Por Roberto Patiño
A más de un año de la
llegada del covid-19 a Venezuela, es imposible encontrar algún venezolano que
no haya sido tocado por esta enfermedad. A todos, de algún modo, nos ha
alcanzado la pandemia ya sea porque la hemos vivido en primera persona, o
porque hemos estado junto a un familiar o amigo que la ha padecido.
Lo que ha sido un
problema para el mundo, en Venezuela se ha convertido en una tragedia al
encontrarnos en medio de una de las mayores crisis humanitarias y en manos de
un régimen, responsable de esta situación, que ha dado prioridad a su agenda
política antes que a la lucha por la salud de los venezolanos.
Hoy Venezuela está en la cola de las
estadísticas mundiales de vacunación mientras el régimen se empeña en falsear
los datos sobre el alcance de la enfermedad, ha puesto trabas en la adquisición
de vacunas a través del sistema Covax de la Organización Mundial de la Salud,
ha entorpecido la acción de los organismos multilaterales y ONG en el país y ha
pretendido desviar el reclamo por el ingreso de vacunas hacia el debate estéril
sobre las sanciones. Quienes hoy someten a la sociedad venezolana, han evadido
su responsabilidad en la aplicación de las dosis y son responsables del luto de
muchas familias venezolanas.
“Una de las primeras
cosas que le reprocho al régimen –nos dice Tibisay, líder comunitaria de San
Antonio, en El Valle– es su capacidad para mentirnos en medio de esta amenaza.
Todos los días recuerdo lo ocurrido al inicio de la crisis, nos daban falsas
cifras sobre la enfermedad que hizo creer a mucha gente que la situación estaba
controlada, hasta que comenzaron a morir algunos vecinos y el miedo se apoderó
de la calle. Fue un aprendizaje doloroso que nos mostró que no se puede confiar
en la dictadura, que nos ha llevado a organizarnos a nosotros, como comunidad,
para hacer frente a esta situación”.
Estos esfuerzos que nacen de los liderazgos populares son importantes para atender a las víctimas de la enfermedad, pero la única solución real y definitiva a la pandemia es la vacunación masiva de la población, a través de una logística donde priven criterios profesionales y participen activamente la sociedad civil y las ONG especialistas en ayuda humanitaria.
Hay que sacar de la
ecuación los criterios de políticos y universalizar la inmunización.
Condicionar la aplicación de estas dosis a criterios de lealtad partidista,
como lo son la afiliación al “sistema Patria” o el “carnet de la patria” es un
modo de marginar a los ciudadanos por razones políticas, lo que constituye un
crimen perpetrado por la revolución, en contra de la población venezolana.
El régimen no ha estado
a la altura de esta amenaza, nos ha ocultado la información de la pandemia, ha
empleado esta enfermedad para tratar de imponer un debate político que nada
tiene que ver con las urgencias de los ciudadanos y ahora pretende usar el lento
y desordenado proceso de vacunación, como plataforma para lograr lealtades
antes de unas elecciones regionales.
Nosotros, desde
Alimenta la Solidaridad y Caracas Mi Convive, seguiremos apoyando a nuestros
vecinos y líderes en la asistencia y apoyo a las comunidades en su lucha frente
a la pandemia, estaremos en la calle denunciando el abandono de los Centros de
Diagnóstico Integral y mostraremos al mundo las condiciones de vida y trabajo
de nuestros comprometidos trabajadores de la salud.
No estamos solos en
esta lucha y sabemos la importancia que tiene el trabajo en red. Junto a otras
organizaciones y ciudadanos, suscribimos la exigencia de un Plan Masivo de
Vacunación sin que sea usado como una herramienta política ni de control y
seguiremos en la calle luchando por la vida de los venezolanos y acompañando a
las comunidades. Sabemos que el reto es grande, pero confiamos en nuestra
sociedad civil organizada, una fuerza de vida, anclada en el compromiso de
servicio al otro, capaz de vencer a la muerte que nos acecha detrás de esta
pandemia.
11-06-21
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