Ismael Pérez Vigil 11 de diciembre de 2021
@Ismael_Perez
Con
respecto a lo ocurrido el 21N caben todas las hipótesis e interpretaciones,
pues cada quien se come como puede la sardina que arrimó desde su brasa,
ayudándose con sorbos del agua que viene de su propio molino; en otras
palabras, cada quien ve lo ocurrido como mejor calce con sus intereses
políticos. Aún no se ha cerrado la ventana desde donde solo se ven las culpas
ajenas de lo ocurrido. Pero, pasado el sacudón de Barinas −el del TSJ y el de
los candidatos−, esperando que haya cogido el rumbo para que el 9 de enero se
le propine otra derrota al régimen, cabe ahora sacar algunas lecciones de lo
que evidenciaron los resultados electorales.
Son
muchos los temas y las lecciones que se pueden sacar de lo ocurrido el 21N,
algunos ya los he tratado extensamente, como por ejemplo el del fracaso de la
abstención como política, aun cuando no se puede negar que fue alta (ver el
punto 3 en: Opiniones y Cifras del 21N, https://bit.ly/3xtGQbd ), por lo que no
los repetiré; otros expresamente los pospondré para una próxima ocasión, como
el de la crisis del liderazgo opositor y de la oposición democrática en
general. Este último tema, complejo, corresponderá tratarlo en breve, en las
proximidades del 5 de enero de 2022, para algunos fatídica fecha, cuando vence
la vigencia del Estatuto de Transición que dio origen al Gobierno Interino y la
Presidencia de Juan Guaidó, que a no pocos líderes, aspirantes a serlo y sus
asesores, trae por la calle de la amargura. Me concentraré en otros, de los
cuales he hecho una selección
Primera lección: El régimen como minoría.
La
primera lección es la conciencia de la condición de minoría del régimen
chavista. Siempre lo fue. Ya en el año 2004, cuando analizábamos las
posibilidades de derrotar al naciente régimen −en aquel revocatorio de infausta
recordación, de agosto de ese año− afirmé en un artículo publicado en Analítica
que “… el llamado “chavismo” nunca pasó del 32% del electorado y de un escaso
15% del total de la población del país.” (https://bit.ly/31oyPJb)
Ahora esto se confirma, no solo por encuestas, sino también en las urnas, pues
el gobierno pierde millones de votos en cada elección, que se refleja en una
caída porcentual cercana al 10%, en promedio, en los cuatro últimos procesos
electorales.
En
esta última elección −a pesar de que la prensa pro oficialista afirma que “el
gobierno arrasó” ganando 20 de 23 gobernaciones−, el oficialismo estuvo por
debajo de la votación del no-oficialismo, en casi un millón de votos. Además,
si evaluamos cuánto representan los resultados de la votación, con respecto al
total de la población y los comparamos con el año 2012 −el proceso electoral
más exitoso del chavismo− tenemos que pasó de representar el 27,9% del total de
la población ese año, a representar solo el 18,8% en 2021. Con estas cifras se
derrumba un mito y se constata una realidad: el mito que se cae es que el
chavismo tiene apoyo mayoritario en el país, pues vemos que nunca llegó a
representar el 28%, ni siquiera un tercio de la población; y ahora constatamos,
que pierde rápidamente apoyo popular, pues en 2021, representa menos del 19%.
Con menos del 20% del país, constatado ahora en votos, domina al 80% restante,
Obviamente eso solo es posible con demagogia e intimidación, a sangre y fuego.
Segunda
lección: La recuperación de la oposición.
La
segunda lección, paradójicamente, es la recuperación de la oposición. A pesar
de todas las críticas, válidas, de falta de unidad que hizo perder
oportunidades; de la forma general y específica en que se escogieron los
candidatos, sin elecciones primarias, sin tomar en cuenta liderazgos locales y
regionales; de no haber sin presentado una propuesta claramente diferenciadora
al país, para salir de la crisis y un largo y doloroso etcétera, hay que
apuntar varios elementos significativos de esa recuperación de la oposición.
Uno de carácter cualitativo: El abandono de las políticas abstencionistas,
negadoras del voto como instrumento de recuperación de la democracia; y otras
dos de carácter cuantitativo. La primera es la recuperación de fuerza electoral
en lo que antes era un bastión indiscutible del régimen: Los Llanos; llegando
incluso a ganar en Cojedes, estando aún pendiente Barinas, y recuperando
votación en Portuguesa y Guárico; en la región llanera el descalabro del
régimen fue considerable, si comparamos su votación con la votación del
no-oficialismo. Pero la recuperación más notable de la oposición es que, cuando
se disipe el humo de los votos y las abstenciones, en términos absolutos,
quedará como resultado concreto, que se logró arrebatar al oficialismo 123
alcaldías, de las cuales la oposición democrática obtuvo 63.
