiblemente, de los consejos legislativos estadales y municipales.
Los
integrantes de la Mesa de Diálogo Nacional (MDN), autocalificados como
opositores, han dicho que acudirán a la cita. Para honrar su palabra, lo harán
cualesquiera sean las condiciones fijadas por el gobierno. Dentro de la
oposición más dura, la concurrencia ha sido descartada. Un grupo de
escritores y periodistas pidió en una carta a Juan Guaidó que lidere la participación
de la oposición en las elecciones regionales y locales. Sería la
reconquista del voto como instrumento de lucha. Ven en esas votaciones la
oportunidad de abandonar el abstencionismo y retornar al carril
electoral. Coincido con ellos y agrego lo siguiente.
Los factores que antes se movían en torno de la
Mesa de la Unidad Democrática (MUD) y que ahora se agrupa en el G4, aún no han
definido su postura final. Consideran que existen aspectos que deben aclararse
antes de asumir la postura definitiva. Tienen la razón. El gobierno pretende
realizar las elecciones en condiciones que le garanticen –aunque no triunfen en
todos los estados y municipios- el control de la totalidad de las gobernaciones
y la inmensa mayoría de las alcaldías.
Voy a referirme a algunos desafíos ante los cuales se
encuentra la oposición MUD-G4, para llamarla de un modo que permita
identificarla. Con relación al núcleo conformado en torno a la MDN no hay nada
que decir. Está mucho más preocupado en no incomodar, ni desagradar a
Maduro y a Jorge Rodríguez, que en ejercer la oposición. No han realizado el
menor balance autocrítico del descalabro sufrido el 6 de diciembre. No examinan
por qué el pueblo no los favoreció con su voto y apenas representan una porción
infinitesimal del electorado. Jamás critican al gobierno por la persistente
campaña dirigida a aniquilar a Voluntad Popular, a Primero Justicia y a Acción
Democrática. Los inhabilitados políticos, sean partidos o dirigentes, no es
asunto que les concierna. Tampoco los derechos humanos. Viven para cuestionar a
Juan Guaidó. Criticarlo por ‘extremista’ y ‘llorón’. Al régimen que arruinó al
país no lo tocan ni con el pétalo de una rosa. Se mueven en el mundo de la
fantasía: si votas, ganamos.
El G4 debe considerar seriamente si acude o no a esos
comicios y si dialoga con el gobierno con relación al tema político crucial de
2021: las elecciones regionales. Varias son las materias fundamentales. La
selección del nuevo CNE se puso en marcha. Un grupo de notables profesionales y
académicos está dispuesto a proponer sus nombres para integrar ese
cuerpo. Alrededor de algunas de esas figuras puede lograrse un acuerdo que
permita presentarle al país un CNE decente. Aceptable. Esta tendría que ser una
negociación directa entre el gobierno y el G4, luego refrendada por la Asamblea
Nacional controlada totalmente por el oficialismo. Si el debate se libra solo
en el cuerpo legislativo, saldrá otro frankenstein como los vistos a lo largo
de las últimas dos décadas. La apertura total de la amplia red de medios
públicos a los candidatos opositores debería ser otro tema del debate.
Una de las formas más groseras del ventajismo madurista, se expresa en el
dominio obsceno de los medios de comunicación financiados con fondos públicos.
El acuerdo debería incluir el acceso equitativo. La eliminación de la
figura del ‘protector’ del Estado, invento del madurismo para anular el triunfo
de los candidatos opositores, representa otra materia esencial. Uno de los
argumentos fundamentales esgrimidos, con razón, por los abstencionistas es la
creación de esa nefasta figura. El cumplimiento estricto de los horarios
electorales, incluido el cierre de las mesas a la hora exacta, constituye otro
tema vital. Ya se sabe lo que ocurre los días de votación entre gallos y media
noche.
Menciono estos nudos críticos. Podrían agregarse
algunos otros. No es necesario presentar una lista tan larga como la que se
debatió en Oslo, Barbados o República Dominicana. Logros básicos podrían animar
a los electores y mantener vinculado el G4 a la comunidad internacional.
Obtener el apoyo de estos factores, renuentes a reconocer la legitimidad de las
elecciones promovidas por Maduro, resulta clave.
Hay que aprovechar que al gobierno también le interesa
la participación del G4 en los comicios regionales. Ya se llevaron un chasco el
6D con la ‘oposición’ que ellos inventaron. A lo mejor no quieren repetir el
mismo fiasco.
Trino
Márquez
@trinomarquezc
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