Félix Arellano 13 de mayo de 2021
La
región está enfrentando una crisis profunda y compleja, de carácter
estructural, toda vez que muchos de los problemas se arrastran por décadas y,
ahora, todo repotenciado por las perversas consecuencias de la pandemia del
covid-19. Tal problemática constituye uno de los temas fundamentales de
reflexión en estos días, empero, también debemos orientar la atención en las
alternativas de acción, en particular, las que pudieran estar a nuestro alcance
como ciudadanos de forma conjunta e individual.
La
magnitud de la situación que enfrentamos la podríamos definir como una crisis
intersistémica, regional, estructural y compleja; que contempla aspectos
sociales, económicos y políticos. Son varios subsistemas en creciente
inestabilidad que se condicionan mutuamente; está ocurriendo en la mayoría de
países de la región; muchos de los problemas se vienen acumulando en el tiempo
y todo ocurre simultáneamente, de allí su complejidad.
Adicionalmente
debemos agregar las presiones que provienen del contexto internacional e
inciden en la crisis, entre otros, la globalización económica, con sus efectos
paradójicos, generar crecimiento y riqueza, pero también perdedores y
exclusión; las fuerzas transnacionales que promueven violencia y la geopolítica
del autoritarismo que, bajo el liderazgo de Rusia, China e Irán, va erosionando
los valores liberales de libertad, democracia y derechos humanos.
Frente
a las colosales dimensiones de la crisis, estamos conscientes del papel
fundamental que deberían desempeñar los partidos políticos y sus líderes, por
el poder efectivo que pueden ejercer, la capacidad de movilización y la función
pedagógica que podrían desarrollar; empero, uno de los síntomas de la crisis
política que más se repite, tiene que ver con la desconexión entre el estamento
político y los ciudadanos.
Una de
las manifestaciones de la crisis tiene que ver con la conformación de burbujas
de los grupos de poder, en sus diferentes manifestaciones, que adquieren
una dinámica propia de funcionamiento y se van desvinculando de la realidad y
la gente. Cuando las burbujas colapsan esos grupos de poder no logran
comprender la complejidad del problema, tienden a reaccionar con explicaciones
simplificadoras con un alto contenido conspirativo y no logran resolver los
problemas, abriendo el camino para las propuestas radicales, que tienen tiempo
trabajando para llegar al poder, con narrativas manipuladoras que atraen a los
descontentos, excluidos y vulnerables.
Frente
a la desconexión de los políticos, la sociedad civil y los ciudadanos adquieren
un papel protagónico, no para sustituir las instituciones políticas, por el
contrario, para estimular sus transformaciones.
En
este contexto, la sociedad civil en su amplia heterogeneidad, y cada uno de
nosotros como ciudadanos debemos estimular la capacidad creativa y contribuir,
desde cualquier espacio por pequeño que sea, para enfrentar las fuerzas
destructivas que acechan la democracia.
Abordar
las alternativas que se pueden articular desde la sociedad civil implicaría la
formulación de tratados —es un conjunto muy amplio y heterogéneo por los
miembros e intereses que la conforman—, pero en estos momentos juega un papel
de capital importancia para coadyuvar a los partidos y los políticos. Es
necesario promover la construcción de canales de comunicación y puentes en un
mundo político tan fragmentado y, en muchos casos, desconectado de la sociedad.
Por
otra parte, los ciudadanos debemos adquirir consciencia del papel que
desempeñamos en la defensa de la institucionalidad democrática; somos el
objetivo fundamental de las estrategias destructivas de los valores liberales,
que utilizan diversos recursos tales como: desinformación, manipulación,
adoctrinamiento, persecución, empobrecimiento; todos orientados a la
destrucción de la capacidad crítica y reflexiva que constituye la piedra
angular de nuestra acción ciudadana.
Los
proyectos autoritarios, en sus diversas manifestaciones, no quieren ciudadanos
conscientes y activos que reclamen sus derechos; quieren una población
adoctrinada, sumisa, que repita libretos anacrónicos, que limitan su capacidad
de pensamiento y acción, pero que le permiten perpetuarse en el poder.
Controlar
los medios de comunicación y los procesos de formación son objetivos
fundamentales del autoritarismo para cercenar la capacidad crítica.
Las
transformaciones tecnológicas y de telecomunicaciones nos ofrecen nuevas
herramientas de acción; repotenciadas con la pandemia, que puede jugar un
papel estratégico en la lucha por la democracia, como se ha podido apreciar en
varios casos; empero, también tiene su cara negativa. No en vano la expresión
«las redes enredan». Un caso emblemático, que llega desde la geopolítica del
autoritarismo, tiene que ver con la llamada «conexión rusa», el poder de las
telecomunicaciones para mentir, desinformar, manipular, adoctrinar.
Frente
a las redes debemos desarrollar una actitud de prudente reflexión crítica;
enfrentar las diversas visiones, estimular el debate de las ideas, deconstruir
los textos y realizar diversas lecturas; sin menospreciar sus potencialidades
para conformar alianzas, trabajar de forma comunitaria, calibrar los
sentimientos y necesidades desde la base.
Estamos
conscientes de las limitaciones que se presentan para ejercer el rol del
ciudadano activo y crítico en contextos autoritarios y en condiciones de
pobreza.
Empobrecer
constituye un objetivo del autoritarismo para logar un control más efectivo.
También es cierto que en tales contextos de opresión nos queda el libre
albedrío; pero, con serias limitaciones en condiciones de miseria.
La
crisis intersistémica pareciera que repotencia las oportunidades de lo local y
del poder creativo del ciudadano. Las tecnologías pueden servir en la
coordinación de esfuerzos, conformación de redes y alianzas; empero, frente a
la brecha tecnológica que caracteriza la pobreza, se debe apelar por recursos
tradicionales de organización ciudadana.
La
comunidad y los vecinos se presentan protagónicos para enfrentar
problemas comunes e inmediatos, pero también para construir espacios
sustentables de convivencia, que respeten la diversidad. Son tiempos para
recuperar los espacios locales y el trabajo comunitario superando visiones
anacrónicas y maniqueístas.
Félix Arellano
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