Tercera
lección: La solidez del sistema de votación electrónico
De
niño intentaba explicarle a mi abuela, una recia inmigrante asturiana, cómo
funcionaba el teléfono, al que miraba con asombro; aquel aparato negro, con una
ruedita y números, que uno discaba y se comunicaba con el mundo. Hasta que un
día me dijo: “No pierdas más tiempo, me basta con que funcione”. Esa misma
perplejidad de mi abuela frente al teléfono la tienen muchos ahora con la “caja
negra”: las computadoras y todos los artilugios electrónicos que hoy pueblan y
facilitan nuestras vidas, pero que siempre han estado rodeados de mitos. Las
máquinas de votación no escapan a este fenómeno y sobre ellas se han tejido
toda clase de leyendas y fantasías: Que si uno marca un candidato, pero la
maquina lo cambia por otro; que si la captahuella está conectada con la máquina
de votación y así el régimen −porque todos estos trucos siempre favorecen al
régimen− sabe por quien votas y anulan ese voto; que si cada equis votos en
favor de un candidato opositor, el programa de votación otorga unos cuantos al
candidato del gobierno; que si cuando se transmiten los datos, antes de llegar
al CNE pasan por Cuba, Rusia o un barco que navega en el atlántico y allí los
cambian para que lleguen otros resultados, etc. Es inútil explicar que todo eso
es imposible tras después de las auditorías de software y de máquinas que se
hacen, en las que participa calificado personal de partidos de oposición y
personal de las universidades, porque cada quien sigue creyendo lo que le
interesa creer.
No hay
que argumentar mucho al respecto; el resultado de la votación es el que es y no
se puede alterar impunemente, porque deja “rastro”, fácil de seguir y
verificar, no como en el caso de las votaciones manuales, donde es fácil
reemplazar actas y papeletas. Eso lo demuestran contundentemente dos
acontecimientos: Uno, lo ocurrido en el Estado Bolívar en 2017, cuando le
arrebataron a Andrés Velásquez la gobernación, pues para hacerlo tuvieron que desconocer
los resultados de las máquinas de votación e inventar los resultados de unas
supuestas mesas en las que se votó manualmente y le dieron el triunfo al
candidato oficialista, que fue el que reconoció el CNE y sobre el cual el TSJ
−tan diligente y rápido para algunas cosas− nunca se ha pronunciado. El segundo
acontecimiento que prueba la seguridad del voto electrónico es lo ocurrido en
esta elección en el Estado Barinas. Los resultados de la votación electrónica
daban una diferencia en favor del candidato opositor, Freddy Superlano, que
hasta el TSJ admitió en su sentencia y, por tanto, los “amos del poder”
apelaron a impedir la recepción de tres actas de algunas zonas remotas del
estado y luego, mediante su dócil TSJ, detuvieron la totalización, adjudicación
y proclamación del resultado y convocaron a nuevas elecciones, tras inhabilitar
al candidato ganador. Lo ocurrido después, con la inhabilitación de posibles
candidatos opositores, ya es bien conocido y superada esa dificultad por los
partidos opositores, como ya sabemos, solo resta esperar la respuesta del
pueblo barinés, que esperamos sea contundente.
Es
fácil realizar cada quien su propia comprobación en cada proceso electoral en
los que se participe; una vez que el CNE publica en su página Web los
resultados, revise los de la mesa en la que ha votado y compruebe si coinciden
los que están allí, con los del acta que usted puede pedir después de
finalizado el escrutinio y la trasmisión de datos de su mesa. Desde luego no
pretendo que esto sea tomado como una auditoría válida y concluyente, pero
invito a todos los que dudan a hacerlo, incluso a que se tomen el trabajo de ir
a alguna área más remota o dudosa y comprobar los resultados.
Cuarta
lección: Posibilidad de la necesaria unidad.
