Por Simón García
No existe justificación para
la destrucción económica, social, cultural y humana que ha vivido la gente. Las
responsabilidades de esta catástrofe están claras para la mayoría de los
venezolanos. Ese no puede ser el punto clave de la política opositora, como lo
piden quienes desean evitar el debate sobre cómo convertir ese repudio general
en voluntad consciente para sustituir a este régimen.
El statu quo opositor se
resiste al tema porque implica discutir y resolver una política transicional,
ante el progresivo desplazamiento del régimen hacia un más cerrado
autoritarismo. ¿Por qué estamos perdiendo apoyo social?, ¿por qué disminuimos
capacidad movilizadora?, ¿por qué no somos percibidos como alternativa?, son interrogantes
sin respuesta. Solo se nos pide fe en una estrategia cuyo fracaso está desnudo.
Si esta lealtad sin debate no llega a su fin, proseguirá el desmantelamiento de
la oposición.
Aplicando el principio de
proporcionalidad de las responsabilidades según la fuerza, hay que suponer que
las causas de los retrocesos opositores hay que buscarlas en los partidos y
dirigentes del G4, porque son los que han decidido el rumbo de las principales
luchas.
Pero, esa búsqueda debe
tener como propósito favorecer un mínimo de unidad en la oposición y contribuir
a fortalecer a quienes en su seno promuevan la recomposición de la estrategia.
A los partidos del G4 les corresponde aportar más reflexión, mayor juicio
crítico y una urgente corrección de errores.
Ya es tiempo para advertir
que el cambio de gobierno, en la actual relación de fuerzas, no vendrá de una
acción vanguardista para derrocar al régimen por medios violentos y convencerse
que, si acaso fuera posible una indeseable intervención militar de ejércitos
extranjeros, ella sería el fin de la precaria paz y de las angostas franjas de
convivencia que aún nos quedan. Hambre con balas y más crisis serían sus
consecuencias.
El camino democrático que
tiene frente a sí la oposición debe ser ensanchado. Participar en unas
elecciones no competitivas y bajo las reglas del poder dominante es la opción
desde la cual puede desplegarse una estrategia de lucha y entendimiento, de
acuerdos a favor de la gente conservando el perfil opositor y de alternativa.
Es nuestro hombrillo para construir condiciones para luchar mejor.
No reconquistaremos
democracia por medios no democráticos. Especialmente cuando las luchas deben
eludir la represión, preservar las rendijas institucionales desde las cuales
actuar, alentar los vestigios de organización social y proteger los focos de
resistencia y contención al autoritarismo.
No podemos seguir peleando
en terrenos favorables para el régimen y abandonando batallas donde tenemos
mejores posibilidades de avanzar.
Cada vez que repetimos esta
equivocación, permitimos que el poder compense sus debilidades y soporte el
rechazo social. No basta con luchar, hay que saber hacerlo mejor.
Mantener el mantra mediante
iniciativas que alimenten la confrontación en vez de los entendimientos
parciales para combatir efectivamente la pandemia —o tener un CNE donde
representantes institucionalistas puedan reducir el ventajismo oficialista— es
mas eficaz que refugiarse en luchas ficticias y simbólicas, porque
primero hay que salir de Maduro o dejar de votar contra la dictadura
cuando ella quiere eliminar el voto para imponer la mano alzada en asambleas
comunales.
No hay que desistir, solo
hay que saber luchar mejor, justamente porque debemos hacerlo sin democracia.
Simón García es analista político. Cofundador del
MAS.
02-05-21
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