Por Gustavo Yepes, Abril 20, 2012
“El
que revela el secreto de otros pasa por traidor; el que revela el propio
secreto pasa por imbécil”
Voltaire
Todos sabíamos que eso pasaba, pero no deja de impactar que un
protagonista de los que podemos llamar un “peso pesado”, por su cercanía a la
cúpula del poder y sus graves responsabilidades, nos lo diga en la cara, con
todo desparpajo, y con una sonrisa cínica que revela su complacencia al
paladear el dulce sabor de la venganza.
Adam Chavez condecorando a Eladio Aponte Aponte en el 2010, Barinas
Aquellos que lo acusan de traidor se traicionan a sí mismos, ya que
están admitiendo que sus secretos fueron revelados, y pasan automáticamente a
la otra categoría que define Voltaire.
Este hecho comunicacional, en mi opinión, tiene dos caras, dos noticias:
una buena y una mala.
La mala, para salir de eso, es que los traicionados tienen más
argumentos para aferrarse a toda costa al poder, y ya sabemos de qué son
capaces. Es indudable que redoblarán sus esfuerzos, desde el ministerio de
elecciones y el resto de los “poderes”, para asegurar su permanencia, porque de
lo contrario, tendrán que pagar aquí en la tierra por sus innumerables pecados.
Los demócratas, bajo el liderazgo de nuestro candidato, debemos esforzarnos aún
más para evitar el sin fin de sinvergüenzuras que se están gestando, la cuales
conoceremos en detalle cuando otro “peso pesado” se atreva a decirnos lo que ya
sabemos en el campo electoral.
La buena noticia, gracias a lo que Voltaire tilda de imbecilidad, es que
por fin tenemos a un delincuente confeso de crímenes contra los derechos
humanos, algunos de ellos considerados por el Estatuto de Roma como de lesa
humanidad. Los demócratas, y en especial las víctimas de los delitos
confesados, hemos recibido en bandeja de plata a un personaje que debe ser
llevado a las últimas instancias internacionales para que pague por sus delitos
y deje servida la mesa para los otros comensales, aquellos que se aferran al
poder a toda costa.
El estatuto de Roma (7.1.e) define como crimen de lesa humanidad, entre
otros, la “encarcelación u otra privación grave de la libertad física en
violación de normas fundamentales de derecho internacional”. Es evidente que el
delincuente confeso confirma que sus actuaciones forman parte de un ataque
sistemático, como política de estado, contra un grupo de compatriotas cuyo
delito es disentir. A los juristas les tocará decidir qué hacer en este caso,
pero me parecería inconcebible que se desperdiciara la oportunidad que nos ha
brindado este delincuente.
Los traicionados, por su parte, ya tienen en marcha su estrategia de
minimizar, descalificar y hasta de echarnos la culpa a nosotros, estrategia
harto conocida que cada vez es menos efectiva. Razón tiene el candidato de la
unidad cuando afirma que algunos voceros oficialistas "están hundiéndose
en su propio pantano".
Si quieres leer el texto completo del Estatuto de Roma:
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