Por Piero Trepiccione
Con la designación de los nuevos
rectores del CNE se abren diferentes posibilidades en relación a las
estrategias, que orientan el deseo de quienes han promovido este acuerdo
político.
Comencemos por Nicolás Maduro y los
factores de poder que ostentan la hegemonía política en Venezuela actualmente.
Esta jugada en primer lugar busca dispersar definitivamente la influencia de
Juan Guaidó y el denominado G-4, de la comunidad internacional que se alineó en
torno a su figura como presidente interino. Es una especie de bomba de tiempo
sembrada para favorecer una rebelión de las bases partidarias y los liderazgos
medios de los partidos, en contra del abstencionismo y la parálisis opositora
en el terreno de juego. En segundo lugar, envía un mensaje a la Unión
Europea y al nuevo gobierno norteamericano -de cara a la solicitud tácita del levantamiento
de sanciones, que le permitirían mejorar su margen de maniobra financiera-
entregando algún poder interno a grupos opositores, pero sin amenazar su
hegemonía política y ganando estabilidad económica, que aliviaría los impactos
negativos de la migración hacia toda la región. En tercer lugar, con los
movimientos realizados, se comienza a perfilar la figura de Jorge Rodríguez
como heredero del chavismo, para cumplir un nuevo periodo presidencial a partir
de 2024.
Para la denominada “nueva oposición”,
la estrategia parte de seguir alimentándose de los liderazgos medios y las
bases de los partidos del G-4, y los que han estado alineados con la táctica
del abstencionismo desde 2018. Seguir socavando el terreno político en el país
para ganar protagonismo y respaldo popular amplio, que hasta ahora no ha
logrado ni en las elecciones, ni en los estudios de opinión pública nacionales.
A la par, tener un mínimo de peso institucional en las decisiones del ente
comicial e influencia política interna.
No podemos dejar de mencionar a Henrique Capriles, que también entra en el acuerdo con la figura de Roberto Picón, técnico electoral de amplio reconocimiento en el país y arquitecto de la defensa del voto democrático en el pasado reciente. Su jugada opta por regresarlo a la escena política nacional en rol de protagonista estelar. Sus diferencias con Juan Guaidó y particularmente con Leopoldo López han sido públicas y notorias en los últimos años, con separaciones cruciales que han afectado la unidad de la oposición en Venezuela. Ahora, puede pasar a ser la vedette de la lucha por mejores condiciones electorales, pero en el terreno de juego, es decir, con la recuperación de la movilización de la población en torno a un proceso comicial.
Por último, tenemos a Juan Guaidó y al
denominado G-4 que reciben una papa caliente en sus manos. ¿Cómo responderán en
su estrategia? Si siguen promoviendo el abstencionismo corren el riesgo de ir
quedando aislados internamente, por una potencial rebelión de sus bases y
externamente por el cansancio de la comunidad internacional ante el conflicto
venezolano. Ya las cancillerías han emitido sendos comunicados donde dejan ver
una posición ambigua frente a la designación del CNE, dejando abiertas las
posibilidades de respaldar otro tipo de iniciativas que reabran el juego
democrático en el país. Si, por el contrario, cambian de posición, deben
construir una narrativa que les permita reconectarse con la gente
afectivamente, para ganar nuevamente su respaldo mayoritario y poder
focalizarlo hacia un potencial escenario de transición.
Como vemos claramente, la nueva
designación del CNE no es fortuita, todo lo contrario, ha abierto un terreno
fértil para la política. La interrogante que se abre es: ¿cuál fuerza política
sabrá aprovechar el momento para construir un vector de fuerza? Esperemos que
el liderazgo esté a la altura y sepa interpretar una vez más, el sentimiento
mayoritario de la población venezolana.
09-05-21
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