La
cuarta lección, es que en cuanto “unidad”, como objetivo político y estratégico
indispensable para recuperar la democracia, no se avanzó mucho. Ciertamente el
chavismo perdió el voto popular, pues obtuvo menos votos que todo lo que no es
chavismo. No cabe duda que si agrupamos las cifras y si se hubiera unido la
oposición democrática, representada en la MUD, con la llamada Alianza
Democrática, se hubieran ganado 12 gobernaciones (Anzoátegui, Apure, Barinas,
Carabobo. Cojedes, Falcon, Guárico, Lara, Mérida, Nueva Esparta, Táchira y
Zulia) y si a eso se le suman los votos de otros partidos diferentes al
oficialismo, se hubieran agregado siete estados más (Bolívar, Miranda, Monagas,
Portuguesa, Sucre, Trujillo y Yaracuy). Pero, aparte de que eso ya es una lamentación
y ejercicio inútil, ¿Es factible pensar que todo lo que no es chavismo, se
puede unir en una sola opción? Eso es lo que no resulta fácil de lograr. Hoy
por hoy es difícil pensar que se puedan unir en un solo saco, en una misma
causa, todos esos partidos. Lo estamos viendo en Barinas, aunque algo se ha
avanzado y esperamos que sirva de lección para el futuro.
Entre
las “varias oposiciones”, como dicen algunos −aceptando que el término
“oposición” define e identifica, de manera clara y sobre todo inequívoca a cada
una o a todas ellas−, hay dificultades y diferencias profundas para lograr esa
idílica unidad. Por ejemplo, con la Alianza Democrática −denominados por ellos
mismos y otros como “alacranes” −, el obstáculo fundamental es que no es fácil
considerar opositores a un sector conformado en su mayoría por los que
aceptaron que los partidos que la integran fueron los confiscados por el
régimen, despojados de sus dirigentes naturales, de sus símbolos, colores y
recursos y entregados a disidentes de los mismos y que algunos postularon
candidatos que habían sido incluso expulsados, por corruptos, de sus partidos
originales. Ese sector conformó alianzas que accedieron a participar en
procesos electorales −2018 y 2020− contra la posición mayoritaria, que había
decidido abstenerse. No es fácil pensar que algunas de las diferencias y roces
que surgieron en este proceso puedan ser dejadas de lado para conformar una
unidad que enfrente al régimen. Es lamentable, pero es así.
La
unidad no es un fetiche al que se adora y al que se rinde culto, es algo vivo y
no significa uniformidad; la oposición tampoco debe unirse simplemente para
satisfacer los gustos, la incomprensión o la ignorancia de lo que sin duda es
muy importante, pero que no deja de ser una entelequia, la llamada “comunidad
internacional”; o por seguir la recomendación y buen deseo conceptual y teórico
de muchos asesores y consultores políticos.
Quinta
lección: Victoriosa estrategia del régimen.
La
quinta lección es que, aunque no cabe duda que el régimen ha perdido un
considerable caudal electoral y apoyo popular y electoralmente ha descendido
por debajo del sector no chavista −como pudimos ver−, su estrategia de
incrementar la desconfianza en el voto y de dividir a la oposición, ha sido
exitosa. No lo podemos desconocer y negar. Y ese proceso continúa, pues el
régimen teme, y con razón, que tras los resultados del 21N, con la avalancha de
votos perdidos, que la reacción de la oposición sea unificarse en torno a la
idea de promover un referendo revocatorio presidencial el próximo año. Porque
eso si afecta el corazón del poder político.
Acciones
como el traspaso de bienes y fuentes de ingreso de las gobernaciones a manos
del ejecutivo y acciones como la ilegal y abusiva intervención del TSJ ante los
resultados de Barinas, la inhabilitación de posibles candidatos opositores en
esa entidad, son acciones que van en la dirección de desconocer el voto,
propiciar la abstención y dividir más a la oposición, promoviendo que
opositores radicales e indiferentes, se pronuncien con el consabido “te lo
dije”. Y ese es uno de los temas en los que la oposición democrática debe
trabajar, políticamente, con información y educación política a los ciudadanos.
Sexta
lección: La utilidad del voto
Creo
que la utilidad del voto para ofrecer resistencia al régimen está demostrada;
no solo por los resultados numéricos, sino también por lo que hemos visto en
Barinas, con el desconocimiento del ganador y después la inhabilitación de los
posibles candidatos opositores.
Pero
hay otra hipótesis o reflexión que quiero adelantar. Hasta ahora sabemos lo que
pasa cuando se infringe al régimen una derrota electoral en procesos en los que
no está en juego el poder; por ejemplo: una Reforma de la Constitución (2007),
la elección de una Asamblea Nacional (2015) o una elección de gobernadores o
alcaldes (2021); en estos casos el régimen reacciona utilizando y abusando del
poder que tiene para intimidar, desmoralizar, desmotivar, para que no se
produzca el hecho; o bien, para revertir o desconocer esa derrota. Hasta ahora
también sabemos que se valen de todos los subterfugios para “modelar”
resultados: retrasan o adelantan procesos, cambian circunscripciones, mueven
votantes de un sitio a otro, cierran y abren centros, dificultan el registro,
intimidan votantes, inhabilitan candidatos, y el largo etcétera que conocemos.
También hemos visto como usan todos los recursos, económicos y represivos que
les da el ejercicio del poder, para retrasar o impedir que se lleven a cabo
algunos eventos, que pueden alterar el ejercicio del poder nacional, como lo
que ocurrió en 2004 con el referendo revocatorio, que lo retrasaron más de un
año mientras las llamadas “Misiones” hacían su tarea populista de recuperar
popularidad deteriorada por la ineficacia al gobernar; o con lo ocurrido con el
intento de convocar el referendo revocatorio en 2016, que lo cancelaron por vía
judicial cuando se dieron cuenta que era inminente que la oposición recogiera
las firmas necesarias para convocarlo.
Todo
esto ocurre por el abuso del poder que tienen, cuando ese poder no está en
juego, en elecciones locales, regionales, referendos o de Asamblea Nacional. Lo
que no sabemos, porque no ha ocurrido de manera comprobada −fehacientemente, no
en el deseo de algunos− es: ¿Qué pasaría si la derrota se la infringimos en un
proceso electoral revocatorio o presidencial, cuando sí está en juego el poder?
¿Cómo reaccionaría el pueblo, despojado de ese resultado? ¿Cómo reaccionaría la
fuerza armada, en caso de protestas y disturbios? ¿Cómo reaccionaría el propio
régimen? Sabemos también cómo reacciona la comunidad internacional (CI)
cuando se trata de procesos en los que no está en juego el poder: Lamentando lo
ocurrido, con alguna declaración y solidarizándose con la oposición; pero,
¿cómo reaccionaría esa CI ante un desconocimiento −obviamente por la fuerza−
del resultado de un proceso electoral en el que resultase perdedor el régimen
venezolano? Y lo más importante, ya dicho, ¿Cómo reaccionarían la dirigencia
opositora despojada y el pueblo venezolano? Sin necesidad de más argumentos,
ese es uno contundente para insistir en la vía electoral.
Conclusión
breve.
Como
advertí al principio, hay muchos temas que se quedan en el tintero; entre ellos
el tema de la “crisis de la oposición” y del “liderazgo” opositor; crisis que
no se desprende como tal de lo ocurrido el 21N, sino que lo ocurrido en éste es
una consecuencia de esos dos problemas, que no acaban de ser enfrentados. Pero
ese tema, ineludiblemente tendrá que confrontarse antes o en las cercanías del
5 de enero, que como dije más arriba, vence la vigencia del Estatuto de
Transición y deberá tomar la Asamblea Nacional de 2015, alguna decisión
política sobre el Gobierno Interino y la presidencia de Juan Guaidó.
Algunos
solo aciertan a ver el mapa de Venezuela pintado de rojo, la perdida de
oportunidades por la falta de unidad opositora o el éxito de la estrategia del
régimen en intimidar y dividir; todo lo demás que he descrito, en particular la
recuperación de la oposición y la caída de la votación del régimen que lo deja
en minoría, para algunos es irrelevante o no lo creen; pero, para el gobierno
estos temas sí son relevantes, si cree esas cifras y sí son motivo de
preocupación; y de allí el esfuerzo que está desarrollando en Barinas para
evitar que se profundice su caída y su debacle y la campaña que ya comienzan a
desplegar para impedir la posibilidad de un referendo revocatorio en 2022.
En
resumen, se puede hablar de un resultado, que sin ser bueno u optimo, tampoco
fue malo para la oposición y refleja el descalabro del régimen. Pero esta es
una conclusión incompleta si no reflexionamos acerca de: ¿Cómo crecemos si no
participamos? ¿Cómo salimos de esto sin tener la fuerza y sin tratar de
organizarnos y si nadie está dispuesto a venir de afuera a salvarnos? ¿El
último que salga que apague la luz? Eso es lo que ellos quieren y que nos
resistiremos a que pase.
Ismael
Pérez Vigil
@Ismael_Perez
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