Creo
que si el capitán y exgobernador de Apure, Jesús Aguilarte Gámez, no hubiera
sido objeto de un atentado en Maracay el 24 de marzo pasado que le costó la
vida 9 días después, el coronel de la GN y exmagistrado del TSJ, Eladio Aponte
Aponte, se habría tomado las cosas con calma, negociado su salida sin
traumas del máximo tribunal, y quien sabe si hasta solicitado un nombramiento
de embajador u otro cargo en la administración de justicia nacional o global.
La
operación de sicariato que dio cuenta de la vida de Aguilarte Gámez, sin
embargo, era otra cosa; revelaba que los ajustes de cuentas se habían
desatado entre las mafias de narcotraficantes que desde hacía tiempo infestaban
al Ejército y la GN, y que cualquiera que no tuviera su curriculum y cifras en
orden, podía ser asesinado en su casa, en la calle, en una carretera o un
restaurant.
Por
lo que a él se refería, desde hacía tiempo recibía noticias de las
conexiones de Aguilarte Gámez con guerrilleros y narcotraficantes
colombianos que habían tomado el Estado Apure como la zona de aterrizaje
de donde partía la cocaína que llegaba de Colombia con destino a Centroamérica,
el Caribe, Estados Unidos y Europa, pero conocerlo, no lo conocía, ni
mucho menos le había recomendado casos de narcotraficantes detenidos que
hubiera que soltar y limpiarles los expedientes.
Situación
diferente a la de su amistad con el general, Luís Felipe Acosta Carles, a quien
había conocido desde los tiempos en que fueron cadetes en la EFOFAC,
compartieron cuarto, afición por la música, las parrandas y los tragos y dado
inicio a un compadrazgo del cual jamás renegaron, ni se arrepintieron.
Por
estar cerca de Acosta Carles cuando lo nombraron a mediados de los 80 oficial
de planta del destacamento No 25 del Comando de la Guardia Nacional en Puerto
Cabello, Aponte Aponte pidió ser asignado al CORE 3 de su ciudad natal
Valencia, se inscribió en la Universidad de Carabobo para graduarse de abogado
y después aceptó el cargo de Fiscal Militar en Maracay.
Fue
una decisión acertadísima, pues “el Gordo” suplía su timidez natural y lo
arrastraba en esa ola de audacia y de “echao pa,lante” que ya lo
distinguían como oficial en el segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez, y lo
catapultó al estrellato cuando participó en los dos golpes de Estado de 1992:
el del 4 de febrero que comandó, el teniente coronel, Hugo Chávez, y el del 27
de noviembre, cuyo jefe fue el contralmirante, Gruber Odremán.
De
la mano de Acosta Carles conoce también copiosas amistades durante los
días en que, ya presidente, Chávez lo asciende a la Jefatura del CORE 3 de la
GN en Valencia, se faja con el paro petrolero del 2002, y después del
incidente en que golpeó a unas señoras que se oponían a la toma de un galpón de
la Polar, fue elogiado por el propio presidente “como uno de los generales más
gloriosos de la Revolución”.
Y
entre muchas, Aponte Aponte, le tomó cariño a un empresario venezolano de origen
sirio con un nombre enredado, Walid Makled, pero dueño de medio estado
Carabobo, revolucionario, socialista y bolivariano, con una flota de
hasta de 300 camiones, una importadora de electrodómesticos que suplía toda la
región central, una constructora para acaparar los contratos de demanda de
viviendas del Estado y una compañía aduanera a la cual se le habían
cedido las dos terceras partes de los almacenes de Puerto Cabello.
Walid
Mackled fue también el financista de la campaña de Acosta Carles cuando decidió
retirarse de la FAN y aspirar a la gobernación de Carabobo, y también de la de
él, Aponte Aponte, pero no cuando se lanzó a ninguna gobernación, sino para ser
magistrado del Tribunal Supremo de Justicia.
Se
acuerda con mucha nostalgia, y casi con lágrimas en los ojos, de la tarde en
que Luís Felipe lo llamó a su oficina del TSJ en Caracas para decirle que se
preparara porque en una hora llegaba un helicóptero de la gobernación de
Carabobo a La Carlota para traerlo a Valencia a celebrar por todo lo alto su
designación como presidente de la Sala Penal del TSJ.
Fue
una fiesta en una mansión del Guataparo Country Club propiedad de Mackled,
donde lo esperaban “el Gordo”, “el Turco”, unos señores con acento colombiano,
oficiales de la FAN que no conocía, empresarios, mariachis, conjunto de
música llanera, whisky de todas las marcas y edades, champagne, vino y un
Acosta Carles borracho que gritó de madrugada y a pleno plumón: “Porque es
bueno que lo sepan: esta noche han conocido ustedes el futuro presidente del
TSJ, el futuro dueño de Empresas Polar que empezarán a llamarse “Empresas
Mackled y un futuro presidente de la República”.
