Por Fernando Londoño Hoyos Julio 2, 2011
Tranquilos,
lectores, que no agregaremos una versión más a las innumerables que circulan
sobre la salud de Hugo Chávez. Nuestro trabajo intelectual es distinto. Porque
simplemente vamos a suponer que el Coronel está moribundo, lo que es altamente
probable, o que sufre de una enfermedad que no le permitirá el ejercicio del
poder, lo que nadie descarta, o que algún día se muera, lo que es seguro. De lo
que se trata es de averiguar qué pasará cuando Chávez falle y cómo manejará la
sociedad venezolana ese vacío.
Cuando
Chávez muera, los venezolanos tendrán que hacerse la más obvia de las
preguntas: ¿dónde está mi dinero? Porque no hubo otro país de América Latina
que recibiera tanto. Si Venezuela hubiera conservado razonablemente lo que la
fortuna le trajo en esta bonanza petrolera, sin milagros ni exageraciones,
sería el país más rico del continente. Y a fe que no lo es.
Después
de los doce años en los que pasaron por las manos del paracaidista más de un
billón doscientos mil millones de dólares, leído que sea literalmente y sin
figuraciones ni metáforas ni hipérboles, Venezuela dejó perder toda la
infraestructura que tenía y no construyó alguna nueva; se ha endeudado hasta
los tuétanos; ha destruido su industria y su producción agropecuaria; volvió
pedazos a PDVSA, arrasó con todo el talento humano que la servía y le hizo
perder, al menos, un millón de barriles diarios de producción; porque nunca la
mantuvo, ni la acrecentó, se le esfumó la producción de energía; perdió el
crédito internacional y no ha entrado en “default” porque los altos precios del
petróleo le ayudan a tal cual malabar evasivo; tiene la inflación más alta del
mundo y los peores sistemas de salud del Continente. Tanto, que cuando el
Camarada se siente mal, o muy mal, busca cura en Cuba, el país más miserable de
América.
A
los venezolanos no les han dejado mirar estas tozudas realidades. Si Chávez
muere, o se va, o queda postrado, quedarán a la intemperie las corruptelas
gigantescas que explican buena parte del desastre. Y se sabrá el valor real de
los regalos que el pueblo venezolano le ha entregado por la mano providente del
Presidente a todos sus socios del Socialismo del Siglo XXI. Y quedarán a la
vista los costos fabulosos de las confiscaciones o expropiaciones o tomas de la
propiedad privada, nacional o extranjera. Y no habrá manera de ocultar el
precio que se ha pagado por la ineptitud sin orillas de la más mediocre
burocracia que nunca trató de administrar una Nación.
Si
Chávez muere, el pueblo venezolano tendrá que enfrentar el problema de los
centenares de miles de predicadores cubanos de marxismo que lo invaden, y que
no saben hacer cosa de provecho. Si lo supieran, hace rato que lo hicieran en
Cuba.
Si
Chávez muere, no quedará duda de la influencia nefasta que el narcotráfico
tiene en la sociedad venezolana. Los escandalosos índices de inseguridad que
matan a la gente del que fuera hace poco país tranquilo, están ligados a las
mafias que transportan y venden las trescientas toneladas métricas de cocaína
que anualmente las alimentan y conservan.
Si
Chávez muere, no quedará quién siga ocultando el alcance de los juegos
peligrosos, extremadamente peligrosos, que ha entablado el Dictador con Irán,
con Libia, con la ETA y con las FARC. Los gringos siempre son lentos y suelen
ser ingenuos. Pero cuando descubren que se los maltrata, rara vez son piadosos.
Si
Chávez muere, Venezuela tendrá que enfrentar el problema de desmontar una
autocracia. Reestructurar un poder judicial que no conoció por años sino voces
de mando; crear organismos de control, independientes y respetables; darle vía
a un Congreso deliberante y plural; conformar una administración ilustrada y
seria, sobre las ruinas que dejó el capricho, es tarea de titanes. Y fundar
partidos sólidos, darle espacio a un periodismo libre, educar un ciudadano
honrado y ecuánime, es una misión colosal.
Si
Chávez muere, Venezuela tendrá que hacerse cargo de su verdad y su destino. Ya es
mucha ganancia.
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