Por Radar de Los Barrios, 15/04/2012
Corrían los primeros meses de 1998, año
electoral extremadamente complejo. La candidatura de Irene Sáez galopaba
con firmeza en la delantera de la mayoría de los sondeos de opinión,
también impactados por lo que ocurría al interior de Acción Democrática,
que terminaría seleccionando como abanderado electoral al “Caudillo” Alfaro
Ucero. Henrique Salas Romer era un opción que también cosechaba puntos
importantes en las mediciones de opinión, y hasta candidaturas como la de
Miguel Rodríguez (opción del partido neoliberal Apertura, que agrupaba a
los seguidores de Carlos Andrés Pérez, y en cuyas filas militaba el actual
ex ministro de agricultura chavista Juan Carlos Loyo) y la del dirigente
obrero Alfredo Ramos (propuesto por La Causa R, partido que en las
elecciones presidenciales anteriores había sacado casi 20% de los
sufragios) lograban mostrar algún puntaje en la tabla de posiciones.
“¿Y Chávez?”, se preguntará usted. La
interrogante es legítima: ¿Qué pasaba con Chávez y las encuestas? ¿Cómo es
posible que quién termino ese año 1998 ganando las elecciones con el
segundo porcentaje más alto de la historia (56,20% de los votos emitidos,
solo superado por el 56,67% obtenido en 1983 por Jaime Lusinchi) a
principios de año apareciera en las encuestas con un porcentaje pírrico,
pequeñísimo, prácticamente igual al también magro porcentaje de quienes
decían no estar seguros de ir a votar? ¿Es que Chávez no existía como
perspectiva electoral para muchos venezolanos a sólo unos meses de las
elecciones que luego ganaría en forma contundente? ¿O si existía, pero las
encuestas no recogían esa franja de opinión por razones políticas o
económicas?
CUANDO LAS
ENCUESTAS “NO VEÍAN” A CHÁVEZ…
Corrían, repito, los primeros meses de 1998, año
electoral extremadamente complejo. En esos días conversé con Flor Quintero,
una dama habitante de Caricuao. A la pregunta de quién ganaría las
elecciones en ese año que recién se iniciaba, me respondió sin dudar:
“¡Aquí gana Hugo Chávez!”. Fue tan clara la certeza que expresaban sus
palabras, y tan contradictoria con lo que para entonces recogían todas las
encuestas y sondeos de opinión, que repetí la pregunta a muchas otras
personas, habitantes de sectores populares en Catia, Antímano, Petare, El
Valle, La Vega y La Pastora. En la casi totalidad de los casos me encontré
la misma respuesta: “¡En este país gana Chávez!”. Y para entonces Chávez
seguía sin aparecer en las posiciones principales de las encuestas de
opinión.
Tal divorcio entre la realidad a la que
yo tenía acceso empírico, práctico, y la “fotografía de la realidad” que
intentan ser las encuestas se debía no a que las encuestadoras intentaran
minimizar la opción chavista, o a que tal opción no mostrara desde
principios de año el potencial que luego reveló. Concurrieron en tal
desfase entre encuestas y realidad varios factores de carácter técnico
(vinculados a razones logísticas que a su vez disparan costos y que
terminan ocasionando la sub-representación de los sectores populares en las
muestras poblacionales estudiadas) y por otra razón, a nuestro juicio
fundamental, de naturaleza eminentemente socio-política.
Esa razón socio-político tiene que ver
con la disposición de los entrevistados a suministrar la información
requerida. En el inicio de 1998 el candidato Chávez era un sujeto que venía
de dar un Golpe de Estado, venía de haber estado preso, y manifestar apoyo
a esa opción en presencia de extraños podía ser percibido en los sectores
populares como “riesgoso”. Esta percepción cambia cuando -hacia mediados de
ese año 1998- importantes grupos económicos y medios de comunicación
“adoptan” la candidatura de Chávez, “normalizando” social y
comunicacionalmente su existencia. Ante esa nueva realidad socio-política,
expresar el apoyo a Chávez deja de ser un “riesgo” y sus puntajes en las
encuestas se disparan. Como pasó con la palabra “pendejo”, que después que
Uslar Pietri la uso en público todo el mundo se sintió autorizado para
hacerlo, ocurrió lo mismo con el apoyo a Chávez: Después que el respaldo de
los Cisneros y los Otero, entre otros grupos y factores de poder, hicieran
públicamente “respetable” esa candidatura, el habitante del barrio se
sintió en libertad de decirle al encuestador lo que a mí me estaban
diciendo desde principios de año: “Yo voto por Chávez”.
HOY PASA LO MISMO,
PERO CON CAPRILES…
Hoy, catorce años después, pasa algo muy
similar, pero con la candidatura de Henrique Capriles. Como aquel Chávez
delgado y lleno de vitalidad de 1998, hoy Capriles hace una campaña basada
en el contacto directo, cara a cara, casa por casa. El estudio
“Valoraciones Sociales de la Democracia” publicado por el Centro Gumilla en
noviembre de 2011 revela que, como en la Venezuela de 1998, en los sectores
populares hablar de política ante extraños sigue siendo considerado
“riesgoso”. Lejos de desaparecer, esa percepción se ha agravado, pues hoy
pronunciarse en el barrio abiertamente contra la candidatura del gobierno implica
no la posibilidad de una “censura” simbólica o relacional, sino el muy
concreto riesgo de perder acceso a los programas sociales del Estado, e
incluso de ser agredido social o físicamente...
A pesar de ello, para Marzo de 2012 la
ventaja que Chávez tiene sobre Capriles en las encuestas podría ser
definida, acudiendo al exquisito léxico presidencial, como “una ventaja de
m…..”: Es tan precaria que casi se iguala con el margen de error
estadístico, lo que da a lugar a que muchos expertos hablen hoy de empate
técnico (frase que aterra a la costra gobiernera) entre el joven y enérgico
candidato de la Unidad Democrática y el ya desgastado -y ahora además
gravemente enfermo- abanderado de la opción continuista. Este último
factor, el de la salud del Ciudadano Presidente, empieza a gravitar con
fuerza en las expectativas electorales de la población: Ante un eventual
retiro de la candidatura de Hugo Chávez por razones de salud, todas las
encuestas ubican a Henrique Capriles hasta con 9 puntos de ventaja sobre el
menos malo de los probables candidatos del PSUV distintos a Chávez…
DE LA POSIBILIDAD
DE VICTORIA A LA VICTORIA POSIBLE
Es
claro entonces el horizonte de victoria que por delante tiene la
candidatura de Henrique Capriles. Pero es claro también que para alcanzar
ese horizonte se deben dar pasos que profundicen los logros alcanzados
hasta ahora. Establecer un puente de empatía nutritiva con las empobrecidas
mayorías nacionales en general, y con sectores muy concretos de la base
chavista en particular, más que “posible” es absolutamente indispensable
para alcanzar el triunfo electoral el 7-O y para garantizar luego la
gobernabilidad democrática en el escenario, promisor pero exigente, que se
avecina.
Sobre
cómo lograrlo escribiremos la próxima semana…
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