¡Puros
sueños de borracho!…porque meses más tarde Acosta Carles se peleaba con
Chávez porque se negó aceptar un candidato impuesto a la gobernación lanzándose
como independiente; Mackled se enfrentó al general, Clíver Alcalá Cordones,
comandante de la 41 Brigada de Infantería del Ejército con sede en Valencia
(dice “el Turco” que por el control del tráfico de estupefacientes en la
región) para después fugarse a Colombia y solo regresar a Venezuela como
extraditado; y él, Aponte Aponte, sobreviviría en el TSJ como un experto
en trabajo sucio que simplemente vendía sentencias al mejor postor.
Su
primer cliente, por supuesto, que era el gobierno, el cual lo usaba para
perseguir enemigos políticos, contra los que fraguaba sentencias sin siquiera
haber leído los expedientes y negándoles todos los derechos que les asistían
para defenderse y exigir que se le comprobaran los delitos por los que se les
acusaba y condenaba.
Seguían,
en la lista de prioridades, los banqueros y corredores de bolsa contra los
cuales se activaron Jorge Giordani, Rafael Ramírez y el G-2 cubano a finales
del 2010, porque y que promovían el capitalismo, se habían enriquecido
con los depósitos del Estado y había que detener, enjuiciar y meter en la
cárcel para que devolvieran lo que se habían robado.
¿Y
cómo se lo habían robado si los depósitos, y las notas estructuradas, y los
bonos, y los dólares permuta venían del propio gobierno, de presidentes de
bancos oficiales, ministros y personeros del poder público que eran los
primeros en embolsillarse las comisiones y a los cuales no se les tocó ni con
el pétalo de una rosa?
“Pero
hacerme preguntas no era mi trabajo, sino cobrar, cobrar y cobrar.
Y
así cayeron muchos, decenas, de a cientos, pero no antes de haberlos expoliado,
despojado de sus bienes particulares y extorsionarlos con sentencias que
presuntamente los iban a favorecer, pero que jamás se produjeron.
Por
último, seguían los narcos, los compinches, socios, aguantadores y lavadores de
los narcos, cuyos nombres no voy revelar porque eso forma parte de mis cartas
fuertes en mis negociaciones con la DEA, pero donde figuraban, por supuesto,
hombres de uniforme, altos funcionarios, empresarios y gente de toda la ralea
que ha destruido al país a nombre de la revolución.
Sí,
porque de eso se trataba, de sacar a narcos que habían sido detenidos con
cargamentos, a agentes de los carteles sorprendidos en hoteles donde se
discutían seguros para los embarques, a mafiosos denunciados desde el
extranjero de que llegarían a Caracas, pero que, “si por un error”, caían en
manos de algún cuerpo policial, había que defender y sacar de la cárcel.
Por
todo lo cual, aún me pregunto… ¿por qué me enredaron en lo de Mackled, por qué
me acusaron por la fruslería esa del carnet, o porque yo aparecía en su nómina,
o me reunía con capos que me enviaba desde Colombia para hacerle favores,
obligándome a llegar hasta aquí, a estos interrogatorios donde si no digo la
verdad, lo mínimo que pueden meter son 100 años de cárcel…100 años.
Yo
creo a este respecto, que “el Turco” equivocó la táctica y no hizo como “el
Gordo”, que se separó del chavismo, pero siguió siendo chavista, diciendo que
apoyaba al presidente, y disfruta ahora de un status privilegiado, porque tiene
sus bienes en Panamá donde nadie se los va a expropiar y después regresa a
Valencia a tomarse sus frías, cantar pasajes y bailar joropos.
Mackled
no, Mackled peleó con el chavismo, desafió el hombre que según él quería
su territorio, Alcalá Cordones y se puso a hacer denuncias desde Bogotá contra
titirimundachi creyendo que Santos lo iba a extraditar a los Estados Unidos y
miren lo que le pasó.
En
verdad, yo también habría hecho lo de mi compadre Luís Felipe, quedarme
tranquilo, hacerme el loco, buscarme otro cargo o mudarme al exterior, si no
ocurre lo de Aguilarte Gámez, que simplemente me reveló que se había desatado
una guerra entre los jefecillos de los distintos carteles, o mini carteles, y
que estaban dispuestos a matar a cualquiera que se les atravesase en el
camino.,
En
esa lista puedo estar yo, y no solo por lo de Mackeld, sino por dinero que pudo
haberse quedado en el camino, o tal vez droga, químicos, o alguna que otra
variable que se puede olvidar cuando uno anda en estos negocios que son muy
complejos e incontrolables.
¿O
por qué no esperar que la bala venga de tantos enemigos que me eché encima,
por tanto dolor que provoqué y tantas lágrimas que hice derramar?
En
realidad, cuando uno hace tanto mal, debe saber que hasta en el vuelo de una
brizna que cae… puede venirle la muerte.
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