Por Simón García
La renuncia a la
estrategia insurreccional es la condición para salir del debilitamiento de la
oposición. El problema hoy no es debatir si aquella fue un error o plantear el
cambio de dirigentes sino asumir que la estrategia ya no se corresponde con la
distribución de fuerzas, con los recursos internos de lucha ni con la
reorientación de los factores internacionales. La lealtad con ella no puede
privar sobre ser coherentes con los cambios en la realidad.
Todas las opciones que
requerían un poder dual desaparecieron de la mesa a medida que fallaron los
intentos para ejecutarlas. Frente a estas evidencias, resultaría insensato
atrincherarse en las fantasías de un golpe o una invasión. El cambio de
situación obliga a volver a la vía electoral y a negociar con Maduro. Este
retorno, aunque aún sea una media vuelta, abre posibilidades para rehacer una
alternativa.
La oportuna propuesta
de salvación nacional de Guaidó, punta del iceberg de la
rectificación, se irá concretando al compás de los acuerdos indispensables para
dirimir el conflicto de poder mediante el voto y la práctica cotidiana de la
democracia. Retardos en expresar la voluntad de participar, como el que se le
señala a Capriles, no obedecen a vacilación o duda sino a no cantar el envite
antes de tiempo.
Maduro desciende al
papel de provocador infantil porque entra a la negociación sin una de sus
cartas. No puede presentar a la oposición como violentista ni arremeter contra
los que luchan por la democracia usando como justificación la prédica
extremista. Su discurso oscila entre aceptar la negociación que le urge o
frenar al núcleo duro de los señores de la autocracia. La incertidumbre
resquebraja al bloque dominante, aunque la hendidura parezca superficial.
Tras su aparente
fortaleza, el régimen anda mal. Acudió a las primarias porque no pudo cuajar
consensos. La intensidad del rechazo a los que gobiernan se manifiesta dentro
del PSUV, junto a la irrupción de una anticipada disputa por la sucesión,
carrera que se hará más ruda mientras más se compruebe que la oposición está
cambiando la errónea amenaza de exterminación del chavismo por una oferta de
transición con garantías de respeto a la minoría, si se arriba a un gobierno
plural conducido por un líder opositor.
Al PSUV le corresponde,
por compromiso de país, practicar una confrontación pacifica y evitar el
deslave que provocaría la perduración autoritaria de las políticas de
destrucción. El bloque de poder necesita dejar de ser el tapón para el avance
de la sociedad o saltará irremediablemente. A su vez, la oposición debe
triunfar sobre la prédica que desdemocratizó su lucha y desvalorizó el voto.
Cada agresión al voto es una agresión al cambio y no habrá desbloqueo de este sin trabajar para que la mayoría que rechaza al gobierno recupere su credibilidad en la oposición.
Un paso imprescindible
es presentar fórmulas que movilicen el respaldo de todos los descontentos. O se
competirá para perder.
El cambio no avanzará
sin restablecer fuerzas y unidad. Y ninguna se alcanzará si se mantienen las
exclusiones por decreto o se abandona la voluntad de escoger a los mejores,
sean independientes o dirigentes de partido.
La recomposición de la
oposición es un peldaño en la unificación del país. Ninguna fuerza podrá,
aisladamente, actuar como motor suficiente para reinstitucionalizar el Estado,
relanzar sobre nuevas bases nuestras capacidades productivas y asegurar
indicadores de convivencia y desarrollo humano entre la gente.
Simón García es
analista político. Cofundador del MAS.
06-06-21
https://talcualdigital.com/la-nueva-estrategia-por-simon-garcia/
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