Gonzalo González 09 de junio de 2021
En
vísperas del inicio de un posible proceso de negociación entre el régimen y las
fuerzas democráticas, alentado por sectores de la comunidad internacional
democrática —y esto es importante recalcarlo porque los Estados autoritarios
aliados del chavismo nada dicen públicamente sobre la materia—, es conveniente hacer
algunas precisiones y comentarios al respecto.
La
negociación es un instrumento más de la política, que no se resume ni se agota
en ella y, como todo instrumento, su utilidad depende de diversas
circunstancias. Se negocia por convicción (objetivos trascendentes que
requieren del concurso de otros para concretarse), por necesidad proveniente de
insuficiencia de fuerza u oportunidad para alcanzar objetivos por otros medios,
también para ganar tiempo y como maniobra de distracción.
Las
dificultades para negociar con un régimen como el chavista son considerables.
Su concepción dictatorial del ejercicio del poder y su visión de que el mismo,
una vez logrado, es para siempre, son obstáculos de consideración cuando la
negociación es sobre el poder. Estos aspectos, no siempre ponderados
adecuadamente por políticos, analistas y otros, hay que sopesarlos y tenerlos
en cuenta, no para inhibir opciones o alternativas políticas, sí como criterio
para actuar con el realismo necesario y no generar falsas expectativas.
A las
dificultades provenientes de la condición del interlocutor hay que sumar las
debilidades propias de la situación de las fuerzas democráticas. En especial la
ausencia de unidad de las mismas (no incluyo aquí a mesitos ni alacranes,
sus deméritos los acreditan). A un eventual proceso de negociación no conviene
asistir divididos y eso es a lo que aspira el chavismo; Maduro cada vez que
puede dice que se va a sentar con los diferentes factores de la oposición.
Es
necesario forjar un acuerdo entre los sectores representados por Guaidó y
Capriles para concertar quiénes integrarán el eventual equipo negociador, qué
es lo que se va a negociar, definir los objetivos a lograr, cuáles son sus
pautas de funcionamiento, hasta dónde se puede ceder y todos los aspectos
incluidos y propios de un proceso de esta naturaleza.
La
viabilidad de una negociación que posibilite un acuerdo superador de la crisis
política y abra el paso a una posible transición hacia la democracia pasa por
un acuerdo entre las fuerzas democráticas para actuar de manera unitaria,
acuerden objetivos, políticas, estrategias, acción conjunta y estructuras
orgánicas de funcionamiento, así como de una estrecha concertación con los
aliados internacionales para empujar juntos.
De
continuar la dispersión del campo democrático, las conversaciones y la
disposición de cada sector de acordar con el oficialismo por su lado, el
chavismo seguirá ganando la partida y consolidando la dictadura.
A los
efectos de un proceso de negociación poco ayudan actitudes y posicionamientos
que comunican desesperación, debilidad, deseos de negociar a todo evento, o se
hacen concesiones innecesarias en el terreno del discurso en temas capitales
para la lucha por la democracia. Me refiero a lo expresado recientemente por
algunos dirigentes democráticos en declaraciones públicas y artículos de
opinión: «Hay que prepararse para unas elecciones medianamente transparentes»
de Enrique Márquez. «Cuando luchas contra un régimen autoritario no obtienes lo
que quieres sino lo que puedes» de Jorge Roig. En un artículo reciente de José
Luis Farías, a propósito de una polémica con Carlos Blanco, pone en duda y
cuestión la ilegalidad e ilegitimidad de la Asamblea Nacional electa en
diciembre del 2020.
Gonzalo
González
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