Por Piero Trepiccione
Corrían los primeros
días del mes de noviembre de 2019. Desde principios de ese año, me había
llegado una invitación como laico, para representar a la Provincia de los
Jesuitas en Venezuela, junto al sacerdote y director del Centro Gumilla, Manuel
Zapata S.J., en el congreso del 50º Aniversario del Secretariado para la
Justicia Social y Ecología. La secretaría fue fundada por el padre Pedro
Arrupe, cuando era el general de la Compañía de Jesús y que le dio un enorme
vuelco hacia lo social y dentro de ello, hacia los más vulnerables relanzando
los principios ignacianos. Llegado el momento, arribé al aula convegni de la
Curia General, ubicada dentro del Vaticano en Roma, justo el día que comenzaba
el evento. Allí, un venezolano excepcional, Arturo Sosa S.J., superior de los
jesuitas en el mundo que hoy día ocupa un lugar preponderante en la iglesia
católica y como asesor del Papa, nos dio una cálida bienvenida a delegados de
más de 63 países alrededor del orbe.
India, Australia,
Sudáfrica, Brasil, Tailandia, Filipinas, Canadá, España, Siria, Cuba y
Argentina, entre otros países, entre cercanos y lejanos, compartimos una
experiencia sin igual de espiritualidad y análisis del trabajo efectuado y las
perspectivas actuales y futuras en el marco de lo global, pero a partir de
ejemplos locales de gran trascendencia e iluminación. Nos pudimos entender
gracias a una traducción simultánea en inglés, francés e italiano y al ambiente
de confraternidad que caracterizó el momento. Fueron jornadas de intensa
discusión y trabajo, combinados con días lluviosos de un otoño romano que
distaba mucho de mostrarnos la Italia. Poco después, ese país comenzaría a
vivir la dramática situación provocada por ese virus extraño, que de repente
apareció esparciéndose sin límites y causando estragos por doquier.
Dos hechos de gran relevancia que es imposible dejar de mencionar en lo personal, debo compartir con ustedes. El primero de ellos, es una invitación especial a almorzar que nos hiciera el General de los Jesuitas a Manuel Zapata S.J., Carmen Sáenz (Carmensa por cariño ganado) y mi persona, para hablar tanto de Colombia como de Venezuela. Conocer de primera mano la situación y compartir visiones de dos países, que hoy en día están concentrando la atención de la comunidad internacional, fue sin duda una grata experiencia. A la par, tuvimos también una cálida recepción ofrecida por el Papa Francisco a todos los participantes del congreso. Allí pude apreciar la bondad y calidad humana que caracteriza al primer pontífice jesuita en la historia de la iglesia, cuya preocupación central aborda desde lo espiritual, lo fraterno, la preocupación por la atención especial hacia los jóvenes y un aspecto central de su mensaje, hasta el cuidado de la casa común a partir de la ecología y el amor al planeta.
Los días de Roma en
noviembre de 2019 fueron para mí una oportunidad de visualizar el bosque más
allá de las ramas. Sirvió para conocer tantas nacionalidades y culturas
diferentes abocadas a ayudar al prójimo, desde un modo de proceder impulsado
por el fundador de una orden religiosa que ha apostado todo a la educación y el
discernimiento en valores.
Este 2021, año ignaciano, hemos estado mucho más unidos para seguir articulando
los esfuerzos más inverosímiles, de cara a ayudar a los más vulnerables del
planeta. Qué me iba a imaginar yo, que a partir de enero del 2020 desde el
Centro Gumilla de Venezuela, asumiríamos la coordinación de la red de centros
sociales de la conferencia de provinciales de América Latina y el Caribe. Y que
ese encuentro de lo global, a partir de la experiencia de Roma, nos iba a
ayudar a comprender mejor a una región latinoamericana cada día más llena de
conflictos, en materia de convivencia democrática y exacerbación del
autoritarismo. Pero a la par, llena de gente con gran mística y voluntad para
dar lo mejor de sí en favor de las más nobles causas. Y en esa dirección,
debemos seguir apuntando.
06-06-21
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