Por Ramón Guillermo
Aveledo
Sea de un
revolucionario o de un reguetonero, la pregunta siempre es válida y en casos,
obligatoria. Para las fuerzas democráticas venezolanas, responsables de ofrecer
una alternativa creíble adentro y afuera al grupo en el poder, es ineludible
hacérsela, porque la política es hacer. Tanto que las omisiones valen como
actos e incluso las indecisiones pueden implicar tantos costos como las
decisiones.
A quienes sepan
historia tal vez les extrañe que abra esta nota con las palabras que usó
alguien de cuyas ideología y política no soy precisamente simpatizante. Lenin
nombró así su libro de hace casi exactamente ciento diecinueve años. En
realidad el líder bolchevique a su vez tampoco fue original, se había valido
del título de la novela de Chernyshevski en 1863. Al contrario de lo que aquí
hace falta, aquel no era un alegato para unir sino para dividir, otro motivo
para que no me guste.
Pero resulta
indiscutible que formulaba una interrogante válida. En ¿Qué hacer? el conductor
de la revolución rusa rebate a los “economicistas” que planteaban una lucha
centrada en reclamos por reivindicaciones en el plano de la economía y también
a los “terroristas” quienes concebían la violencia como medio de agitación de
masas. Su propuesta es la del trabajo largo y paciente de organización. Creo
que más de uno debería tomar nota.
Exiliado, Lenin se
valió de apoyo internacional. Para ir de Suiza a Rusia logró incluso el del
Kaiser alemán entonces en guerra con su patria. Pero el éxito de su empresa no
dependía de eso, sino principalmente de lo que sus compañeros estaban haciendo
dentro. Sin peso interno no hay palanca internacional que valga.
Venezolanamente y en
2021, pasadas dos décadas de este, parafraseando a Weber, carnaval al que para
hacer respetable se le pone el nombre de revolución, hay que empezar por los
básicos ¿Por qué y para qué? Votar o abstenerse, por referirme a lo inmediato y
apremiante porque la fecha no la ponemos nosotros, tiene que ser un modo de
responder oportuna y satisfactoriamente ¿Por qué lo hacemos? y ¿Para qué lo
hacemos?, es decir, tener claro qué nos proponemos, cuán útil es a nuestro
objetivo la decisión de hoy.
Preguntas y respuestas, para que sean útiles, deben ser sinceras. Me dirán que es una ingenuidad pedir sinceridad a políticos, pero es que no está la cosa para mentirijillas u otros trucos. Si no fuéramos capaces de valorar la gravedad del cuadro, tanto el actual como el potencial, poca esperanza habría de que el liderazgo opositor pueda incidir en los acontecimientos. Hacer que todo cambie para que todo siga como está, sencillamente no sirve.
Y no hace falta ser
Lenin para plantearse ¿Qué tengo que hacer? porque un análisis tan descarnado
como, en lo que haga falta, autocrítico debe dirigirse al pueblo descontento,
esa mayoría de venezolanos que quiere cambio. Fíjese en Daddy Yankee, el rapero
boricua. Su canción, de inmediato, explica lo que quiere averiguar “¿Qué tengo
que hacer pa’ que vuelvas conmigo?” porque “Quizás fui yo el que te falló”.
Sin perder de vista a
Lenin, opto por priorizar a Daddy Yankee. Nacionalmente, ahí está la clave.
08-03-21
https://revistazeta.net/2021/03/08/que-hacer/
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