Fernando Luis Egaña 07 de mayo de 2022
La
hegemonía y los que defienden la supuesta «normalización», que también es
complicidad con la hegemonía, pretenden hacer ver que el país va por un buen
camino político, económico y social, y que sólo hace falta que se elimine
cualquier tipo de sanción internacional, para que lleguemos a nuestro mar de la
felicidad…
Es una desgracia semejante falsedad por dos motivos principales: abona el continuismo indefinido de Maduro y los suyos en un poder, donde no hay ni trazos de Estado de derecho; y desacredita aún más a gran parte de los que se proclaman representantes del rechazo a Maduro, extendiendo la orfandad política de la población.
Se
comprende que haya cansancio. Se comprende que haya desilusión; se comprende,
sobre todo, que detrás de la mampara del «realismo político» se encuentren
intereses impresentables. Todo eso se comprende.
Pero
nada de eso justifica que se valide a la hegemonía despótica y depredadora que
está destruyendo a Venezuela, y menos que se llegue a encomiarla –así sea de
ladito–, y menos todavía que los que luchan contra todo este tinglado sean
considerados extremistas anti-democráticos. Eso no se acepta.
No se
puede dejar de luchar bajo ningún pretexto. El ejemplo de Pompeyo Márquez, cuyo
centenario se conmemora con orgullo y tributo patriótico, que vaya por delante.
Días antes de morir seguía incansable en defensa de los valores y principios de
la democracia venezolana.
Porque
de eso se trata: valores y principios; no de un poquito más de barriles de
petróleo, o de perfilar la economía del bodegón. No.
No se
debe tirar la toalla en cuanto a los valores y principios para reconstruir a
Venezuela. No tiro mi toalla, ¿y usted? o mejor dicho: ¿y tú?
Fernando
Luis Egaña
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