Hay
lecciones y advertencias que sacar de aquel lejano 1998 y de los éxitos de la
alternativa democrática
En la campaña electoral de 1998, el candidato Chávez
comienza a figurar en primer lugar de las encuestas para el mes de mayo.
Cualquiera diría, a la luz de los resultados, que tal era una predicción
“irreversible”.
Pero si se reconstruyen los hechos, y aconsejo el
ejercicio mirando el archivo digital de los periódicos, lo que volvió exitosa a
esa candidatura fueron los terribles errores políticos cometidos por sus
adversarios desde entonces hasta pasadas las elecciones regionales, en
noviembre del mismo año. No los recapitularé, pero sí diría que se resumen en
que terminaron provocando un vacío político que fue desde luego llenado por
quien estaba dispuesto a hacerlo.
Como hoy, lo que estaba en juego entonces era, cómo
decirlo, un cansancio. Y una tensión tremenda entre continuidad y cambio. Sólo
que el presente es como un espejo invertido del pasado. Quien otrora quedó
favorecido con tan sólo resultar consistente (en abierto contraste con ese
valse de los adioses que ponía a bailar a los demás aspirantes de la
presidencia en una especie de tiovivo que apenas daba vueltas sobre sí mismo),
se ve ahora instalado en el más pastoso status quo, inmovilizado, reducido a
gobernar por voz y a experimentar espasmódicas tácticas que, vistas en
conjunto, gritan la falta de estrategia, mientras la deriva del país pone en
evidencia el vacío.
Y es la hora de las encuestas porque una de esas
tácticas, por cierto repetitiva porque, como afirma Ricardo Sucre en su blog
politicaconsentido.blogspot.com, la hemos visto aparecer en otras campañas, y
consiste en una especie de “ciclo encuestoral” con perdón del idiolecto, que se
inicia bastante antes del evento con sondeos que muestran paridad o equilibrio
entre gobierno y oposición, para dar lugar luego a una brusca “brecha” a favor
del gobierno (generalmente unos meses antes del lance electoral) que los
resultados, en definitiva, desmienten.
Así ocurrió en 2007, 2008, 2010… Remito al texto que ha
escrito Ricardo Sucre para un análisis pormenorizado, pero a mi modo de ver lo
crucial es esto: las encuestas miden algo pero sobre todo provocan ciertos
efectos en el contexto de un metabolismo político muy particular que es el
nuestro.
El régimen se empeña en crear una atmósfera de
“irreversibilidad” que, junto a la promesa o amenaza de que la única
estabilidad posible es la que ofrece seis años más de esto, generaría una
preferencia “por defecto” hacia el presidente-candidato. Que no hay nada
irreversible a 180 días de esta o cualquier elección no necesita argumentación.
Pero lo importante es que falta, esencialmente, la otra
parte de la ecuación: ese vacío que permitiría la consolidación del clima que
busca crear el gobierno. Porque así como ocurrió en 2007, en 2008 y en 2010,
cuando la voluntad unitaria ha ocupado el espacio político, la opción de cambio
se impone. El vacío amenaza ahora, por el contrario, a aquel que invadía todos
los espacios.
Mirar hacia atrás es una forma de inoculación ante las
toxinas de esta campaña asimétrica. Hay lecciones y advertencias que sacar de
aquel lejano 1998 (recomiendo especialmente la reseña del viaje del candidato
Chávez al Reino Unido y sus declaraciones al asistir a una sesión del
Parlamento en la que se hallaba presente Blair, donde vio funcionando por fin a
una “verdadera democracia”, entre otras curiosidades menos pintorescas) y de
los éxitos de la alternativa democrática.
Los números, que hablen de lo que es; lo que será depende
de los aciertos de la Unidad.
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