Américo Martín 02 de mayo de 2021
La
tasa de desempleo en Venezuela, de acuerdo con datos del FMI, fue durante 2020
y lo que va de 2021, del 58,3%. Es una cifra escandalosa, la más alta del
mundo. La hiperinflación de los cuatro o cinco últimos años se mantiene también
en niveles inalcanzables.
Desde
el punto de vista de las variables macroeconómicas, Venezuela está sumergida en
una muy peligrosa combinación recesivo-inflacionaria que, por sí sola, explica
la dramática situación social que padecemos. Se trata de indicadores mundiales
que, por lo mismo, necesitan un esfuerzo muy grande para encontrar salidas a
riesgo de caer en un abismo insondable.
No
vale la pena hacer la crónica detallada del colapso de los servicios públicos
—incluidos los de salud y de educación— por mala gestión gubernamental de cara
al pronosticado, y ahora tangible, avance de la pandemia que, como es natural,
cobra más fuerza en la medida en que el poder la pierde.
Es
evidente que los caminos están bloqueados, de modo que tendríamos que imaginar
las consecuencias que acarrearían la permanencia o agravamiento de estas
malignas tendencias. Por supuesto, que en ese marco tan diabólicamente
negativo, caben todas las suposiciones y, de hecho, los indicadores del
deterioro militar, en relación con la crisis de la frontera colombo-venezolana,
asombran por la crasa ineptitud frente al manejo de las relaciones con los
paramilitares y, especialmente, con la atomizada FARC en Apure, el ELN en
Bolívar y en cada vez más lugares del territorio nacional.
Venezuela
no solo ocupa el primer lugar en los niveles de desempleo e hiperinflación;
también, según el FMI, posee el menor PIB per cápita del continente y lidera el
Índice Anual de Miseria de Hanke (HAMI) por encima de Zimbabue, Sudán, Líbano.
Surinam, Libia, Argentina, Irán, Angola y Madagascar. Son cifras vergonzosas
ante las cuales no hay excusa posible, es el fracaso de un modelo y una gestión
pública.
Ese
cuadro es el que ha impulsado la lucha por el cambio democrático en forma
pacífica, que ha recibido un respaldo mundial sin precedentes. Son urgencias
sociales que exigen respuesta, pero que hasta el presente la renuencia de
Miraflores a cambiar o someterse a un proceso electoral transparente y justo,
ha optado por apoyarse en la fuerza militar para perpetuarse en el poder.
Sorprende
que semejante práctica no se haya detenido ni siquiera frente a los
despropósitos de las FARC y su intento de sellar una alianza, más bien maligna,
con Miraflores. En este momento, sin necesidad de ello, es el oficialismo
venezolano el que está peleando con grupos armados colombianos en territorio
nacional y, todavía más, llevando la carga principal de muertos y heridos.
Es
doloroso ver los cadáveres de militares y civiles venezolanos caídos en nombre
de una causa que niega a Venezuela y a su inmensa mayoría honrada. Ver a esos
compatriotas acompañados del dolor de sus familias, es algo que sencillamente
no puede continuar y así debería entenderlo el Alto Mando Militar.
¿Qué
necesidad había de dar ese paso tan peligroso y absurdo del cual, hasta ahora,
no hemos podido deslastrarnos? ¿Qué puede esperarse de esa otra situación
bloqueada?
Hay
que preguntarse, además, ¿cuán alto será el desconcierto de nuestros
compatriotas militares, sometidos a emboscadas de las FARC, en tierra
venezolana y sin que se reciban claras instrucciones del Alto Mando, en el
sentido de por qué algunos oficiales, excesivamente plegados al partido de
gobierno, consideraban aliados políticos o compañeros en causas revolucionarias
a quienes, en este momento, los emboscan y los agreden alevosamente?
Como
puede verse, la crisis de Venezuela podría llegar a expresiones volcánicas en
medio de las profundas urgencias sociales que revelan las cifras arriba
mencionadas.
Como
lo he dicho muchas veces, soy contrario a invasiones militares cuyos efectos
pueden ser demasiado perniciosos, pero el hecho de que haya políticos
importantes del país arrojándole carbón a la máquina de la guerra, podría
escaparse de las manos de los líderes más serenos y responsables y la miasma
militarista mezclarse con la miseria, el hambre, el desempleo e inflación, como
factores con potencial detonante muy acusado.
Creo
que es extremadamente importante detener la mano de los partidarios de la
guerra e insistir en desbloquear el camino electoral, pacífico y negociado, tal
como lo reclama la generosa comunidad internacional, aun cuando la
irracionalidad en ritmo de guerra, aprovechando el desesperado estado de ánimo
de los venezolanos, intente soluciones maximalistas que por lo general fracasan
porque carecen de sentido.
No soy
tan ingenuo para no creer que las vueltas y revueltas de la noria no puedan
provocar estallidos de violencia con relativo éxito, si es que entre la muerte
y la vida llegara a predominar la primera.
Y, por
otra parte, tengo la premonición de que Venezuela se saldrá con la suya,
reconquistando la democracia, haciendo flamear la libertad, recuperando el
acelerado ritmo de crecimiento y desarrollo diversificado que llegó a alcanzar,
porque, al fin y al cabo, la tozudez tiene unos límites más estrictos que el
más bloqueados de los caminos.
Américo
Martín
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