Ángel R. Lombardi B. 10 de diciembre de 2021
Básicamente
todo lo que escribimos sobre el pasado es un debate anacrónico. Porqué nuestro
presente y circunstancias como autores nos condicionan. ¿Guerra civil? Cuando
hoy los civiles están más asociados a la ciudadanía y modernidad que no fue el
caso de la matazón de nuestra guerra separatista en contra de Francia.
¿Francia? ¿Cómo así? Entre 1808 y 1814 no había España sino una España invadida
por la Francia de Napoleón Bonaparte. Recuperar esta visión pondría de cabeza
todo lo que nos han enseñado en la escuela acerca de una Independencia en
contra de la perversa España y su vocación colonialista.
Esto nos lleva a otro debate no menos controversial: el de los ejércitos y sus regulaciones; el de los grados militares y el adiestramiento militar a través de escuelas y academias. A la mayoría nos han hecho creer que en nuestra guerra de independencia hubo dos ejércitos claramente delineados y con unos procedimientos profesionales sólo corroborados por las impactantes pinturas de Tito Salas o las florituras de la prosa romántica de Eduardo Blanco en: “Venezuela Heroica” (1881). Hay un dato que es revelador: la Academia Militar en Venezuela fue fundada en 1903. Por lo tanto el “ejército libertador” estuvo conformado por soldados y oficialidad de irregulares provenientes de la vida civil del momento.
Otro
tanto habría que decir del “ejército de ocupación español” sobre Venezuela y
América conformado por algunos regimientos fijos de militares peninsulares casi
anecdóticos y que hicieron de las fortalezas en los puertos más estratégicos
los bastiones efectivos contra una invasión desde el exterior de sus
principales adversarios geopolíticos como lo fueron Inglaterra, Francia y
Holanda.
Para
mantener el orden doméstico les bastaron las milicias locales formadas por los
propios americanos, en su mayoría, blancos criollos, que fueron los “hijos” de
los primeros conquistadores, y por lo tanto sus herederos, en la cúspide de la
jerarquía social.
1808,
es año clave. Fernando VII fue apresado y el juntismo tanto el peninsular como
el americano se hermanaron para resistir al usurpador francés. El 19 de abril
de 1810 es un acto desesperado de la élite caraqueña mantuana para cambiar lo
que no quieren cambiar y sí mucho salvaguardar. Sólo que Caracas no era toda
Venezuela. Y la transición de colonia a república desató los odios sociales que
ninguna policía local pudo contener. Los sucesos de Haití (1791-1804) se
replicaron en Venezuela con un radio de acción y daños descomunales.
Primero
hubo la reacción de los canarios con Monteverde en 1812: blancos pobres que no
aceptaron la preeminencia de los americanos criollos y sus afanes republicanos.
Luego apareció Boves en 1814 junto a la Venezuela cimarrona acabando con el
experimento ilustrado y jacobino de Bolívar y aliados. En todo este proceso
asimétrico y confuso en que los bandos se mataban sin saber por qué se mataban,
la mayoría de los combatientes carecían de un adiestramiento militar formal: se
hacían soldados y generales en el terreno.
Para
financiar a estos soldados y sus batallas no había financiamiento por parte de
ningún Estado. España no existía en Venezuela y Venezuela era un Estado en el
papel y en la bancarrota. La guerra se alimentaba de la guerra misma: precepto
napoleónico que aderezado con el Decreto de la Guerra a Muerte (1813)
extralimitó los abusos y crueldades de parte y parte.
Esto
nos lleva a otra conclusión un tanto desconcertante: los principios de libertad
e igualdad de tipo liberal que los filósofos y teóricos del momento
justificaron para ir a las armas no estaban en las mentes de la mayoría de los
soldados. La reelaboración simbólica del relato de la Independencia de los
ganadores suplanta realidades históricas muy crudas y que han dado forma a todo
un cuerpo teórico de populismo histórico al servicio de guardias pretorianas y
dictadorzuelos en nuestra América Latina.
En 1815,
Fernando VII, ya repuesto en el trono, y demostrando una vocación hacia el
suicidio político, decidió contra todo pronóstico: la reconquista militar de
América con un puñado de 12.000 soldados que el poderoso trópico tragó en menos
de dos años. Morillo, militar competente, sustituyó a sus soldados europeos por
los americanos y logró aguantar el inevitable desgaste de una guerra brutal
hasta principios de 1821 cuando su abandono decretó la derrota de los
partidarios del realismo en la Costa Firme.
Guerra
civil entre súbditos leales y súbditos rebeldes es lo que hubo en Venezuela sin
las formalidades marciales que nos han hecho creer; y además, con un costo tan
alto en vidas humanas y destrucción de las bases materiales y espirituales de
todo el país que sólo la aparición de la riqueza petrolera a partir de las
primeras décadas del siglo XX pasado intentó curar. El legado militarista
nacional bebió en una gesta cuyas lecturas mitológicas las ha construido a su
medida y poco tiene que ver con la exactitud de los hechos en sí.
Ángel
R. Lombardi B.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico