Sadio Garavini di Turno 03 de diciembre de 2021
@sadiocaracas
Las
elecciones en Venezuela no fueron ni libres ni transparentes, no tuvieron las
garantías mínimas de pulcritud normales en una democracia, como bien lo
manifestó el informe preliminar de la Misión de Observación Electoral (MOE) de
la Unión Europea. Buena parte de los dirigentes democráticos están presos,
exiliados o inhabilitados, los símbolos y los bienes de los principales
partidos de oposición han sido robados y entregados, por el Tribunal Supremo
madurista, a unos ‘opositores”, que se vendieron al régimen por un puñado de
dólares. Los medios de comunicación están bajo control oficialista. El árbitro
electoral (CNE) fue nombrado por la Asamblea ilegítima del 2020, con una
mayoría de miembros del régimen y la presencia minoritaria de dos
personalidades respetables de la oposición, pero en el marco de una
organización burocrática ampliamente controlada por el régimen, como también lo
está el Poder Judicial.
En efecto la MOE certificó que en Venezuela no hay un Estado de derecho y que el régimen utilizó el presupuesto del Estado y en general todo el aparato estatal para movilizar y presionar a sus votantes e intimidar a sus oponentes. El régimen tenía dos objetivos relevantes: mantener y profundizar la división de la oposición, entre otras cosas fomentando la abstención, y proyectar una imagen aperturista frente a la comunidad internacional. El primero lo logró, pero en el segundo fracasó. En cuanto a los resultados, es relevante notar que, aun con la división entre participacionistas y abstencionistas, la oposición logró 54% del voto nacional y que de 27 alcaldías pasó a controlar 117. La falta de unidad en las candidaturas provocó la pérdida de la mayoría de las gobernaciones.
El
régimen, con todas sus ventajas, presiones y amenazas, obtuvo apenas 46% del
voto y su más bajo resultado histórico, sólo logró movilizar 18% del
electorado. Una porción muy minoritaria del voto oposicionista optó por los
partidos tradicionales usurpados por los vendidos al régimen. Sin embargo, ese
voto hay que contarlo en la oposición. Muy probablemente buena parte de esos
electores creyeron estar sufragando por su viejo partido y en todo caso no
quisieron votar por el régimen. Entre los abstencionistas militantes hay
quienes asumen la abstención (60% nacional y 75% en las zonas de tradicional
mayoría opositora) como un voto a su favor. Parecen olvidar la inmensa diáspora
venezolana, la abstención tradicional en elecciones locales, la llamada
abstención estructural y la desconfianza en el árbitro electoral, entre otras
cosas. Por cierto, una de los alegatos más utilizados por los abstencionistas
militantes fue que votando se legitimaba al régimen. La crítica contundente de
la comunidad democrática internacional frente al evento electoral demuestra que
a este régimen no lo legitima nada. Más bien la presencia de la MOE, muy
criticada en los círculos abstencionistas, fue decisiva para impedir el
objetivo fundamental del régimen de mejorar su imagen.
El
resultado electoral y la falta de unidad en la oposición, aun entre los
participacionistas, está alentando una saludable renovación de la dirigencia
opositora. Sin embargo, el llamado de que ‘se vayan todos’, es inviable, irreal
e injusto. Los años de prisión, exilio, asilo, inhabilitaciones, intimidaciones
y amenazas, sufridos por muchos, no deben olvidarse. Los líderes surgen no se
inventan, ni se producen. La renovación debe venir naturalmente en cada
organización y las que no lo logren tenderán a extinguirse.
El
apoyo de la comunidad internacional es absolutamente indispensable para la
oposición. Aunque no es suficiente, respalda a Guiadó y la AN del 2015, como
únicas instancias legítimas y apoya a las elecciones como uno de los
instrumentos para protestar, movilizar y motivar políticamente a la población y
exigir al régimen que acepte unas elecciones parlamentarias y presidenciales
auténticamente libres. El fiscal de la Corte Penal Internacional ha iniciado la
investigación formal sobre las graves violaciones de derechos humanos,
incluyendo delitos de lesa humanidad, en la cual están involucrados los más
altos dirigentes del régimen. Las sanciones internacionales personales y
financieras siguen. La troika de la maxi corrupción —Saab,
Carvajal y Diaz— está ya en manos del sistema judicial de EEUU. La presión
sobre los principales individuos que sostienen al régimen y sus familias está
aumentando. No es descartable que podrían crearse las condiciones para un quiebre
interno del régimen.
Sadio
Garavini di Turno
@sadiocaracas
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