Carolina Gómez-Ávila 09 de mayo de 2021
Los partidos políticos sirven para mantener a cada
uno bajo vigilancia permanente del otro.
Henry Clay
Los
venezolanos hemos visto el desmantelamiento del sistema republicano en manos
del chavismo. Hemos dicho adiós a la alternancia democrática y a los poderes
independientes que se controlen recíprocamente; el imperio de la ley quedó para
los enemigos y, para nadie, la publicidad de los actos de gobierno que tengan
que ver con las arcas de la nación; nunca más la idoneidad fue un requisito
para optar a un cargo público, por el contrario, lo fue la disposición a ser
cómplices. Estas, las incumplidas, son características del sistema más perfecto
de organización del Estado que ha visto la historia.
El
Poder Judicial ha tenido un papel protagónico en ese desmantelamiento.
Cualquier otro poder público podía fallar y el Judicial evitarle «destruir la
forma política republicana que se ha dado la nación» (art. 132 del Código
Penal, G. O. Nº 5768E del 13/4/2005). ¿A quiénes, si no tenemos
instituciones, podemos acudir los venezolanos para intentar restituir el orden
constitucional? A quienes, por su naturaleza, aspiran al poder y a quienes, por
nuestra naturaleza, queremos que lo tengan dentro del orden democrático: a los
partidos políticos.
¿A
cuáles partidos políticos? ¿A los que las instituciones deslegitimadas
autorizan o reasignan —para controlarlos— en un intento de aparentar pluralidad
o a los que reconocemos nacidos y formados dentro del mismo orden que aspiramos
a recuperar?
Para
retomar algo del control recíproco que no ofrecen las instituciones, los
partidos que conforman y acompañan a la Asamblea Nacional elegida en 2015 —la
última que pudo darse legítimamente el pueblo de Venezuela— tienen que,
necesariamente, formar parte de cualquier iniciativa política para la
restauración de la democracia.
Esto
no tiene que ver con liderazgos. Considero que Venezuela no tiene líderes
políticos, básicamente porque en Venezuela no hay ninguna ideología política
dominante. La inmensa mayoría de los venezolanos no tiene formación doctrinaria
alguna, solo tiene una lista de deseos y una lista, más larga, de
justificaciones socialmente aceptables para exigirlos. Estos deseos suelen
tener que ver con la calidad de vida a la que aspiran como personas, aunque,
eventualmente, también tienen deseos para su grupo que parecen dibujos de la
sociedad que sueñan. De todos ellos toman nota los populistas y los traducen en
ofertas que puedan conquistar apoyo popular, apoyo sobre el cual intentan
conformar un aura de liderazgo, siendo solamente una relación clientelar.
Así
que el lugar del líder político, en Venezuela, está tomado por políticos con
poder para satisfacer listas de deseos —solo mientras puedan hacerlo— y por
aspirantes al poder que se ponen de moda mientras representan listas de deseos
insatisfechos… y que pasan de moda cuando los deseos pierden relevancia o
cuando otro los satisface.
Todo
esto lo digo porque algunos de los que pretenden que se apoye, a pesar de la
ilegitimidad, la convocatoria a regionales, preguntan con fingida sorpresa cuál
propuesta tenemos para salir del estancamiento y la desmovilización. Confieso
que, atribulada, espero que se den cuenta de que no tienen líder y que, por
eso, lo que no hagan en coalición contará con el ataque de los que no
participen.
No
parece muy difícil de entender la propuesta: que lo que sea hagan, lo hagan
todos o no lo intenten.
Carolina
Gómez-Ávila
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico